Eduardo Guerrero Gutiérrez

Los verdaderos usurpadores de nuestra soberanía

Las mafias criminales son las que roban combustibles al por mayor, sin pagar ni un centavo como contraprestación, y cuando ocurre una tragedia no se puede demandar a nadie.

A AMLO le gusta hablar de soberanía. Lo hizo hace unos meses cuando funcionarios estadounidenses emitieron un extrañamiento ante la instalación, en la Cámara de Diputados, de un inoportuno grupo de amistad con Rusia. Recientemente, AMLO reiteró que la postura de México frente al conflicto en Europa del Este ha sido y será de neutralidad. “No queremos nosotros participar en conflictos internacionales”, puntualizó. Por supuesto, nadie espera que México le declare la guerra a Rusia, pero sí llama poderosamente la atención que nuestro país no considere imponer sanciones económicas, y que no haya siquiera una condena enérgica de una invasión a todas luces abusiva e injusta.

La semana pasada nuevamente se invocó la soberanía desde Palacio Nacional. Lo anterior, en el marco de las consultas que Estados Unidos y Canadá llevan a cabo para la revisión del artículo octavo del TMEC que establece “... el dominio directo y la propiedad inalienable e imprescriptible de los Estados Unidos Mexicanos de los hidrocarburos”. Durante una de sus conferencias de prensa, López Obrador buscó mandar, de la forma más tajante posible, el mensaje de que su gobierno no está dispuesto a ceder un ápice de lo que considera ‘soberanía’ en materia energética, incluso si esto implica poner en riesgo la relación comercial con Estados Unidos: “Si tener acceso a ese mercado nos implica ceder soberanía, no lo aceptamos”.

La concepción del Presidente de la soberanía resulta francamente anacrónica, como si el mundo no hubiera cambiado desde los tiempos en los que Benito Juárez pronunció su célebre frase sobre el respeto al derecho ajeno y la paz. A veces también parece como si AMLO creyera que México se puede desarrollar siguiendo un modelo esencialmente autárquico, en el que la tarea primordial del gobierno consiste en mantener a raya la rapacidad de las empresas extranjeras.

Las palabras de AMLO evocan Las venas abiertas de América Latina, un texto de historia económica que se convirtió en una referencia obligada de la izquierda durante los 70. En Las venas abiertas, al igual que en el discurso de AMLO, la nacionalidad y la clase social son las únicas variables que importan; la historia de los pueblos latinoamericanos se reduce en esencia a la oposición entre el imperialismo europeo y luego norteamericano (siempre auxiliado por algunos traidores dentro de las oligarquías locales), y la voluntad de los pueblos por la autodeterminación. El imaginario no concede mucho espacio para otros villanos. Detrás de cada golpe de Estado o de cada masacre en una población rural se esconde invariablemente la mano siniestra del capital internacional.

El problema no es sólo que el Presidente y su discurso suenen parroquiales y anticuados. El problema es que, en la actual administración, muchas malas decisiones, y también omisiones, se explican por esta visión maniquea. Por ejemplo, en contraste con su recelo ante los intereses norteamericanos por los hidrocarburos, AMLO parece sumamente relajado ante la que es la principal amenaza a la libertad y la seguridad –yo diría que también a la soberanía– del México contemporáneo: el crimen organizado. Hoy en día las organizaciones criminales, mucho más que las multinacionales y los gobiernos extranjeros, son quienes buscan adueñarse a la mala de parte del territorio, frecuentemente expulsando a comunidades enteras. Son ellos, y no agentes de la CIA o directivos de multinacionales, los que aportan más dinero ilegal a las campañas, y los que no dudan en asesinar políticos y funcionarios que estorban a sus intereses.

Las mafias criminales también son las que roban combustibles al por mayor, sin pagar ni un centavo como contraprestación. Lo peor es que cuando esta expoliación da lugar a una tragedia, como la explosión que ocurrió en 2019 en Tlahuelilpan, Hidalgo, no se puede demandar a nadie (como sería el caso en una explosión o derrame ocasionado por una multinacional). Por supuesto, los gobiernos de Estados Unidos y Canadá no son blancas palomas, pero una cosa es ceder soberanía en una mesa de negociación, con acuerdos escritos, ante representantes de gobiernos elegidos democráticamente. Otra cosa muy distinta es la cesión de soberanía que se hace en la práctica ante organizaciones criminales, éstas sí, completamente predatorias, rapaces e impunes.

Dudo mucho que a estas alturas el Presidente cambie de mentalidad o de prioridades. Lo que tal vez podamos ver en los próximos meses es que algunos gobiernos estatales impulsen desde su trinchera acciones para recuperar algo de la soberanía que por años se ha cedido a la delincuencia. Por otro lado, será interesante ver las posturas en lo relativo a la soberanía que externen los aspirantes de cara a la elección de 2024: si insisten en mantener vivo el imaginario de la izquierda de los años 70, y quiénes serán los enemigos y traidores a la patria que dominarán en su discurso.

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