Eduardo Guerrero Gutiérrez

Mejor que no se sepa lo que viene en Michoacán

Ahora los criminales no sólo quieren tener los caminos cerrados para matar y cometer todo tipo de atropellos, también pretenden que no se hable al respecto.

Hace tiempo que no escuchamos más que malas noticias de Tierra Caliente, Michoacán, ese trágico rincón de la geografía mexicana, azotado como ningún otro por el paramilitarismo. Desde principios de año no hay autoridad capaz de mantener el libre tránsito en los 80 kilómetros que llevan de Apatzingán a Aguililla. El CJNG y sus rivales locales han prevalecido en su empeño de bloquear la carretera y mantener aislada a Aguililla.

No sólo las autoridades han fracasado en su obligación de devolver el libre tránsito y la paz a Aguililla, sino que ahora el mismo fenómeno comienza a replicarse en los municipios vecinos. Los bloqueos se han vuelto frecuentes en los caminos que llevan a Buenavista, a Coalcomán, a La Huacana y a Tepalcatepec. Sin embargo, esos bloqueos –junto con el desabasto y los desplazamientos de comunidades que se reportan– son sólo los síntomas más visibles de lo que ocurre: los enfrentamientos y la limpia de plazas, que puede implicar la ejecución, a veces indiscriminada, de decenas o cientos de personas.

Ahora los criminales no sólo quieren tener los caminos cerrados para matar y cometer todo tipo de atropellos. También quieren que no se hable al respecto. O al menos así lo sugiere el extraño video que se difundió la semana pasada, con amenazas en contra de Milenio y de la periodista Azucena Uresti. En el video, la voz de un “representante” del CJNG denuncia que dicho medio está comprado por Los Viagras y las organizaciones del Abuelo (también conocida como Cártel de Tepalcatepec) y de Hipólito Mora, y que se dedica a “tirarle” a Rubén Oseguera, El Mencho. La acusación contra la presentadora de un medio nacional rápidamente generó alarma, al grado que el presidente de la República manifestó solidaridad hacia Uresti.

Como suele ocurrir en el mundo de sombras de la delincuencia, han surgido toda clase de teorías y sospechas sobre el inusual video. Hay algo que no termina de cuadrar. El CJNG es una organización que le ha entrado con esmero a la producción de propaganda y que suele cuidar su imagen. Sin embargo, el video de amenaza se aleja del canon que dicho cártel ha seguido desde hace tiempo. La calidad de la imagen es baja, la redacción del comunicado es torpe, las acostumbradas mantas y los vítores a El Mencho están ausentes. Tal vez la facción que mandó a hacer el video se fue por la libre, sin la anuencia o el apoyo de quienes habitualmente se hacen cargo de la propaganda. Por otro lado, la organización del Mencho tampoco ha desmentido hasta ahora la amenaza, a pesar del revuelo que ha generado. Por lo tanto, me inclino a pensar que el video sí salió de las filas del CJNG, o que dicha organización suscribe la amenaza contra Azucena Uresti. En estos casos, el que calla otorga.

Amigos periodistas me comentan que los medios nacionales, por lo pronto, parecen estar echados para adelante. Esperan que el gobierno se pronuncie sobre la validez de la amenaza y que haya consecuencias. Sin embargo, la situación es delicada. Aunque las amenazas contra Azucena Uresti no se concreten –sería gravísimo que así fuera–, aunque en las sedes de las cadenas nacionales en la capital no se mueva un ápice la línea editorial, nada garantiza que en el mediano plazo pueda continuar la cobertura de la guerra que se libra en la Tierra Caliente de Michoacán.

La amenaza de la semana pasada pesará sobre todo a ras de tierra, entre los reporteros que hacen la cobertura en campo y en las comunidades, que ahora menos que nunca querrán contar lo que pasa. No sería la primera vez que los criminales logran imponer un relativo silencio en el ámbito regional. El asedio criminal contra los reporteros que se vivió con fuerza hace algunos años en Tamaulipas y Veracruz creó un largo vacío informativo, que sólo algunos blogueros más o menos anónimos intentaron subsanar –aunque también corriendo grandes riesgos.

En Michoacán está ocurriendo algo muy grave, y las cosas empeoran día a día. El CJNG está empeñado en imponerse en una región entera donde hay otros grupos armados, que participan también en actividades criminales, que incluso reciben apoyo del Cártel de Sinaloa, y que poseen arraigo en varias comunidades. Si las cosas siguen por el rumbo que van el conflicto bien podría adquirir tintes de guerra civil.

Por lo tanto, hace todo el sentido que el CJNG quiera reducir al mínimo la cobertura de los medios de comunicación. Al Mencho no sólo le interesa hacerse con el control de los grandes mercados criminales del país. Como muchos otros capos, no se siente a gusto con el papel de villano, sino que busca ser recordado como un benefactor de la gente; el Señor de los Gallos que reparte despensas y juguetes. Mejor para él que lo que parece venir en Michoacán pase desapercibido.

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