Eduardo Guerrero Gutierrez

Carta a los gobernadores electos (con ‘tips’ para arrancar con el pie derecho)

Llevo años investigando la violencia criminal en el país y sé que la mayoría de los gobiernos estatales empieza con muchas ganas y buenas intenciones.

Antes que nada, felicidades por el triunfo. A estas alturas tal vez varios de ustedes ya se dieron cuenta de que se sacaron la rifa del tigre. La seguridad no anda nada bien y la crisis es, cada vez en mayor medida, una crisis de violencia política. Les tocará estar en el ojo del huracán. No sólo eso. De las decisiones que tomen, sobre todo en el primer año de sus gobiernos, dependerá que la gente de sus estados pueda recuperar la paz, o que a muchos termine por llevárselos el huracán del crimen organizado; que tengan que salir huyendo de sus comunidades o que los maten.

Llevo años investigando la violencia criminal en el país y sé que la mayoría de los gobiernos estatales empieza con muchas ganas y buenas intenciones. Sin embargo, sé también que muy rápido son rebasados por la complejidad del tema, por la corrupción tan arraigada en las instituciones y, sobre todo, por el ritmo frenético de las balaceras, los enfrentamientos y los levantones. De la euforia inicial estos nuevos equipos pasan a la frustración total, y terminan tirando la toalla, convencidos de que los grandes problemas de violencia e inseguridad no tienen remedio. Por eso me permito, con el mejor ánimo, hacerles algunas recomendaciones.

La primera, la más importante, es que no se vale que se hagan guajes. En materia de seguridad la gobernadora o el gobernador no puede voltear para otro lado. La realidad no es bonita. En regiones enteras de varios de sus estados manda la delincuencia, por las carreteras circulan comandos armados, los negocios que pagan cuota se cuentan por miles, el autogobierno criminal de los penales es casi una regla. Aun así, deben mantener la serenidad y tomar al toro por los cuernos. No pueden resolver todos los problemas de seguridad de un plumazo, pero sí tienen que mandar un mensaje claro a los grupos criminales que causan más daño de que a partir de su toma de protesta cambiarán las cosas, que habrá límites y que les conviene respetarlos.

Mi segunda recomendación es que no pueden delegarlo todo. No descarto que a estas alturas ya los hayan amenazado personalmente o que les hayan hecho exigencias y ofertas de todo tipo. Si los criminales no los amenazan directamente, tengan por seguro que amenazarán a sus secretarios de seguridad y a sus fiscales. Por eso es indispensable que no los dejen solos, que los acompañen, que los apoyen, y también que les hagan marcaje personal. Sólo en la medida en la que en el gobierno impere una lógica de rendición de cuentas será posible conservar la unidad y evitar que la infiltración criminal llegue a los niveles más altos.

Acompañen a su secretario de seguridad a las reuniones de las mesas de coordinación para la construcción de la paz. Son un invento y una imposición del Presidente, sí, pero no son tan mala idea. Actualmente son el espacio en el que pueden asumir el liderazgo y plantear una agenda para ir resolviendo, genuinamente, varios problemas. También para que construyan una relación de trabajo con el personal de la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas. Eso sí, lleven su propia información.

Mi tercera recomendación: necesitan un diagnóstico de la situación real en su estado. No le crean a las cifras de incidencia delictiva que genera su fiscalía. Los delitos existen, aunque no se denuncien. Mejor revisen las encuestas de victimización del Inegi, y manden hacer sus propios estudios, sólo así podrán conocer la verdadera magnitud de los problemas, así que será dinero bien invertido. También busquen entender cómo operan en realidad las instituciones del sector seguridad. Hablen con los policías de abajo. Visiten los penales por sorpresa. Entiendan primero cuáles son los vicios y después construyan un plan estratégico para subsanarlos gradualmente. Busquen fuentes confiables de inteligencia, sobre todo para saber qué pasa en esos municipios lejanos donde opera más fuerte la delincuencia (algo vital en los casos de Chihuahua, Guerrero, Michoacán, Sinaloa y Sonora). Si logran anticiparse a las crisis en esos lugares se van a ahorrar muchos dolores de cabeza y podrán enfocarse en proyectos de largo plazo.

Mi cuarta recomendación es que hagan equipo con los buenos policías. En las corporaciones estatales que próximamente estarán bajo su mando hay redes de corrupción, pero también hay heroísmo y, si buscan con cuidado, gente muy profesional y conocedora. Trabajen con esas personas para construir nuevas capacidades, pero no se queden en generalidades y lugares comunes. Aterricen la conversación y pídanles que pongan en marcha operativos para solucionar problemas concretos (por ejemplo, los retenes ilegales y el robo en carreteras, el cobro de piso a grandes y pequeñas empresas, la trata y el tráfico de personas, y un larguísimo etcétera).

Mi última recomendación es que se cuiden. No se vale que se hagan guajes, pero sí que elijan bien sus batallas, y la secuencia en que las librarán. No olviden la relevancia del factor sorpresa, la focalización, la contundencia y la perseverancia. Si de verdad quieren hacer una diferencia les va a tocar tomar decisiones difíciles y golpear intereses poderosos. Prepárense para limitar el impacto de las represalias, y estén listos para volver a asestar el golpe las veces que sea necesario.

Les deseo a todos, independientemente de su militancia, el mayor de los éxitos.

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