Edna Jaime

Para enamorarlos de la democracia

Hay que regresar la fe en la política a los jóvenes que son nuestro futuro. Porque sin ellos enamorados de la democracia, lo que viene es ominoso, triste, desesperanzador.

Siento que no estamos entendiendo. Hablo en plural, me incluyo. Porque insistimos en repetir los viejos patrones de interpretación de nuestra realidad, aunque tengamos señales muy fuertes de que ésta ya no es la misma. No nos engañemos. Hay (habemos) muchos que quisieran que las cosas fueran como siempre. Entender el sexenio que termina como un accidente que se superará para regresar a lo de siempre. Y la verdad es que este gobierno que prometía ser disruptivo, acabó siendo un gobierno de más de lo mismo, con énfasis en políticas públicas distintas: más transferencias directas, más a proyectos de inversión fallidos con un componente de concentración de poder que empeoró nuestra estructura de gobierno y nuestras capacidades de Estado. No hubo un verdadero rompimiento con el statu quo, la verdad es que éste se afianzó de manera insospechada.

Los procesos de selección de candidatas tuvieron su tinte de innovación. Uno simulado, otro más auténtico, y la pregunta ahora es qué viene. Y lo que se perfila es que más de lo mismo. Por lo que hemos visto de las candidatas, parece que se aferran a los cánones de siempre. No les veo la inquietud por explorar en terrenos desconocidos, atreverse a sondear en aguas desconocidas, que son la de mexicanos y mexicanas que no se interesan en la política, que de hecho la repudian y que sienten que los procesos de selección de las candidaturas fueron más de los mismo, una expresión más de ese establishment político que aborrecen.

No puedo opinar sobre algo que no entiendo. Pero es un hecho que existe un océano azul, como lo llama el matemático Carlos Hernández, que no entendemos, pero que tampoco queremos entender. Me refiero a grupos de jóvenes y segmentos de mujeres que repudian lo que tenemos. Que ven en la política algo aberrante que no les llama. No son pocos las mexicanas y mexicanos que piensan así. Son una mayoría entre las cohortes de millenials y también de la generación Z. Su percepción de la política es que no suma. Y lo argumentan con sus razones.

Son estos grupos de mexicanos que nos hacen aparecer en el Latinobarómetro en una recesión democrática. En un punto bajo del ciclo que quizá no se recupere, como lo hacen los ciclos económicos que encuentran un repunte para llegar al equilibrio. Nuestra recesión democrática puede convertirse en depresión si las tendencias continúan. En cada medición del Latinobarómetro, la desafección es mayor. El amor acaba, dice la canción, lo preocupante es qué viene después.

Sigo siendo una enamorada del concepto churchiliano de democracias. Es el peor esquema de gobierno excepto todo los demás. Porque una democracia instalada correctamente protege derechos fundamentales como son los políticos, pero también los humanos. Porque se rige por un sistema de contrapesos hecho para detener el abuso del poder y esos equilibrios permiten garantizar derechos, pero también la libertad. Para mí es tan evidente que la democracia es el camino que no puedo entender que los jóvenes, nuestros hijos, no se apasionen por lo mismo. Sería tremendamente arrogante de mi parte decir que están equivocados.

En una primera plática que tuve con Carlos Hernández, me pareció muy elocuente su término de océano azul. Con él se refería a este inmenso grupo de mexicanos que están al margen de la política. Nuestras discusiones, debates, la política misma discurren entre ciertos grupos que estamos enfrascados viéndonos al ombligo, siempre dentro de la misma caja. La verdad es que repitiendo lo mismo y haciendo lo mismo, no lograremos cambios sustantivos. No encontraremos nuevas brechas mientras no salgamos de nuestra caja de resonancia. En esa caja de resonancia estamos todos: los fifís, los conservadores, los progresistas y dígame cuanto nombre más quiera añadir. Creemos que estamos divididos cuando estamos muy apretujados en la misma caja, mientras las nuevas generaciones miran sin entender o entendiendo muy bien, deciden decir NO.

Hago toda esta argumentación para invitarnos, a los de la caja, a los que nos miramos al ombligo, a tratar de discernir qué es la política para los jóvenes, cuál es nuestro legado para ellos, cómo recomponemos los discursos, la política, para escucharlos. Cómo los invitamos a irrumpir a la escena pública con otros valores y otros modelos que no sean los mismos que los han desilusionado. Pienso que debemos abrir las compuertas para que el océano azul llene nuestras conversaciones, se apropien de ellas. Regresar la fe en la política y en la democracia a estos jóvenes que son nuestro futuro. Porque sin ellos enamorados de la democracia, lo que viene es ominoso, triste, desesperanzador.

La autora es decana de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey.

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