Edna Jaime

Un mundo feliz, ¿será?

Pensionar a los adultos mayores con una cuota mensual tiene un impacto presupuestal enorme, con efectos redistributivos bajos.

Sólo el título se inspira en la novela de Aldous Huxley de 1932, porque no quiero hablar de sociedades perfectas en las que los individuos desde su concepción están artificialmente dispuestos para cumplir un rol en sociedad que embona con un plan maestro. Quiero hablar de lo opuesto: de cómo podemos establecer parámetros para que, reconociendo la naturaleza humana, logremos aprovechar lo mejor de nosotros mismos. Hay esquemas que dan rienda suelta a bajas pasiones; hay otros que procuran nuestra nobleza. Somos las dos cosas. El que predomine uno sobre lo otro depende del entorno, también de las reglas y de cómo se hagan cumplir.

Hago este preámbulo para hablar de política pública. Créanmelo, aplica. En el mundo perfecto de Aldous Huxley, no habría dilemas. Con insumos e instrumentos técnicos correctos, se haría el diseño de la política pública idónea para resolver un problema público específico. Pero en un mundo en el que la naturaleza humana no se programa, las cosas se hacen más complicadas. Porque ya no se trata de aplicar recetas exitosas, aunque existan, sino de hacer compatible una respuesta idónea de política pública con las aspiraciones de poder de un gobernante. El mundo perfecto de Aldous Huxley se complejiza o neutraliza tanto como se quiera, dependiendo de cierta realidad de poder. Y esto es un tema inherente a la naturaleza humana.

López Obrador es una persona que existe en función del poder. Si no existiera esa motivación en él, me pregunto si sería un personaje con el alma vacía. Esta proclividad hacia el poder y la política le ha hecho olvidar la política pública. Pero el Estado existe, me permito corregirle al presidente, en su función de hacer posibles soluciones a los problemas comunes de los ciudadanos. Y justo de eso trata la formulación de política pública. Una tarea del Estado.

La pregunta es si se puede hacer política pública cuando se carece de las condiciones que lo hagan posible. Y me permito presentar la evidencia que México Evalúa ha generado para cuestionar si el Estado mexicano está cumpliendo con sus obligaciones fuera de toda máscara.

Comencemos por algo de lo evidente: la mayor parte de los subsidios para el desarrollo social se concentra en el programa de atención a adultos mayores. 35 por ciento de los recursos destinados a subsidios se colocan para cumplir con este compromiso. Desde su primera fase de implementación, este programa fue un éxito. Las personas beneficiadas compartieron con su núcleo familiar la posibilidad de disponer de un recurso adicional otorgado por un gobierno que había sido omiso en otros frentes. La potencia de la pensión de adultos mayores radica en eso: una transferencia que le recuerda a las familias mexicanas que el Estado mexicano existe a pesar de su ausencia en muchas otras esferas. Y le cumple a los viejitos con una cuota mensual, independientemente de su ingreso, patrimonio o necesidad.

Uno nunca calibra el potencial político de una transferencia hasta que lo constata. Este subsidio tiene un efecto de reciprocidad altísimo. Se apoya a su emisor: el presidente de la República, López Obrador, se presenta como genio en el diseño de un programa de transferencias que se convierte en apoyo electoral. Para 2023, el programa de Adultos Mayores representará casi 35 por ciento de programas de subsidios y será el programa de transferencias más importante dentro de los programas del gobierno federal.

Atención, aun en un programa de transferencias universales, puede haber desviaciones. Tal como está dispuesto en el programa para 2023, la mayoría de estas transferencias tienen como destino a la Ciudad de México. No hay correspondencia entre flujos de transferencias y población ubicada en esta demarcación. La ambigüedad del destino implica un margen de aplicación discrecional. Por eso se hace así.

La pensión para adultos mayores es un ejemplo mundial. Para la conquista de votos. Porque nadie sucumbe a la idea de una pensión para los mayores de 65.

No seré yo quien dispute esta transferencia tan popular, pero sí quisiera decir que sería deseable constatar su costo de oportunidad. De 2018 al 2023 su incrementó habrá implicado más de 600 por ciento. Pensionar a los adultos mayores con una cuota mensual tiene un impacto presupuestal enorme, con efectos redistributivos bajos. La mayor parte de los recursos se destinan a personas con mayores ingresos. Pero la etiqueta vale y se va a conservar, aunque la oportunidad de ser incisivos con la desigualdad se haga chiquita.

La 4T es genial con sus símbolos, pero muy pobre en sus resultados. Con la política de transferencias que se plantea para 2023 lo refrenda. No hay política pública para cerrar brechas de ingresos, hay mensajes para sostener a Morena en el poder a menos de que todo cambie.

Todo es tan frágil que puede suceder.

El mundo feliz no lo puede ser tanto. ¿O puede ser?

La autora es directora de México Evalúa.

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