Edna Jaime

Jueces: este país está en sus manos

El servicio de la impartición de justicia es clave en nuestras vidas, siempre. Los impartidores de justicia, los jueces, deberían estar en el centro de nuestra atención.

El devenir de este país se juega en el ámbito jurisdiccional; me refiero al que corresponde a los impartidores de justicia. Y es bueno que así sea porque implica institucionalidad, lo contrario al imperio del más fuerte (o al de la arbitrariedad). Los jueces, magistrados y ministros de este país tienen en sus manos asuntos importantísimos para los mexicanos. Siempre ha sido así, pero hoy esta relevancia se va al extremo. Porque los conflictos están en punto de ebullición y son los jueces, a través de su argumentación basada en la ley, los que pueden provocar su desescalamiento; son ellos los que pueden plantear cauces pacíficos, antes de que nos agarremos de las greñas… o peor.

Ana Laura Magaloni, con su particular elocuencia, lo dijo así en un evento reciente de México Evalúa: “Los jueces pacifican conflictos a través de sus sentencias. Esa es su tarea. En dichas sentencias, los jueces le dan vida a los razonamientos jurídicos y axiológicos con los que determinan quién gana y quién pierde; quién tiene derecho de reclamar a otro una prestación, quién le debe qué a quién, qué pueden hacer y qué no pueden hacer las autoridades […] En un contexto de altísima polarización como el que estamos viviendo, y donde todos parecen peleados con todos, es muy importante, es casi imprescindible tener buenos jueces”.

No necesito hacer el recuento de los temas de enorme trascendencia que hoy están en el ámbito de su competencia. El de esta semana es el del gobernador de Tamaulipas: se discute si cuenta con fuero o no para iniciarle un juicio penal. El de las semanas pasadas fueron la extensión de periodo de mandato del titular de la Suprema Corte, la Ley de Hidrocarburos, la de la Industria Eléctrica o la extinción de dominio, por citar algunos que tengo frescos. Estamos hablando de temas con profundas implicaciones para nuestra democracia, nuestros derechos y el progreso económico.

Estos son los grandes temas nacionales que nos abruman. Pero existen miles de conflictos cotidianos que también se dirimen en tribunales y que tienen un impacto enorme sobre nuestra calidad de vida y también en nuestra relación con terceros (un proveedor, un socio o la propia familia). Existió la iniciativa de reformar la justicia para todos –se le llamó la justicia cotidiana– que pretendió conformar una agenda de cambios diversos en distintas normatividades e instituciones. Ya está olvidada, pero no las implicaciones de ese abandono.

Ana Laura se preguntaba en el evento que menciono: ¿quiénes son los jueces, de dónde vienen, cuál es su formación, cómo se seleccionan? Estas no son preguntas que nos formulamos a menudo. Su mecanismo de selección no es tema de nuestras sobremesas, como sí lo es la elección de los legisladores. Los jueces parecieran estar en otro mundo, y sólo nos damos cuenta de que los necesitamos cuando nos vemos envueltos en algún litigio o el país está en una situación de riesgo. Sin embargo, el servicio de la impartición de justicia es clave en nuestras vidas, siempre. Los impartidores de justicia, los jueces, deberían estar en el centro de nuestra atención.

En mi entrega de la semana pasada hablaba de la importancia de los consejos de la judicatura y del despropósito de querer desaparecerlos, como el senador Monreal lo propuso en algún momento. Pues bien, una función medular de estos consejos es la selección de jueces (tenemos en puerta la presentación de un documento que se centra en este tema). Se trata de la tarea más fina que tienen en su amplio portafolio de responsabilidades. El mundo ideal sería contar con buenos mecanismos de selección, de permanencia, ascenso y adscripción de quienes ingresan a la carrera judicial. Esto, primero, para seleccionar a perfiles idóneos con base en procesos competidos. Después, para otorgar certezas sobre cómo se van escalando los distintos peldaños en la carrera judicial. También es importante generar un marco de incentivos para asegurar la independencia e integridad de los jueces. Sin esta independencia no tendremos un mecanismo civilizado para dirimir nuestros conflictos. Cuando esto falla, las sociedades estallan.

Sergio García Ramírez utiliza una metáfora afortunada para referirse a los consejos de la judicatura: son los gladiadores de la independencia judicial. Me encanta la figura. Eso deben ser. Esa independencia se construye con base en distintos ingredientes, uno de los cuales es justamente la carrera judicial.

Estoy segura de que este país va a ser distinto cuando transcurran los seis años de esta administración. No porque se verifique la transformación tan prometida, sino porque habremos aprendido lo importante que es la impartición de justicia para nuestras vidas y para el país. No miraremos igual al Poder Judicial y a sus integrantes. Estoy segura que tampoco nos pasará de largo cómo se elige a los jueces y se evalúa su desempeño. Esto por dos razones posibles: porque los jueces jugaron un papel tan grande en la protección de nuestra democracia y derechos que tendrán un lugar muy especial en nuestras consideraciones; o porque no pudieron con el reto y tendremos la enorme tarea de emprender reformas para transformarlo. Yo quiero apostar por lo primero.

La autora es directora de México Evalúa.

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