Rotoscopio

'Bird Box': eviten verla

'Bird Box' es difusa, su historia está plagada de lugares comunes y su look resulta tan genérico como el de una serie de Shonda Rhimes, escribe Daniel Krauze.

Bird Box, dirigida por Susanne Bier, y disponible en Netflix, tiene casi la misma premisa que A Quiet Place, con la salvedad de que aquí los monstruos no atacan cuando escuchan sino cuando se les observa, obligando a la gente a ir por el mundo exterior con los ojos vendados. Lamentablemente, ahí acaban las similitudes. Mientras que A Quiet Place le era fiel a las reglas de su propio juego, con una historia compacta y una atmósfera bien lograda, la amenaza de Bird Box es difusa, su historia está plagada de lugares comunes y su look resulta tan genérico como el de una serie de Shonda Rhimes.

Los problemas son evidentes desde el principio, cuando Malorie (Sandra Bullock) sostiene una larga charla con su hermana (Sarah Paulson) en la que, en cinco minutos de diálogo expositivo, de brocha gorda, aprendemos de dónde vienen ambas, cuáles son los obstáculos que Bullock deberá sortear en su desarrollo personal y qué está ocurriendo allá afuera. Es risible cómo Malorie apenas registra las noticias apocalípticas de una serie de suicidios inexplicables que poco a poco han ido infectando al mundo, pero no más risible que la situación en la que ese mismo día acaba ella, obligada a formar parte de un grupo de sobrevivientes encerrados en una casona californiana. El grupo en sí es un amasijo de clichés: el veterano de la guerra con un corazón de oro, el fanático religioso que no para de gritar que el juicio final se avecina, el británico trajeado en quien es mejor no confiar y, por último, John Malkovich haciendo, como desde hace tiempo, una mala imitación de John Malkovich.

Se puede contar con una amenaza inasible en el cine de horror: como prueba está The Mist, a la que Bird Box también le debe, y cuya ejecución es superior en todos sentidos. El problema central con el (o los) monstruos de esta película no es que no los veamos sino que no sabemos cómo operan: no se les puede mirar a través de un monitor, pero sí a través de una venda. A algunos los mata con solo un vistazo y a otros, inexplicablemente, los perdona. En un principio parecen solo sentirse atraídos por la vista, pero hacia el final acosan incluso si los personajes cierran los ojos. Hay una pereza palpable en la forma en que se planeó este universo, se tejió a sus protagonistas y se pensó en la amenaza que los persigue. A Quiet Place fue una agradable sorpresa. Frente a Bird Box, parece una obra maestra.

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