Todo indica que este jueves Banco de México hará lo que el mercado ya da por descontado: un recorte de 25 puntos base que llevaría la tasa de referencia a 7.0%. Si se confirma, sería la última bajada del año y, muy probablemente, el último movimiento antes de una pausa prolongada. Pero en esta ocasión, como suele ocurrir en los puntos de inflexión de la política monetaria, la decisión pasa a segundo plano. Lo verdaderamente relevante será el mensaje.
El ciclo de recortes iniciado en 2024 entra ahora en una fase distinta. Durante meses, Banxico pudo apoyarse en una narrativa relativamente cómoda: inflación en proceso de convergencia, un entorno externo que gradualmente abría espacio y una postura monetaria claramente restrictiva. Hoy ese marco muestra agotamiento. La inflación volvió a repuntar en noviembre, tanto en su componente subyacente como no subyacente; la convergencia a la meta de 3% luce lejana; y la tasa real ex ante, después del recorte, se moverá ya claramente por debajo del límite superior del rango neutral que el propio banco estima.
Ese es el contexto en el que la guía prospectiva cobra un peso central. Banxico ha hecho de ella una herramienta clave de comunicación de corto plazo: más que comprometerse con una trayectoria explícita, utiliza el lenguaje del comunicado para administrar expectativas. Por eso, cada palabra cuenta. Si el famoso lenguaje de “t+1” —la referencia implícita a la siguiente decisión— se mantiene sin cambios, el mensaje será de cautela: el ciclo no se cancela, pero entra en pausa. Si en cambio se suaviza o se elimina, la Junta estaría sugiriendo que el umbral para nuevos recortes es ahora mucho más alto.
La votación será otro elemento crucial del mensaje. Un recorte apoyado por cuatro miembros de la junta reforzaría la idea de que, pese al repunte inflacionario reciente, el balance de riesgos sigue permitiendo un último ajuste sin mayores fricciones internas. Pero dos votos disidentes —a favor de mantener la tasa— cambiaría la lectura. No por el efecto inmediato, sino porque revelaría diferencias más profundas sobre cómo interpretar la postura monetaria actual y, sobre todo, sobre qué tan cerca está Banxico de la neutralidad.
Ahí está el nudo del debate. La discusión relevante ya no es el nivel absoluto de la tasa, sino su posición relativa frente a una neutralidad que es, por definición, incierta y móvil. Con la tasa real ex ante descendiendo hacia niveles cercanos al centro del rango neutral, algunos miembros de la Junta podrían empezar a ver la política como apenas restrictiva, o incluso neutral. Otros, en cambio, seguirán enfatizando que los rezagos del mecanismo de transmisión, la fortaleza del peso y la persistencia de la inflación subyacente justifican mantener una postura prudente por más tiempo.
El entorno externo ha dejado de ser el factor dominante, pero sigue importando. La Reserva Federal recortó tasas recientemente, aunque con un disenso creciente al interior de su propio comité y con un lenguaje que abre la puerta a una pausa. Para Banxico, eso reduce el riesgo inmediato por el diferencial de tasas, pero no lo elimina. El margen para moverse en 2026 dependerá, en buena medida, de si la Fed extiende su ciclo gradual de relajamiento o si la inflación en Estados Unidos vuelve a complicar el panorama.
En el frente doméstico, los retos son materiales. A partir de enero entrarán en vigor nuevos choques fiscales: ajustes al IEPS y mayores aranceles a importaciones provenientes de países sin tratado comercial. A ello se suman las presiones estructurales sobre los servicios, que han mantenido a la inflación subyacente persistentemente por encima de 4%. Banxico lo sabe, y por eso es poco probable que actualice de inmediato su trayectoria de inflación de mediano plazo. Todo apunta a que esa revisión se reservará para después de conocer los datos de enero, cuando el impacto de esos choques sea más visible.
En ese contexto, el Programa Monetario de 2026, que se publicará en enero, será la verdadera pieza clave. En 2024, ese documento funcionó como un ancla: permitió a Banxico explicar su diagnóstico, reconocer la incertidumbre y delinear un marco coherente para las decisiones subsecuentes. Este año ocurrirá algo similar. Si la guía prospectiva del comunicado se mantiene deliberadamente ambigua, el Programa Monetario será el espacio natural para entender cómo la Junta ve el equilibrio entre inflación, actividad y postura monetaria en el nuevo año.
Por eso, este jueves no se trata de contar puntos base. Se trata de leer el mapa. El recorte será el cierre de una etapa; la señal, el inicio de otra. En política monetaria, como en la navegación, saber cuándo dejar de avanzar es tan importante como saber hacia dónde ir. Banxico está a punto de dar su última bajada del año. Lo que sigue será trazar con cuidado el camino de 2026.
