Colaborador Invitado

La neurosis de Tláloc, entre diluvio y sequía

El sistema Cutzamala supera el 90% de capacidad, y aun así, muchos mexicanos sufren desabasto de agua.

En el panteón mexica se puso de moda ir al terapeuta. Tláloc tuvo cita con Tezcatlipoca, dios del espejo humeante y del caos, gran terapeuta que sabe enfrentarte con tu yo. “No sé cuándo parar”, confiesa Tláloc llorando. “Si no lluevo, me odian. Si lluevo, también. Siento culpa líquida, ansiedad pluvial, ¡ya no sé ni quién soy, las nubes negras acompañan mi existir!” Los acompañaba Tlaltecuhtli, dios de la Tierra, quien murmura con media sonrisa: “Relájate, hermano… eres el único dios que llora por estrés hídrico, eso déjamelo a mí”.

Vivimos en la neurosis de Tláloc, entre abundancia de lluvia y crisis hídrica, las dos al mismo tiempo. Tras la gran sequía de 2023, ahora en 2025 tenemos las presas llenas. El sistema Cutzamala supera el 90% de capacidad, según Informe Semanal del Sistema Cutzamala de CONAGUA y, aun así, muchos mexicanos sufren desabasto de agua. Lamentablemente no son accesibles las bases de datos de los históricos para comparar.

¿Cómo podemos recibir un volumen de lluvias que nos ahoga y al mismo tiempo tener sed? La respuesta es muy simple: mala gestión.

Llovió como hace tiempo que no lo hacía; las lluvias acumuladas en el año 2025 son de más de 700 mm (700 litros por metro cuadrado). Sin embargo, ¿aprovechamos correctamente el agua? ¿Capturamos, tratamos, procesamos, almacenamos el agua de lluvia que recibimos? ¿Las más grandes ciudades de la República tienen la capacidad de gestionar correctamente el agua? La respuesta es simple: no, no se gestiona correctamente.

“La abundancia de agua que estamos viviendo no significa que la necesidad de agua esté satisfecha. Al contrario, los problemas que se han generado son evidencia de la falta de planeación hídrica en las ciudades”, explica Francisco Bustamante, presidente de la Asociación Mexicana para la Correcta Hidratación. El Ing. Bustamante reconoce que la capacidad de los gobiernos no permite el aprovechamiento de la sobreabundancia de agua de la temporada.

El contraste es claro. Mientras que tenemos inundaciones y daños a la infraestructura por el exceso de lluvia, también, en algunas regiones dependemos de acuíferos sobreexplotados, tenemos descargas contaminantes a los cuerpos acuíferos y no tratamos correctamente el agua residual.

¿Estamos aprovechando correctamente el agua disponible? Según datos de CONAGUA, el 75% del agua se destina a actividades agrícolas. Es decir, un 15% más que el promedio de la OCDE. Además, las fugas de la red de agua potable representan hasta el 45% del agua disponible, según datos del IMCO. Por otro lado, ¿qué volumen del agua se trata para mejorar su calidad? Según estudios de la UNAM sólo el 40% del agua residual del país es tratada.

Es decir, gastamos más agua en el campo de la que deberíamos, perdemos agua potable en una red de distribución sin mantenimiento y arcaica y no tratamos correctamente las descargas. Esto sumado a la falta de conciencia ciudadana y a la contaminación industrial y agropecuaria, nos posiciona en un escenario de riesgo hídrico.

El problema no solo es técnico, ni de falta de mejores prácticas, sino también de gobernanza. En materia de política pública, nuestro país tiene un atraso en la regulación. La Ley de Aguas Nacionales, aunque atiende a la explotación del recurso, no articula mecanismos que permitan los derechos exigibles al acceso equitativo o la calidad del agua. El derecho humano al agua reconocido apenas hace trece años por el Artículo 4° constitucional, no tiene aún una ley operativa General de Aguas.

Mientras tanto, la neurosis continúa, perdemos agua limpia y necesitamos acceso a agua de calidad. Tenemos lluvia, pero no tenemos agua. Gestionar el agua no sólo es tener infraestructura, es pensar en congruencia y mejor aprovechamiento, tener agua sin gestión es escasez. Así, todos lloramos por estrés hídrico, Tláloc, Tlaltecuhtli y todos.

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