En la última década, la tecnología ha transformado nuestra vida de maneras que antes solo imaginábamos en la ciencia ficción. Hoy, la tecnología nos conecta globalmente, nos permite comunicarnos en tiempo real con traducciones simultáneas por IA, imprimir en 3D, gestionar todo desde el celular e incluso trasladarnos en autos autónomos. Sin embargo, hay un aspecto crucial que aún no ha evolucionado a la misma velocidad: nuestra relación con el dinero.
En México, y en muchas economías emergentes, el efectivo mantiene su dominio. Según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera de 2024 (ENIF), en México, ocho de cada diez pagos se realizan de esta forma. Este hábito tiene costos ocultos inaceptables: más de 2.3 mil millones de pesos al año y más de 48 millones de horas se destinan solo a obtener efectivo. Esto sin contar que el 70% de las personas se sienten inseguras al usar cajeros automáticos.
En cambio, los pagos digitales traen beneficios, como transacciones más rápidas, seguras y trazables. Entonces, si podemos tener un sistema de pago con más ventajas, ¿por qué no avanzamos más rápido? ¿Qué nos detiene? ¿Por qué si existen soluciones como CoDi o Dimo, su uso aún no se ha masificado? Las razones son diversas: falta de incentivos, escasa interoperabilidad y la necesidad de mayor coordinación entre los actores del sistema, ya que los pagos digitales funcionan con efectos de red, y su valor depende de que muchas personas los usen. Si no hay masa crítica, si los usuarios e instituciones financieras no ven beneficios claros, se frena su impulso. En resumen, el problema no es la tecnología, sino la ausencia de una estrategia compartida.
Para que la digitalización de los pagos en México alcance su potencial, es fundamental pasar de la mera disponibilidad tecnológica a una estrategia coordinada y con incentivos claros para todos los actores del ecosistema. Se necesita una estrategia compartida que establezca una hoja de ruta con metas y acciones definidas. Esto implica, en primer lugar, establecer plazos claros y considerar la obligatoriedad de los sistemas de pagos digitales para entidades financieras con una base de clientes significativa, como ocurrió en Brasil, para asegurar una red abierta y accesible. Asimismo, es crucial garantizar una experiencia de usuario homogénea, transparente y sin fricciones, mediante la definición de estándares para la presentación y el uso de estos sistemas en las aplicaciones bancarias.
Además, para impulsar la adopción, se necesitan esfuerzos coordinados de publicidad y de educación que generen conciencia y confianza en los beneficios de los pagos digitales. Implementando estas acciones decisivas, no solo lograremos impulsar el uso masivo de los pagos digitales, sino que sentaremos las bases esenciales para el siguiente nivel de la economía digital en México: el Open Finance (Finanzas Abiertas).
Estoy convencida de que es el camino correcto porque, aunque de forma gradual, ya estamos presenciando señales claras de cambio, impulsadas por la innovación de las instituciones financieras digitales. La última edición de la ENIF encontró que el uso de aplicaciones móviles para consultas y movimientos creció al 69% y el uso de efectivo para compras mayores a 500 pesos disminuyó al 73.5%.
Estos hallazgos nos hablan de cómo millones de mexicanos ya están tomando un rol protagónico en la toma de decisiones sobre el manejo de su dinero, lo que, sin duda, nos sitúa en un momento pivotal para seguir avanzando hacia un ecosistema más moderno y conectado, como el que se propone con Open Finance.
La evolución del sistema financiero digital en México requiere una secuencia clara. Los pagos inmediatos marcan el inicio, como sucedió con Pix en Brasil, una plataforma diseñada para ser rápida, económica, segura y abierta que masificó las transacciones digitales. Pero el verdadero catalizador que sigue es el Open Finance, un concepto que puede entenderse como la portabilidad de la información financiera. Imaginen que sus datos bancarios (historial de ahorro, crédito y gasto) no pertenezcan solo a una institución (como sucede ahora), sino que, con su permiso explícito y voluntario, puedan compartirlos de forma segura con cualquier otra institución financiera. Es, en esencia, devolverte a ti el control de tu información.
Es un cambio profundo frente al sistema actual donde estamos limitados a lo que una sola entidad puede ofrecernos. El Open Finance permite a los usuarios comparar productos y beneficios en tiempo real y seleccionar la institución que les ofrezca más valor con facilidad, con un par de clics. Brasil ha dado un ejemplo claro. Con más de 98 millones de consentimientos activos (permisos explícitos y voluntarios que los usuarios dan para compartir sus datos financieros), el país ha demostrado que la competencia genera beneficios reales: mayor acceso al crédito, tasas más bajas y productos más diversos.
Todo esto ha sido posible gracias a innovaciones como el Open Finance, que, al facilitar el intercambio seguro de datos, permite a más empresas innovar y competir, beneficiando directamente a los usuarios. Los resultados son tangibles: las empresas pueden analizar su comportamiento de gasto y ofrecerles, por ejemplo, un crédito con una tasa ajustada a su perfil real, no a promedios genéricos. O, en Nubank Brasil, por ejemplo, funcionalidades basadas en estos principios, como Alerta de Sobregiro, que permite cubrir saldos negativos en otros bancos en tiempo real para evitar intereses altos. Esta herramienta ha beneficiado a más de tres millones de clientes, generando un ahorro de alrededor de 1.6 millones de dólares en intereses. ¿Y qué opinan los clientes de Nubank Brasil respecto a estas funcionalidades? Pues el 89% de los usuarios reportó estar muy satisfecho con la experiencia.
México ya ha dado los primeros pasos regulatorios, pero aún falta una implementación decidida y colaborativa. Estamos frente a una oportunidad única para rediseñar nuestro sistema financiero con base en la transparencia, la apertura y la competencia. La infraestructura tecnológica ya existe, los beneficios están probados y millones de personas están listas para dar el siguiente paso. Lo que necesitamos ahora es determinación colectiva: que todos nos comprometamos a impulsar esta transformación y consolidar la próxima frontera financiera del país.
