Colaborador Invitado

Contra la desigualdad

El mensaje de Mamdani caló profundamente en los jóvenes y en la clase trabajadora de Nueva York que le eligieron alcalde.

En medio de la turbulencia política, económica y social que impera hoy en Estados Unidos, un intelectual ugandés, historiador y teórico político que se identifica como musulmán y de formación socialista, sorprendió al país y al mundo ganando la elección a la alcaldía de la ciudad de Nueva York.

Desplegando un sentido común, muy poco común, Zohran Mamdani le habló a la gente de los temas que le preocupan, y les hizo atrevidas propuestas para aliviar el costo de vida si le elegían alcalde.

Propuso congelar la renta para unidades de vivienda con renta estabilizada y la construcción de 200 mil unidades de vivienda asequible; planteó un sistema de autobuses gratuitos en la ciudad; promovió la creación de una guardería universal pagada o subsidiada por la ciudad y de tiendas de abarrotes operadas por el Estado para bajar los precios de la comida; un aumento al salario mínimo de 30 dólares la hora para 2030; una reforma fiscal para subir los impuestos a los muy ricos y a las corporaciones con ingresos de más de un millón de dólares; una política de seguridad que reduce el enfoque policial tradicional y prioriza estrategias comunitarias de salud mental y prevención.

Lo más importante, creo yo, es que reconoció que el tema de la desigualdad económica sigue siendo la preocupación básica de la gente, y por ello su mensaje caló profundamente en los jóvenes y en la clase trabajadora.

La medida convencional más sencilla de la desigualdad, conocida como índice de Gini, es hoy más alta que en cualquier otro momento de la historia moderna de Estados Unidos, salvo por un pico en 2018-2019. Hoy, el 69% de la riqueza de Estados Unidos está en manos del 10% más rico.

Según algunas encuestas a pie de urna, Mamdani solo perdió a los votantes que ganan menos de 30 mil dólares y a aquellos que ganan más de 300 mil dólares.

En su campaña, Mamdani ignoró los trillados mensajes de los partidos tradicionales, tanto de izquierda como de derecha, empecinados en negar el aumento del costo de vida que la gente ve y sufre a diario cuando compra víveres en el mercado, y evitó sumarse a las guerras culturales dominantes en la última década.

Rechazó el fatigoso mensaje de una izquierda empeñada en reinventar el lenguaje imponiendo el uso de “ellos/ellas” en el habla cotidiana en lugar de proponer soluciones para abaratar el coste de la vida, al tiempo que criticaba a los republicanos por su obsesiva idealización acrítica del mercado, su excesiva valoración del mérito, su nostalgia por un pasado injusto, su profundo miedo al cambio social y su desprecio por la cultura y el pensamiento crítico.

Evidentemente, las propuestas de Mamdani tienen muchos riesgos, limitaciones y consecuencias impredecibles, pero la pregunta central, en todo caso, sería si son viables.

Los electores esperan que Mamdani cumpla sus promesas, mientras que sus críticos le auguran un fracaso estrepitoso, sobre todo porque algunas de sus propuestas requieren aprobación de otras entidades fuera de su control; también porque hay muchas dudas de que el capital recaudado en impuestos sería suficiente para financiar sus proyectos; y porque hay dudas razonables de su sostenibilidad a largo plazo.

Desde un punto de vista neutral, es absolutamente cierto que su programa presenta riesgos importantes en recaudación, implementación burocrática y oposición política.

Pero no podemos olvidar la grandeza de su visión del futuro para intentar paliar la desigualdad económica en su ciudad y enfrentar un problema que ha existido a lo largo de la historia de la humanidad, desde que se estableció la propiedad privada de la tierra y se instauraron jerarquías estables con estructuras sociales que determinaron quién tendría poder y riqueza y quién no.

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