Colaborador Invitado

Los riesgos de un mundo tan interconectado

Incluso los gigantes tecnológicos tarde o temprano están expuestos a fallos, lo que no debería sorprendernos porque la perfección no es algo que pueda lograrse en las relaciones humanas, comerciales y empresariales.

Vicerrector de la Universidad Panamericana, Campus México.

Aún cuando en el día a día nos hemos acostumbrado, todavía encuentro asombroso lo dinámico e interconectado que se ha vuelto el mundo de los negocios, impulsado principalmente por los grandes cambios tecnológicos. ¿O cómo es que un negocio que comenzó como una librería en línea en 1994, sólo 30 años después ocasionó una falla global en la nube que generó una parálisis en cientos de instituciones tecnológicas y financieras y que se estima que en solo unas horas ocasionó pérdidas superiores a los 500 millones de dólares?

Esta falla global en la nube de Amazon nos muestra cuán interconectados estamos, pero también cuán vulnerables somos. En el mundo digital en el que vivimos, negocios, gobiernos y consumidores dependemos de servicios de infraestructura en la nube. Gracias a esto, todo funciona con más velocidad, más eficiencia, más competitividad y comodidad, pero cuando falla, los colapsos y consecuencias son abruptas.

De acuerdo a la BBC, en la actualidad, Amazon se ha convertido en una de las principales columnas vertebrales del internet ya que permite y administra el funcionamiento de un tercio de lo que sucede en la web a través del espacio de almacenamiento y gestión de bases de datos que ofrece a las empresas, evitando que las organizaciones inviertan en estas configuraciones que son costosas y complejas. Desde su unidad Amazon Web Services (AWS), debido a toda la información con la que cuenta, hace más sencillo conectar el tráfico de todas las plataformas. Desde los orígenes de Amazon, su ADN estaba marcado por dos ideas que han acompañado a la empresa: (1) el propio nombre de la organización que se relaciona al río más grande del mundo lo que refleja su ambición y alcance global y (2) el lema de la compañía que dice “get big fast”, hazte grande rápido; y así ha sido. A 8 años de su creación, en 2002, inició AWS como un conjunto de herramientas para desarrolladores que en pocos años se transformó en servicios de nube y cómputo; hoy es la empresa líder mundial en computación en la nube.

El incidente se dio en un centro de datos en su sede más antigua de Virginia y se dio por algo llamado Sistema de Nombres de Dominio que es clave para la conectividad y funcionamiento de los servicios alojados en la nube de Amazon. Si bien el error fue corregido en horas, dejó fuera de servicio a numerosas aplicaciones, sitios web, bancos, aerolíneas, plataformas de entretenimiento, redes sociales, entre otros, lo que refleja la fragilidad del entorno empresarial en materia tecnológica. Esta situación debería servir como una llamada de atención para muchas organizaciones con alta dependencia hacia un único proveedor de servicios de nube. Al mismo tiempo, a todos nos debería recordar que incluso los gigantes tecnológicos tarde o temprano están expuestos a fallos, lo que no debería sorprendernos porque la perfección no es algo que pueda lograrse en las relaciones humanas, comerciales y empresariales.

Pero lo que hace que esto no sea un problema menor es que ojalá Amazon fuera el proveedor de moda y ante una falla de esta magnitud, sus clientes pudieran voltear fácilmente a muchos otros competidores. No, esa no es la realidad. Después de Amazon, siguen otras dos compañías también gigantes: Google y Microsoft. Y un poco más abajo en el nivel competitivo, otra norteamericana como IBM. La única no estadounidense es la china Alibabá. Conclusión: en muy pocas manos está el control de la viabilidad y operación del internet, de los datos y de la tecnología, vehículos que hacen posible la realidad de la dinámica empresarial actual.

La tecnología ha sido probablemente la principal fuerza de cambio en el entorno empresarial e institucional. Hoy vemos que la digitalización está en prácticamente todos los sectores y todas las industrias y el momento al que nos enfrentamos es uno en el que se ha desbloqueado una cantidad sin precedente de datos e información. Todo esto también genera tensiones políticas y de ciberseguridad internacional pues la situación ya no involucra a solo unas empresas, sino que ya incluyen a organizaciones claves para el desarrollo económico y político del mundo.

El tema de la alta dependencia y de lo muy conectados que estamos no es nuevo. Hace muy pocos años lo vivimos en lo que se llamó la crisis global de los chips, fenómeno sucedido durante la pandemia y que afectó a casi todas las industrias, especialmente la automotriz, la electrónica y la de telecomunicaciones. Ello generó cierre de empresas principalmente en Asia oriental, aumento de precios en autos, electrónicos y electrodomésticos, cancelaciones masivas de pedidos y un aletargamiento general de bienes que eran necesarios en la sociedad.

Y unos pocos meses antes de esa crisis de escasez de semiconductores, fuimos testigos de otro fenómeno que se agravó por un mundo altamente interconectado. El propio COVID-19 que inició en un diciembre de 2019 en un pueblo de China, prácticamente desconocido para el mundo, en menos de 90 días el virus estaba propagado por todo el planeta, generando importantes pérdidas humanas, crisis económicas y sociales. Con estas situaciones muy similares ocurridas en los últimos 5 años, podríamos pensar que aprendimos la lección.

Sin embargo, a mi parecer, estamos frente a un fenómeno que podría reflejar un origen y riesgos similares a los antes mencionados y para el que percibo una emoción generalizada en el mundo de los negocios. Hemos escuchado del gran auge del mayor fabricante de chips de inteligencia artificial de alto nivel, NVIDIA, una compañía que ha logrado la mayor capitalización de mercado nunca antes vista de 5 billones de dólares. Una compañía que tuvo su origen en el mundo de los videojuegos, hoy produce los chips más adecuados para entrenar modelos de inteligencia artificial. Algunos se han referido a esta empresa como el nuevo oro y petróleo, sin embargo, hace apenas 8 años sus acciones valían menos del 1% del precio actual. ¿Estaremos ante un nuevo riesgo de colapso generalizado? Ojalá no.

Un último tema a considerar en materia de interconectividad es que los avances en la tecnología incrementan la presión para que el trabajo humano se automatice. De acuerdo a un estudio publicado por la Organización Internacional del Trabajo y el Fondo Monetario Internacional, aproximadamente 35% de los empleos en economías emergentes tendrán una alta exposición ante la inteligencia artificial, y de estos, menos de la mitad tendrán posibilidad de ser complementarios con otros temas que agreguen valor a las compañías, es decir, casi el 20% de los empleos podrían desaparecer.

La reflexión no es considerar que un mundo tan interconectado y digitalizado es malo. La tecnología es un medio, no un fin y conviene capitalizar todo lo bueno que se genera de esta globalización acelerada, pero a la par de implementar mecanismos pertinentes que promuevan ambientes competitivos y regulaciones gubernamentales adecuadas para que el mundo no dependa de unos cuantos. La invitación es a aprender de los errores, a balancear la emoción y convencernos que conviene que la globalización tenga límites, que la concentración geográfica de bienes o servicios que se requieren en todo el plantea es un riesgo y, que de alguna u otra forma, se debería recobrar la “soberanía tecnológica”, que implica que el futuro empresarial no dependa de pocas manos.

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