Colaborador Invitado

La guerra contra la inflación es cosa del pasado

La guerra contra la inflación ya ha acabado, tanto al sur y al norte del Río Bravo como en el resto del mundo. Se lo explico a continuación.

En agosto, la variación del índice de precios de consumo (IPC) de México fue del 3.6% interanual, situándose en el extremo alto del rango objetivo del Banxico (de entre el 2% y el 4%): un dato que extiende la preocupación en torno a una ulterior subida de la inflación. Muchos temen, asimismo, que se produzcan subidas persistentes de los precios subyacentes o que las alzas salariales impulsen la inflación aún más. Esto, sumado a la aceleración de los precios en Estados Unidos y Europa, hace cundir el miedo a que se repita la situación que tuvo lugar entre 2021 y 2023 o, cuanto menos, a que se aplacen los recortes de los tipos de interés.

Se equivocan, porque la guerra contra la inflación ya ha acabado, tanto al sur y al norte del Río Bravo como en el resto del mundo. Se lo explico a continuación.

Es propio de la naturaleza humana seguir luchando contra los fantasmas del pasado: en este caso, hablo de la inflación galopante que sacudió a las familias poco después de la pandemia. En México, el IPC de agosto estaba un 33.0% por encima de los niveles de diciembre de 2019; en Estados Unidos, la diferencia era del 26.1%; en la eurozona, del 22.1%, y en el Reino Unido, del 28% hasta julio. Hay que tener en cuenta igualmente que el IPC subestima la realidad de muchas personas, quizá incluso la suya. A fin de cuentas, la destrucción no desaparece cuando las guerras terminan. La paz solo detiene el avance de la devastación.

Lo mismo sucede con la inflación. Cabe aclarar que los precios y la inflación no son lo mismo. La inflación es la velocidad a la que suben los precios. Es decir, el dato actual del IPC mexicano se suma a los totales de años anteriores. No obstante, pocas veces se produce una caída general de los precios o deflación. Y menos mal que es así.

Si hubiera una deflación persistente, la economía estaría experimentando una contracción grave. En efecto, volver al nivel del IPC previo a la pandemia supondría que los precios cayeran un 24.8%, un declive similar al observado durante la Gran Depresión en Estados Unidos, entre 1929 y 1933, lo que supondría una verdadera debacle. Así pues, acabar con la inflación no consiste en bajar los precios, sino en frenar las subidas hasta un ritmo normal.

En términos generales, las tasas de inflación se han moderado. El dato de México, 3.6%, palidece ante el máximo interanual del 8.7% de septiembre de 2022; y la desaceleración es igual de drástica en Estados Unidos, la eurozona y el Reino Unido. Los repuntes por encima o al nivel de los objetivos de la política monetaria (como es el caso actualmente) son habituales. Además, ningún banco central puede ajustar a la perfección los indicadores económicos a corto plazo. Acercarse ya es todo un logro, por lo hay que considerarlo un éxito.

Pero ¿podría volver a descontrolarse la inflación? No. Esta se produce cuando una cantidad de dinero demasiado grande demanda una cantidad escasa de bienes y servicios. Durante el alocado período de la pandemia, el agregado monetario M4 de México (el indicador más amplio del crecimiento de la oferta monetaria en el país) ascendió un 11.8 % interanual. México no fue el único afectado de un fenómeno que se generalizó por todo el mundo rápidamente durante la pandemia. El M3 de la eurozona escaló por encima del 12%, el M4 del Reino Unido, un 15%, y el estadounidense, un contundente 30%. Al final, el dinero no entiende de fronteras, las tendencias de la inflación son internacionales.

El episodio descrito tuvo lugar mientras los estrictos confinamientos frenaban la producción, las cadenas de suministro y la actividad económica. De ahí que la oferta monetaria inflada se tradujera en una cantidad de dinero excesivamente grande, demandando una cantidad limitada de bienes y servicios, lo que disparó la inflación.

En 2025, el M4 estadounidense creció un 4.4% en julio, por debajo de los niveles anteriores a la pandemia; el M3 de la eurozona, un 3.4%, y el M4 británico, un 3.9%. Es cierto que el ritmo de crecimiento del M4 mexicano (10.6%) ronda lo visto en la pandemia, pero los confinamientos son historia y el crecimiento monetario a escala internacional es lento, de modo que no ha impulsado la inflación. Y tampoco lo hará, dado que no hay combustible para reavivar la escalada de los precios ni en México ni en el resto del mundo.

Pese a ello, a muchos les preocupa que el sólido crecimiento de los sueldos, como el que ha experimentado México (del 6.6% interanual en julio), provoque una espiral salarios-precios que obligue a las empresas a encarecer sus productos para financiar los costes laborales. Con todo, esta teoría no es viable, ya que es la inflación la que causa las subidas de los salarios. El Premio Nobel Milton Friedman ya lo demostró hace 60 años.

Las subidas salariales son la forma que tiene la economía de paliar las secuelas de la inflación sin incurrir en una deflación generalizada. No son algo a lo que temer, por el contrario, son motivo de celebración, como la victoria en la guerra contra la inflación.

Ken Fisher

Ken Fisher

Fundador, presidente ejecutivo y codirector de inversiones de Fisher Investments

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