Director de análisis económico de Banco Multiva.
México, al igual que gran parte del mundo, enfrentó un episodio inflacionario de gran magnitud tras la pandemia y la reapertura económica, agravado por choques geopolíticos y disrupciones en las cadenas de suministro. Este conjunto de factores provocó el aumento de precios más alto y persistente en los últimos 25 años.
En respuesta, el Banco de México dio inicio, en junio de 2021, a un ciclo de alzas en su tasa de referencia, que partió de 4.0 % y alcanzó 11.25% en marzo de 2023. Este nivel se mantuvo estable hasta marzo de 2024, cuando el instituto central percibió señales de que el episodio inflacionario cedía, lo que arrancó un proceso gradual de relajamiento monetario que redujo la tasa objetivo hasta 10% durante 2024.
Ya en 2025, entre enero y julio, Banxico continuó con recortes sucesivos de 50 puntos base, en una trayectoria inusualmente predecible para sus estándares. En agosto y septiembre, el ritmo de ajuste se moderó a 25 puntos, confirmando que el ciclo de relajamiento seguiría, aunque sin la mecánica automática de las decisiones anteriores. Hoy, la tasa se ubica en 7.50%, mientras que el consenso de los especialistas la sitúa entre 7.00 y 7.50% al cierre del año, con expectativas de que las reducciones continúen en 2026.
Durante estos años, la tasa de interés objetivo se ha mantenido en un nivel relativamente restrictivo, acorde con el entorno inflacionario, pero su importancia va más allá de un simple dato técnico. La política monetaria opera (entre otros) por medio del canal del crédito, lo que afecta tanto el costo como la disponibilidad de financiamiento. Con tasas elevadas, los bancos se vuelven más cautelosos al otorgar préstamos, las empresas ven debilitada su posición financiera y su capacidad de pago, y los hogares ajustan su gasto presente, postergando el consumo y la inversión (Banxico, 2016).
La evidencia empírica respalda esta relación. Chiguil-Rojas, Esquivel y Leal (2024) documentan para México un efecto negativo de la tasa de referencia sobre la colocación de crédito: mayores tasas reducen el financiamiento, mientras que tasas menores podrían estimularlo, con lo que se refuerza la idea de que la política monetaria influye de manera concreta en la economía real a partir del crédito.
El “dinero caro”, por así decirlo, se ha sentido con especial intensidad en el financiamiento a las empresas. Tras detener su tendencia creciente en 2020 debido a la pandemia, el crédito otorgado por la banca comercial a empresas y personas físicas con actividades empresariales ha mostrado una recuperación muy lenta. En términos reales, descontando los efectos de la inflación, el financiamiento empresarial se contrajo 12.8 en 2021, para luego crecer de manera moderada 0.6% en 2022 y 2.7% en 2023. Ya en 2024, probablemente impulsado por la reducción de las tasas de interés, el crédito a las empresas registró un avance más significativo de 5.6%, para recuperar los niveles previos al inicio de la pandemia.
Si bien una política monetaria más laxa puede ser un estímulo para el crédito, esto por sí solo no garantiza su expansión. La actividad económica también ejerce un papel clave: en entornos de crecimiento, la demanda de financiamiento se incrementa, mientras que en periodos de debilidad se modera.
Esto ayuda a explicar por qué, a pesar de que la tasa de referencia se ubica 375 puntos base por debajo de su máximo reciente, es decir, en condiciones financieras mucho más favorables, el crédito a las empresas entre enero y junio de 2025 ha crecido apenas 0.59% respecto a diciembre de 2024. El año se ha caracterizado por un desempeño débil, con inversión deprimida y un entorno de elevada incertidumbre, factores que limitan la reacción del crédito incluso en un contexto de tasas más bajas.
El mayor dinamismo del crédito empresarial probablemente se observará hasta 2026, a medida que se consolide un crecimiento económico más sólido y se reduzca la incertidumbre en el comercio internacional, sumado, por supuesto, a condiciones de financiamiento significativamente más favorables.
En síntesis, las tasas de referencia más bajas ayudan a mejorar el ánimo y el apetito por crédito, pero este canal enfrenta límites estructurales mientras los agentes económicos no perciban un entorno seguro para asumir compromisos financieros de mediano y largo plazos.