Patricia Vázquez del Mercado, presidenta ejecutiva de Mexicanos Primero
El inicio de un nuevo ciclo escolar, si bien promete una etapa de crecimiento y aprendizaje, conlleva desafíos que exigen no solo adaptabilidad, sino también un análisis crítico y una resolución constante. En medio de un amplio debate sobre los libros de texto gratuitos y una implementación débil de un nuevo plan de estudios, aquellos que abren las puertas de las instituciones educativas a diario se enfrentan a desafíos que carecen de suficientes sistemas de apoyo y supervisión a lo largo del calendario escolar. La diversidad en el aula, la salud mental y socioemocional, la evaluación, la participación de la comunidad educativa y el papel de la tecnología son solo algunos de estos retos.
En primer lugar, la diversidad en el aula no puede ser simplemente celebrada sin someterse a cuestionamientos más profundos. La inclusión de estudiantes con diversas características culturales, lingüísticas y habilidades ha desafiado el sistema educativo tradicional durante décadas. La adaptación aquí no se trata solo de ajustarse a diferentes estilos de aprendizaje, sino de reconsiderar los planes de estudio y las metodologías subyacentes de manera particular. Los docentes son quienes encuentran nuevas formas de adaptar sus métodos de enseñanza para atender a la variedad de estilos de aprendizaje y necesidades de los estudiantes porque hay un vacío enorme en la actualización de los currículos.
En segundo lugar, el bienestar socioemocional de estudiantes y docentes ha cobrado una importancia sin precedentes. Las presiones académicas, sociales y personales tienen un impacto significativo en la salud mental. Las iniciativas de bienestar a menudo se centran en soluciones superficiales como ejercicios de relajación o consejos para manejar el estrés. El plan de estudios de reciente publicación, incorpora este tema a los campos formativos, pero carece de la formación adecuada para los docentes. Las escuelas no están exentas de las complejidades que enfrentan sus estudiantes, y proporcionar recursos y espacios seguros para abordar una educación socioemocional integral es urgente.
Sobre el cambio hacia evaluaciones formativas, el sistema educativo mexicano requiere de datos que sirvan como puntos de partida y llegada para tomar mejores decisiones. Las evaluaciones forman parte de las políticas educativas. La respuesta de las autoridades educativas ante este tema no debe ser política, tiene que ser responsable en cuestionar las prioridades de aprendizaje de los estudiantes y reflexionar sobre cómo el sistema educativo brinda mejores condiciones de progreso para las y los estudiantes.
Referente a la participación de la comunidad educativa, aunque ésta ofrece enormes oportunidades, también presenta importantes desafíos si no se visibilizan las dinámicas actuales y existentes. La gobernabilidad de las escuelas depende de superar las barreras de comunicación y establecer una relación de confianza entre todas las partes involucradas. Esto es un desafío constante, pero los beneficios se reflejan en un ciclo escolar exitoso.
Finalmente, el uso de la tecnología fuera y dentro del aula merece una reflexión profunda. Las tecnologías han transformado la forma en que aprendemos, accedemos y compartimos información. Esto se traslada al aula. En el sistema educativo mexicano, la brecha digital, las distracciones derivadas de los dispositivos y la necesidad de capacitar a los docentes en nuevas herramientas son obstáculos que deben superarse. La pandemia nos mostró que estos recursos son y continúan siendo puentes fundamentales para la comunicación y la difusión de la información educativa en la actualidad. Este tema ha sido olvidado en la agenda educativa nacional, pero es urgente una evaluación crítica de cómo las políticas gubernamentales y escolares pueden nivelar el terreno en el ámbito digital.
En Mexicanos Primero concluimos que el inicio de un ciclo escolar trae consigo una serie de desafíos que requieren una reflexión crítica y profunda. La adaptación a los cambios curriculares no debería ser un proceso superficial, sino una evaluación constante y profunda de cómo las prácticas educativas pueden perpetuar o desafiar las desigualdades existentes. La educación es primordial, ya que, a través de un enfoque conjunto y un compromiso constante con la mejora educativa, es posible transformar los desafíos en oportunidades de crecimiento para los estudiantes y para aquellos que los guían en su camino de aprendizaje.