Colaborador Invitado

Querida LIBOR, adiós

Al desaparecer LIBOR, todos los contratos pactados en LIBOR tenían que ser renegociados y redocumentados para reflejar la nueva tasa.

Mariano Gomezperalta C.*

LIBOR, la llamada cifra más importante del mundo, dejará de existir el próximo 30 de junio. Durante más de 40 años, LIBOR fue la principal tasa de referencia internacional. Trillones de dólares en préstamos y productos financieros la utilizaron como su tasa base de interés. Estuvo disponible en cinco monedas: la libra, el franco suizo, el euro, el yen y el dólar. Se fijaba todos los días mediante estimaciones proporcionadas por 18 bancos globales. En la jerga banquera, determinar LIBOR era ‘vestir a la novia’. ¿18 bancos globales construyendo LIBOR? Seguramente requería de complicadas fórmulas desarrolladas por los genios matemáticos del mundo financiero.

Nada de eso.

En 2012, la investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos sacó a la luz toneladas de testimonios, correos y chats, mostrando cómo banqueros de carne y hueso, a menudo jóvenes de mediana jerarquía, estimaban LIBOR muy a la ligera. Cerca de la hora del almuerzo y aparentemente sin mayor rigor analítico, respondían una pregunta: ¿a qué tasa crees que nos prestaría dinero ese banco? Las respuestas o ‘estimaciones’ las remitían a la Asociación Británica de Banqueros (BBA). Al recibirlas, la BBA eliminaba la estimación más alta y la más baja, promediaba las restantes y ya está. Ahí tienes LIBOR para el día de hoy.

Para algunos en el sector financiero, hacer dinero con la tasa LIBOR era tan simple como vender fruta en un mercado: comprar barato, vender caro y quedarse con la diferencia. LIBOR se expresa en ‘puntos base’, 100 puntos equivalen a 1.0 por ciento. Cuando vemos que un banco otorga un préstamo en dólares, frecuentemente hay detrás una tasa LIBOR. Por ejemplo, si en un préstamo la tasa de interés es LIBOR más 3.0 por ciento y LIBOR es 0.5 por ciento, el interés es del 3.5 por ciento. Reduciéndolo a lo más elemental, LIBOR es el costo para el banco de conseguir el dinero que después va a prestar, y el adicional, ese 3.0 por ciento, es su ganancia. Como el frutero, a mayor margen entre el costo de los fondos y el interés cobrado, mayor la ganancia.

Pero como en todos lados se venden piñas, las autoridades reguladoras de los principales mercados estuvieron ausentes y dieron pie a que banqueros de Londres y otras latitudes manipularan LIBOR indebidamente. Algunos corredores o traders cuantificaron que mover LIBOR en un punto base les daba a ganar 750 mil dólares. Con un incentivo así, era evidente que aflorarían todo tipo de irregularidades. El Departamento de Justicia las exhibió en tribunales, incluyendo chats incastos entre banqueros y traders. Como estos:

“Un toquecito al alza mañana, por favor”, le piden a uno.

“Voy por 90 [puntos base] aunque debería poner 91″, dice otro; y le responde el favorecido: “cuando me retire y escriba un libro sobre este negocio, tu nombre estará en letras doradas”. A lo que contesta el banquero: “Preferiría que esto no aparezca en ningún libro”.

“Necesito que la mantengas lo más bajo posible, ¿de acuerdo? Te pagaré, ya sabes, $50,000, $100,000, lo que sea. Lo que quieras…”, dice otro.

Uno más: “De acuerdo, moveré la curva 1 [punto base] o más si puedo”.

“Amigo [dude]. Te la debo”, celebra otro.

¿El resultado? Admisiones de culpabilidad y multas millonarias pagadas por los bancos más prestigiados del mundo. Y un hombre en prisión, Tom Hayes. Y el fin de LIBOR.

Y se vino el desastre. Por un lado, el atolladero financiero. El mundo tuvo que encontrar nuevas tasas que sustituyeran a LIBOR y que no tuvieran los mismos vicios. Estados Unidos optó por la tasa SOFR calculada por la Reserva Federal a partir de transacciones reales (no hipotéticas, como LIBOR). La elección de tasas sustitutas trajo acalorados debates entre los financieros más célebres del planeta. No era para menos. Las tasas sustitutas implicaban una reasignación de costos y beneficios. Si la nueva tasa era más baja, ganaba el deudor y perdía el acreedor, y viceversa. Se implementaron márgenes o spreads para tratar de obtener un desenlace equitativo.

Por otra parte, el zafarrancho legal. Al desaparecer LIBOR, todos los contratos pactados en LIBOR tenían que ser renegociados y redocumentados para reflejar la nueva tasa. Ello implicaba sentar a la mesa a miles de acreedores y deudores, muchos de los cuales no se habían visto en años, para que acordaran los cambios correspondientes. Misión imposible. Para resolverlo, Estados Unidos promulgó la Legislación LIBOR para que los acreedores atascados tuvieran una salida: de no existir acuerdo entre las partes, la ley impone que la tasa sustituta es SOFR.

Todo parece ahora que va medianamente encaminado y en orden. El romance de los banqueros con LIBOR termina el 30 de junio y una nueva novia ha tomado su lugar.

*El autor ha sido abogado de gobiernos e inversionistas internacionales en disputas de inversión y ha fungido como miembro de diversos tribunales internacionales

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