Clemente Ruiz Duran

Globalización cuestionada: necesidad de una reflexión nacional

Las disrupciones en las cadenas globales de valor se verán reflejadas en un aumento en la inflación global, creando un escenario de estanflación (lento crecimiento y alta inflación).

La economía mundial se enfrenta a un reto inesperado: la afectación de las cadenas globales de valor por la guerra en Ucrania. A principios de 2022 la Organización Mundial de Comercio preveía que, en medio de todos los problemas provocados por la pandemia, en la recuperación se mantendrían las corrientes comerciales, lo que generaría efectos multiplicadores globales que alentarían el desarrollo de la economía mundial. En esos momentos no se preveía el surgimiento de un conflicto armado, el cuál traería un bloqueo comercial como mecanismo para contener la guerra. Los más optimistas sugerían que la guerra duraría unos días; sin embargo, después de quince días, la continuación de la guerra ha llevado a un endurecimiento de las sanciones comerciales y financieras en contra de Rusia. Todo esto ha llevado a un alza en los precios del petróleo y el gas, lo que ha alentado el alza de la inflación a nivel global. A lo anterior se suma que las naciones en conflicto tienen cerca de 30 por ciento de las exportaciones del trigo en el mundo, por lo que el conflicto en curso y su impacto en la producción y logística de embarques ha generado preocupaciones sobre una posible escasez global de granos y fertilizantes. El Banco Central Europeo rebajó en medio punto porcentual su previsión de crecimiento del PIB de la Eurozona para 2022, al tiempo que elevó en casi dos puntos porcentuales su previsión de inflación debido al impacto económico de la guerra en Ucrania. Esta guerra “tendrá un impacto significativo en la actividad económica y en la inflación, con el aumento de los precios de la energía y de las materias primas, la perturbación del comercio internacional y la confianza”, mencionó la presidenta del BCE, Christine Lagarde, en rueda de prensa al presentar los datos.

Las disrupciones en las cadenas globales de valor se verán reflejadas en un aumento en la inflación global, creando un escenario de estanflación (lento crecimiento y alta inflación). Lo anterior está provocando de igual forma volatilidad bursátil. Este escenario se topa adicionalmente con una economía mundial que busca recuperarse después de dos años de pandemia, creando un escenario complejo, ya que gobiernos como el de Estados Unidos que diseñaron paquetes presupuestales amplios para enfrentar la pandemia, ahora tendrán límites para utilizar una política de gasto que estimule la economía. A lo anterior se suma que la respuesta a la guerra ha sido la desarticulación de las cadenas de valor bajo el supuesto que esto doblegaría a Rusia. Los banqueros centrales tenderán a elevar las tasas de interés, empezando el día de hoy con la Reserva Federal, lo cual sacudirá las carteras de inversión y ralentizará la recuperación económica. Las comparaciones con otros contextos históricos traumáticos proliferan, tales como la crisis del petróleo de los setenta -el impacto en los precios del crudo de la Revolución iraní de 1979-. Las lecciones de los setenta aconsejan calma y el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ha insistido en que el banco se moverá “con cuidado” a la hora de endurecer su política monetaria. Los acontecimientos recientes ponen en una situación difícil a todos los banqueros centrales ya que sus decisiones en vez de contribuir a reducir la volatilidad de los mercados puede desestabilizarlos aún más. En el caso de México es de esperarse que el Banco Central se acople con el alza de las tasas de interés en Estados Unidos, lo que debilitará aún más la incipiente recuperación económica. Incluso el presidente Biden lo acepta al anunciar el veto a la importación de crudo ruso: “Defender la libertad tiene un coste, también para nosotros”.

Las señales son contradictorias, cambiantes, pero en el fondo está el problema de la disrupción de las cadenas globales de valor que es el fundamento sobre el que se ha articulado la economía mundial. Algunos argumentaran que esto puede ayudar a un cambio y fortalecer a las economías nacionales, esto suena bien, pero requiere de una estrategia de cómo rearticular las economías. El problema es que lo que está aconteciendo nadie lo tenía previsto y por lo mismo estamos entrando a escenarios complejos en los cuales se requiere de estrategias nacionales en donde se tenga claridad de qué medidas tomar para reducir los daños y alentar la inversión en sectores claves para un crecimiento diferente. México viene de una etapa de lento crecimiento, y esto tenderá a afectarnos más. El crecimiento del PIB entre 2019 a 2021 fue negativo; si se considera el crecimiento de la población, el PIB por habitante se redujo en más de 3 por ciento. Esto demandaría que México creciera más aceleradamente, sin embargo, la disrupción de las cadenas de suministro, ya tensadas desde la aparición de la variante delta del coronavirus, se colocan como un nuevo obstáculo para el crecimiento, sobre todo para los sectores más modernos, ya que materiales como el níquel, el aluminio o el gas neón, por no citar el tungsteno, cuyas reservas mundiales se reparten China y Rusia, son esenciales en la fabricación de láseres, baterías electrónicas, semiconductores, instalaciones de energías limpias e industria automovilística. Es decir, la amenaza de un ulterior desabastecimiento podría paralizar la actividad en sectores ya afectados durante 2021. Pero también en el sector primario: los agricultores se preparan para un aumento en el precio de los fertilizantes, ya en niveles récord antes del conflicto. Rusia, productor mundial de abonos de bajo costo y gran volumen, es el segundo mayor productor del mundo de potasa después de Canadá, un nutriente clave utilizado en los principales cultivos, lo que tendrá consecuencias directas en el precio de algunos alimentos. Se requiere crear un consejo económico de emergencia que diseñe una estrategia que reduzca los daños de este desabastecimiento de las cadenas globales de valor. Es momento de acción y reflexión para los responsables de la política económica del país. Esperamos que no se trivialice la situación, sino que se tomen acciones que reduzcan los daños sobre la economía nacional.

COLUMNAS ANTERIORES

Los retos del sistema financiero para 2030
Renovando el proyecto industrial

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.