Economía Política

Informalidad laboral: Navidad sin aguinaldo

33 millones de trabajadores informales tampoco tendrán el aguinaldo que en términos legales debe recibir todo empleado.

El eslabón básico que une a la economía con la población es el empleo. Si una economía genera empleo estable y seguro, la población tendrá una existencia material estable y segura; si el tipo de ocupación es precario, la precariedad marcará el día a día de los habitantes. En suma, la calidad de vida de la gente depende de la calidad del empleo.

Si algo caracteriza al mercado de trabajo en México es la persistencia de una alta informalidad. Pasan los años, se agota el “bono demográfico” —tener más personas en edad productiva que de dependencia— y el país continúa con una extensa precariedad laboral que afecta la vida de la mayoría de la población. Informalidad laboral y bienestar son incompatibles.

Cifras de INEGI revelan que al cierre del tercer trimestre de 2025 había 59.5 millones de trabajadores ocupados en México, de los que 33 millones eran informales (una tasa de informalidad de 55.4 por ciento).

Así, casi seis de cada diez trabajadores mexicanos laboran en condiciones vulnerables, en micronegocios o incluso en unidades económicas registradas formalmente, pero que no otorgan acceso a la seguridad social.

Esos 33 millones de trabajadores informales carecen de contrato laboral, no cuentan con periodos vacacionales remunerados, no acumulan antigüedad para la jubilación, no pueden acogerse a bajas por maternidad o enfermedad y tampoco tendrán el aguinaldo que en términos legales debe recibir todo empleado cada fin de año. Para esos trabajadores, la precariedad laboral implica también la precariedad en la vida cotidiana de sus familias.

Forman parte de la población económicamente activa, desean contribuir a generar riqueza en el país, son gente que trabaja muchas horas (de los ocupados, 28.7 millones tienen jornadas de entre 35 y 48 horas a la semana y 14.7 millones laboran más de 48 horas semanales), pero ese esfuerzo laboral no les brinda cobertura médica a ellos y sus dependientes, ni tras décadas de trabajo podrán contar con una pensión contributiva mínima para la vejez.

Para dar una idea del desperdicio productivo que para México, la décimo quinta economía del mundo, implica tener a 33 millones de trabajadores en la informalidad, baste decir que se trata de una cifra superior a la de todos los trabajadores de que dispone Francia (28.1 millones), que es la séptima economía global; una cifra una vez y media más grande que la de ocupados en España (22 millones), la décimo cuarta economía del orbe; y el volumen del empleo informal en México es equivalente a todos los trabajadores ocupados en el Reino Unido (34 millones), que es la sexta economía del mundo.

Es decir, México disfruta de una dotación privilegiada de factor trabajo que no logra usar productivamente.

Todas las naciones mencionadas tienen tasas de desempleo más altas (entre 5 y 10.5 por ciento) que México (2.6 por ciento), lo cual no quiere decir que nuestra economía funcione mejor.

En esas naciones casi todo el empleo es formal, hay seguro público que cubre el desempleo y, por tanto, quien no está ocupado aparece en las estadísticas como desempleado abierto.

En México, el desempleo es tan bajo porque quien no accede al empleo formal no tiene de otra que ocuparse en la informalidad. Para aparecer como “ocupado” en la encuesta de empleo, basta con declarar que se laboró una hora en la semana previa.

Así, en un país como el nuestro, donde no existe el seguro de desempleo y las familias afrontan múltiples carencias, estar desempleado es un lujo que pocos pueden darse.

Por ello, el indicador que mejor retrata la realidad laboral en México no es la tasa de desempleo (2.6 por ciento), sino la de informalidad (55.4 por ciento). Hace veinte años, esta tasa era 59.9 por ciento, por lo que se ha reducido menos de cinco puntos en dos décadas y repuntó en el último año (era 54.6 por ciento).

A este paso, costará más de siglo y medio disminuir la informalidad a niveles aceptables. Como en ese plazo, Keynes dixit, ninguno de los vivos lo estará, más vale encontrar alternativas.

La persistencia de la informalidad en México coincide con el bajo crecimiento de la economía. La informalidad es sobre todo resultado de la macroeconomía: si la inversión no crece, tampoco lo hace la actividad económica ni hay suficiente creación de empleo formal.

Solo rompiendo el ciclo de largo estancamiento se podrá fracturar la perniciosa informalidad. O será como siempre: para la mayoría, la Navidad sin aguinaldo y el país maltrecho.

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