Desde Otro Ángulo

'Casta' o los libros que te cambian

Lo que hace portentoso al libro de Wilkerson no es el horror que nos revela, sino las historias concretas y entrañables a través de las cuales lo retrata.

Últimamente me pasa que más que yo encontrar un libro, ciertos libros me encuentran a mí. El más reciente en esta categoría es Casta: los orígenes de nuestro descontento, de Isabel Wilkerson.

Antes de leerlo, yo no sabía prácticamente nada sobre los afroamericanos y su historia en Estados Unidos. Mientras leía Casta, fui conociendo la magnitud del horror del que han sido objeto durante cuatro siglos y enterándome de cómo la inmensidad de su sufrimiento es parte constitutiva de la hechura de fondo de los Estados Unidos de América.

Lo que hace portentoso al libro de Wilkerson, sin embargo, no es el horror que nos revela, sino las historias concretas y entrañables a través de las cuales lo retrata, y la mirada esclarecedora desde la cual lo interpreta. Su propuesta interpretativa es radical. El lugar de los afroamericanos en Estados Unidos no es un pedacito marginal de la arquitectura de ese país y para entender la relación entre blancos y negros la noción de 'racismo' sencillamente no alcanza. Todo lo relativo a la relación a blancos y negros, así como la historia completa de Estados Unidos sólo pueden entenderse desde la operación de un sistema de castas bipolar que, durante cuatro siglos interminables, ha distribuido y fijado roles, expectativas, virtudes, defectos, derechos, posibilidades e imposibilidades radicalmente distintos para la casta dominante (los blancos) y para la casta subordinada (los negros). Si la 'raza' es la piel de ese orden jerárquico, nos dice la autora, la casta representa sus huesos.

En el sistema de castas de Estados Unidos, al igual que en el de India o el de la Alemania nazi, el criterio para diferenciar a las castas es arbitrario, en el sentido de elegido e inventado originalmente por la casta dominante (podría ser, dice Wilkerson, el color de piel o la estatura o cualquier cosa). Los soportes que permiten la reproducción y estabilidad de un sistema de castas son diversos. Están, desde luego, el terror y la violencia, ejercidos sin control por parte de la casta dominante y sin posibilidad de defensa por parte de la casta subordinada. Está, también, la introyección subjetiva en todos los participantes de una suerte de guion teatral de roles y valías inapelables que se vive como parte del "orden natural e incambiable de las cosas". Finalmente, y como piedra angular de la operación y reproducción de ese sistema, está la deshumanización de la casta subordinada, es decir, su construcción social como grupo genérico –sin individualidades– que es visto y tratado como no cabal o plenamente humano.

Casta no sólo me encontró, también me cambió; me transformó de golpe. Lo hizo volviéndome visibles unos lentes espantosos que ni sabía que traía puestos. Al contacto con la luz, aquellos lentes viejos se desbarataron y, en su lugar, aparecieron unos nuevos. Unos anteojos frescos que amplían mi mirada y la hacen, a un tiempo, más suave y más aguda.

El libro de Wilkerson me permitió acercarme a un grupo humano que desconocía y, con respecto al cual, el libro mismo me hizo ver que yo tenía prejuicios sobre los que ni siquiera había reparado mayormente. Con sus historias de violencia y sufrimiento escalofriantes, contadas no desde resentimiento sino desde la esperanza de un mundo sin castas y desde el amor a sus antepasados, la autora nos acerca y humaniza profundamente a ese grupo histórica y sistemáticamente separado del resto de los humanos.

La lectura de Casta más que una simple lectura ha sido para mí una experiencia estética, intelectual y moral formidable. En sus páginas, descubrí partes oscuras y centrales de un país –Estados Unidos– que creía conocer bastante. Gracias a ello, pude entender mucho mejor que antes lo que está ocurriendo política, social y culturalmente en Estados Unidos, en particular de 2016 a la fecha. Pude ver, en concreto, que una pieza clave de la explicación de fondo del poder de Trump tiene que ver con su capacidad para representar el coletazo de esa casta dominante blanca –muy especialmente, de sus segmentos más pobres y menos educados– que se siente amenazada existencialmente por el crecimiento, así como por los avances conseguidos por los no blancos de ese país las últimas décadas. Pude entender, en breve, a Donald Trump como la figura que moviliza el temor y el resentimiento de un amplio segmento de la casta dominante estadounidense –los hombres blancos con empleos cada vez más precarios e inestables– cuya 'blanquitud' es lo único que les queda para seguir sintiéndose parte de la casta superior.

Además de todo lo que aprendí de Wilkerson sobre Estados Unidos en general y sobre los afroamericanos en particular, los lentes nuevos que me dio también me provocaron muchas preguntas con respecto a la naturaleza, las entrañas y los sostenes de la desigualdad y las jerarquías sociales en México. Seguiré rumiando esas preguntas y compartiré aquí algunas de mis reflexiones al respecto.

Si no lo conocen o no lo han leído, lean Casta y sumérjanse en una experiencia memorable.

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