Benjamin Hill

Aeropuerto, en el aire

El NAICM es un ejemplo de vanguardia de ingeniería, pero es un ejemplo de que nuestro futuro depende del voto que ejerzamos.

El viernes pasado participé en una visita guiada por las obras del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM). Pude ver el avance, escuchar explicaciones detalladas y hacer preguntas en una sesión cerrada con Ricardo Dueñas Espriú, director corporativo de finanzas del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM), empresa propiedad del gobierno federal y responsable de la obra. Entre lo que discutimos están los trabajos de ingeniería para prevenir –o controlar más bien– los hundimientos en un terreno que fue parte del Lago de Texcoco y que está compuesto de arcilla con un 70 por ciento de contenido de agua, para lo cual se 'exprimirá' el terreno, drenando el agua de la tierra y generando una suerte de hundimiento preventivo y controlado. También pudimos ver las obras de cimentación de la Torre de Control, que tendrá 80 metros de altura, así como del edificio terminal, el cual estará sostenido por columnas que a la vez funcionarán como tomas de aire que disminuirán la necesidad de consumir energía en aire acondicionado y calefacción, y que con el uso de fuentes de energía sustentables el impacto ambiental de la terminal será mínimo. Se espera que el NAICM alcance la certificación Leed Platinium, para convertirlo en el aeropuerto más sustentable del mundo.

El proyecto se construye en un terreno de cuatro mil 500 hectáreas, casi siete veces más grande que el terreno del actual Aeropuerto Benito Juárez, y el costo total estimado, en 2014, es de 13 mil 300 millones de dólares. El camino a los terrenos del NAICM me pareció bastante accesible, hicimos entre 15 y 20 minutos de la actual terminal 1, tiempo que podría acortarse con los proyectos de ampliación de la autopista de acceso (la México-Texcoco) de cuatro a diez carriles, un segundo piso del Periférico Oriente, nuevas vialidades que conectarán el NAICM con la Calzada I. Zaragoza y el Circuito Exterior Mexiquense, además de una estación de Mexibús (la versión del Metrobús en el Estado de México), una nueva estación de Metro conectada a la red de la Ciudad de México, y el tren ligero que correrá de Observatorio al NAICM. La barda perimetral de 31 kilómetros ya está terminada, y hay avances importantes en la parte de ingeniería de suelos, del edificio terminal, sistema eléctrico, pistas y torre de control.

El financiamiento se hace a través de un esquema mixto en el que participan el gobierno federal, inversionistas y los propios usuarios del aeropuerto, por medio de la Tarifa de Uso Aeroportuario (TUA) –23.20 dólares para vuelos nacionales y 44.07 dólares para vuelos internacionales– que paga cada pasajero y que está integrada al costo del boleto. Los recursos provenientes del TUA se depositan en un fideicomiso, el cual es un vehículo para la contratación de créditos y la emisión de bonos hasta por seis mil millones de dólares, de tal forma que el NAICM no generará deuda pública.

Debo confesar que la grandiosidad de la obra, la complejidad de la ingeniería, las alianzas que ya se han hecho con empresas y organismos internacionales, los beneficios esperados y, de forma especial, el entusiasmo y brillo en los ojos de los jóvenes ingenieros y economistas que trabajan para el GACM y que nos dieron las explicaciones, me invitaron a reflexionar sobre el futuro de México en un año en el que nos encontraremos como cada seis, ante una encrucijada electoral. Y esta reflexión me parece relevante después de ver un video que circula en redes sociales, y que forma parte del documental llamado 'Esto soy', donde Andrés M. López Obrador explica las razones por las cuales cancelará el proyecto del NAICM. Dice que no es necesario construir un nuevo aeropuerto ya que sólo se requiere ampliar una pista al aeropuerto actual y dos al aeropuerto militar de Santa Lucía. En realidad, ambos aeropuertos no pueden operar con un alto nivel de tráfico aéreo al mismo tiempo, los aviones chocarían, esa es la razón por la cual durante el desfile militar se cierra momentáneamente el Aeropuerto Benito Juárez. También dice que el hundimiento del terreno hace inviable la construcción de un nuevo aeropuerto. Irónicamente, lo cierto es que el actual aeropuerto es el que se hunde aceleradamente por no haber sido construido con la ingeniería que sí se utilizan hoy para el NAICM. Lo demás son palabras que forman parte de una retórica confusa, profusa y difusa que todos hemos escuchado y en la que se alude a mafias, abusos y acuerdos oscuros, sin ofrecer pruebas de ninguna índole y en la que se enredan conceptos básicos para un aspirante serio a la presidencia, como la diferencia entre gasto e inversión.

En el camino de regreso me pregunté en qué momento los mexicanos nos colocamos en una situación de vulnerabilidad sobre nuestro futuro desarrollo a propósito de las elecciones; cómo es que este proyecto, con sus obvios beneficios, se encuentra en el aire; en qué momento la discusión política nos llevó a considerar que las diferencias entre partidos políticos exigen la cancelación de proyectos como este –y el NAICM por desgracia es sólo un ejemplo– sólo porque es de un gobierno de color distinto, sin argumentos sólidos, sólo por alimentar una revancha obtusa, alimentada por un odio atávico.

Me estremece ver que las personas de bien, interesadas en el desarrollo de México, que acompañan a Morena, y que seguro las hay, callan de forma irresponsable ante esta propuesta apocalíptica, aunque a fin de cuentas ellos están en un proyecto personal. Pero me inquietaría todavía más comprobar que entre quienes vamos a votar y no pertenecemos a partidos y coaliciones, seamos incapaces de ver que ante la irracionalidad que no acepta argumentos y la ambición política que no respeta lealtades, México se merece un futuro mejor, afianzado en la certidumbre y las buenas razones, en la preservación de lo bueno y en la mejora de lo que es perfectible, y de que lo único que nos queda para defender ese futuro es nuestro voto.

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