Benjamin Hill

Get Back

Para quienes tuvimos la suerte de crecer escuchando a los Beatles, el documental es un atisbo a la intimidad de una de las agrupaciones más creativas e influyentes de la cultura popular.

Creo que el primero fue el representante de Singapur. Eran cerca de las nueve de la noche; llevábamos cerca de 12 horas tratando de darle forma a una propuesta general de mecanismo de cumplimiento de la Convención Anticorrupción de la ONU, en Viena. Los traductores, personal sindicalizado, hicieron valer sus derechos laborales y se habían retirado a las seis de la tarde, por lo que la discusión siguió en inglés. Estando todos cansados y frustrados, sin ver en el futuro cercano un compromiso y viendo la fecha límite aproximarse, el representante de Singapur pidió un turno al micrófono y dijo que se nos venía la noche después de un día muy duro –A hard day’s night–; dijo que sentía como si hubiéramos trabajado ocho días en una semana –Eight days a week– y que necesitábamos urgentemente ayuda –Help. Pidió la palabra el representante de Holanda, quien dijo que se requería trabajar juntos y unirnos –Come together. El de Estados Unidos agregó que se requería hacer algo –Something– para enderezar lo que hasta entonces había sido un largo y sinuoso camino de negociaciones –Long and winding road. En mi turno como representante de México, quise aportar una nota optimista y dije que estaba seguro de que podríamos arribar a una solución –We can work it out. Los de Jordania, Grecia, Egipto y la de Suecia siguieron el juego.

Get Back, el recientemente estrenado documental de Peter Jackson sobre los Beatles, es una auténtica prueba de resistencia. Casi ocho horas de pietaje y audio filmados y grabados a principios de 1969, se entiende que no cualquiera pueda tolerar semejante maratón de discusiones interrumpidas e inconexas y de ensayos repetitivos de canciones inacabadas. A menos de que los Beatles hayan sido parte de tu vida y de tu educación musical, es difícil que este documental pueda tolerarse de principio a fin. Pero para quienes tuvimos la suerte de crecer escuchando a los Beatles, este documental es un atisbo a la intimidad de una de las agrupaciones más creativas e influyentes en la historia de la cultura popular, de verlos en plena madurez musical, justo unos meses antes de que decidieron separarse.

Los Beatles establecieron parámetros de creación musical bastante alarmantes para cualquier otra agrupación. Considerando su impacto en la cultura popular y el volumen de su fecundidad musical, es notable recordar que estuvieron juntos menos de ocho años (1962-1970), y que cuando se separaron, el mayor de ellos –John Lennon– tenía apenas 29 años. Cuando compusieron Eleanor Rigby, una canción musicalmente magistral que aborda temas vinculados con la nostalgia, el abandono, la irrelevancia y la soledad de la vejez, Lennon y McCartney tenían 26 y 24 años. Get Back permite ver la dinámica privada de trabajo de un grupo de cuatro personas dotadas de un talento y una precocidad inusuales, con una capacidad de creación que se alimentaba mutuamente. El documental es un boleto de primera fila para atestiguar el proceso creativo de estos jóvenes de alma vieja mientras componen las canciones de los álbumes Let it be y Abbey Road.

Hay varios aspectos del documental que me parecieron sorprendentes. En primer lugar, la fluidez y la facilidad con la que se conectaban musicalmente; las armonías, el entendimiento entre los cuatro, la naturalidad con la que agregan mejoras a cada versión de cada canción que iban tocando hasta que alcanzaban lo que querían de cada una. Lo más notable de este proceso creativo sea que posiblemente el 90 por ciento del tiempo de los ensayos está dedicado exclusivamente a la diversión, al juego, a la chunga. Me hizo pensar en el rol del juego en la creatividad, que tal vez sea más o menos evidente, pero también sobre su papel en la productividad. Es un lugar común pensar que la productividad es el premio por la dedicación y el esfuerzo, pero tal vez también sea cierto que hacemos más cuando se hace con alegría, efervescencia y ligereza; con gusto más que con resignación; jugando en lugar de luchar; arrojándonos de lleno en la chacota en lugar de resistir la pesadez de la faena.

En Viena, no sé si el juego que hicimos con títulos de canciones de los Beatles ayudó a aliviar las desconfianzas entre países que no se miran a los ojos y aligerar los aspectos farragosos de la discusión, pero lo cierto es que en los siguientes días logramos alcanzar un acuerdo general. Después de esa sesión y al paso de los días, cuando me cruzaba con esos representantes de países en los pasillos, aquellos señores y señoras que siempre guardaron las formas y se conducían con la dignidad, la gravedad y elegancia de los viejos diplomáticos, me comenzaron a parecer desde entonces menos circunspectos y más cercanos, más parecidos a mí, tal vez hasta nos hicimos un poco amigos. No sé si eso mismo sintieron los demás, pero me traje a mi regreso la sensación de que muchas cosas, aun las difíciles son posibles... con una pequeña ayuda de los amigos.

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