Benjamin Hill

Los límites de la lealtad

Es posible que para muchos electores que habían considerado votar por Morena los errores y omisiones graves del gobierno hayan rebasado los límites de la lealtad partidista.

En los últimos días, la lealtad de los simpatizantes de Morena se ha puesto a prueba. La designación de Evelyn Salgado, hija de Félix Salgado como candidata de ese partido al gobierno de Guerrero y la tragedia de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, consecuencia de una cadena de malas decisiones y omisiones administrativas de varios gobiernos de la ciudad, se suman a otras actitudes y decisiones del gobierno que para muchos de sus simpatizantes parecen ser contradictorias con los principios, propuestas y compromisos de Morena. Es evidente que los hechos de los últimos días estiran al máximo la capacidad de quienes se identifican con el proyecto del gobierno para mantener su lealtad partidista. Con el tiempo, el efecto acumulado de las contradicciones y errores del gobierno y la aparición de casos de incongruencia de gran relevancia como los de los últimos días, pueden romper la liga que mantiene la identificación y lealtad partidista. La lealtad partidista tiene límites. Tal vez sus fronteras no están claramente definidas pero existen.

La lealtad partidista se alimenta de elementos que definen para el individuo una forma de ser en política y su manera de interpretar la actividad política, valorar las acciones de los líderes políticos y tener una opinión sobre diversos temas. La identificación partidaria suele ser muy fuerte y generalmente es el mejor predictor del voto en encuestas electorales, pero no es infinita ni es un cheque en blanco. Los simpatizantes de un gobierno pueden tolerar un mal desempeño administrativo, contradicciones en objetivos de política pública, casos de corrupción y traición a principios programáticos, pero hasta cierto punto.

Existen mecanismos que ayudan a mantener la identificación y lealtad con un grupo político a pesar de las contradicciones. Las explicaciones a modo para justificar incongruencias y pifias, que en el argot de la política norteamericana llaman spin y que en México se le ha dado el nombre de ‘maromas’, son acrobacias retóricas –algunas muy elaboradas y retorcidas– que sirven para defender la lealtad partidista ante la ostensible evidencia de errores, omisiones y discrepancias. Las maromas han sido instrumentales para tratar de apuntalar en la discusión pública la congruencia entre acciones y discurso cuando ambos se contradicen. También las contradicciones pueden tolerarse en consideración a que existe un ‘gran proyecto’ que está más allá de los errores menores que puedan cometerse y que el fin del camino justifica la adopción de medios que podrían ser cuestionables. En todo caso, la lealtad partidista y la identificación de una persona con un grupo político suelen ser un vínculo muy fuerte y difícil de romper. Se trata de un sentimiento de identificación que se expresa en la división entre ‘ellos’ y ‘nosotros’ y que puede tener orígenes en experiencias personales, relaciones familiares, de amistad, gremiales, de aceptación de las propuestas del partido, o bien de rechazo a lo que proponen o representan los otros partidos.

En una investigación que aborda precisamente los límites de la lealtad partidista (The limits of partisan loyalty, Mummolo et. al., 2019), los autores encuentran que cuando en una elección el ambiente del debate está dominado por temas de ‘baja relevancia’ para los electores, la identificación partidista por sí sola define las preferencias electorales. Pero cuando un candidato muestra contradicciones o incongruencias en cuatro o más temas que son relevantes para los electores, la identificación y lealtad partidista pasan a un segundo plano. Dicho de otra forma, cuando para la opinión pública un candidato, un partido o un gobierno da muestras consistentes de incongruencia en temas que son lo suficientemente relevantes para los ciudadanos, la identidad y lealtad partidista dejan de ser determinantes al momento de decidir el voto.

Esto es relevante por dos razones: la primera es que es sano para cualquier democracia que la opinión pública, el debate y la discusión sobre los asuntos de interés general puedan determinar el sentido del voto por encima de la identificación partidista. Pero también es relevante porque estamos a menos de un mes de las elecciones intermedias, en las que se definirán casi la mitad de las gubernaturas de los estados y la integración de la siguiente legislatura de la Cámara de Diputados. Es posible que para muchos electores, que hasta hace unas semanas habían considerado votar por Morena, las contradicciones y hechos que revelan errores y omisiones graves del gobierno hayan rebasado los límites de la lealtad partidista. En una elección que en muchos frentes se ha vuelto muy competitiva y hasta volátil, los hechos recientes de contradicciones e incongruencias pueden ser un elemento importante para determinar el resultado final.

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