Benito Solis

Se temía que 2023 fuera de crisis, pero termina mejor de lo previsto

Los datos a dos semanas de que termine el año muestran una situación mucho mejor de la pronosticada hace doce meses para México.

El año que finaliza inició con negros presagios, ya que la economía global, al igual que la nacional, salía muy debilitada de la fortísima crisis provocada por la aparición del Covid-19 y había una invasión rusa en Ucrania, que elevó de manera drástica los precios del petróleo, del gas y de los granos, los cuales llegaban a niveles no vistos en las últimas décadas. Por su parte, las tasas de interés subieron hasta 4.0 por ciento y se esperaba que siguieran incrementándose para poder controlar la inflación, que alcanzaba niveles de dos dígitos en varios de los países desarrollados.

Los diferentes bancos centrales del mundo utilizaban el incremento en las tasas de interés para poder detener el crecimiento de la demanda en las economías y por consiguiente frenar el aumento en los precios. Se pensaba que esto provocaría una caída en la actividad productiva en los distintos países y la discusión era si se tendría una recesión severa (“hard-landing”) o una desaceleración paulatina (“soft-landing”) en 2023.

Todo lo anterior indicaba que era inevitable una recesión en la mayoría de los países desarrollados, lo cual contaminaría al resto de las naciones. Para México se esperaba hace doce meses que la situación económica en el año que finaliza fuera de debilidad económica, con un crecimiento ligeramente superior al 1.0 por ciento, aunque varias instituciones incluso pronosticaban un nulo incremento del PIB; que la inflación fuera superior al 5.0 por ciento, que la tasa de interés interbancaria estuviera en 10.0 por ciento, con un crecimiento de empleos formales menor al medio millón y el tipo de cambio estuviera cerca de 21 pesos por un dólar.

Conforme pasaban los meses se posponía la fecha en que se tendría la recesión e incluso se llegó a pensar que las tasas de interés podrían empezar a bajar, ya que las tasas de inflación empezaron a reducirse en la mayoría de los países desarrollados. Hay que enfatizar que el control de los precios fue la caída en el precio de los energéticos y de los granos, con su impacto en el resto de los sectores, más que la reducción en la demanda. Esto propició que los distintos mercados bursátiles tuvieran importantes crecimientos esperando que las tasas de interés iniciaran una paulatina reducción en cualquier momento.

Los datos a dos semanas de que termine el año muestran una situación mucho mejor de la pronosticada hace doce meses para México. Por un lado, el crecimiento del PIB será superior al doble del pronóstico, situándose cerca el 3.5 por ciento, aunque el PIB per cápita todavía tendrá un nivel inferior al que tenía al inicio del actual sexenio; por su parte el tipo de cambio estará casi 20 por ciento más fuerte de lo previsto, alrededor de 18 pesos por un dólar y la creación de empleos formales será superior en un 70 por ciento al previsto, ya que serán cerca de 700 mil nuevos empleos. Todo esto a pesar de que la tasa de interés de referencia será de 11.25 por ciento.

Habría que enfatizar que la situación en los Estados Unidos todavía es de un importante desequilibrio macroeconómico, ya que se espera que el déficit fiscal se mantenga en niveles cercanos al 8.0 por ciento del PIB, menor al que se prevé para nuestro país.  Esto fortalece al peso mexicano con relación al dólar, pero no frente a las demás monedas.

El próximo año será complicado en ambas naciones porque se tendrán elecciones presidenciales, lo que dificultará realizar programas de ajuste. Por lo mismo, se espera que se mantendrán políticas expansivas en ambos países.

El autor es economista

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