Anderson Report

El peor país para sufrir un infarto (y lo que eso demuestra)

Uno de cada cuatro mexicanos muere a causa de un ataque cardíaco, esto es cuatro veces más que el resto de los países de la OCDE

Vivimos en el peor país dentro de la OCDE para sufrir (o mejor dicho para sobrevivir) a un infarto. Según recaba su último informe Health at Glance 2023, en México 24 personas de cada 100 mueren por un ataque cardíaco dentro de los siguientes 30 días después de su ingreso a un hospital por esta emergencia. Es decir que una de cada cuatro mexicanos no vivirá tras un infarto si es mayor de 45 años, como calculan la tasa de letalidad.

El promedio de la OCDE es de solo siete muertes por cada 100 casos. Dinamarca (sí, del modelo soñado) el número baja a seis casos.

Las tasas de letalidad por infartos disminuyeron sustancialmente entre 2011 y 2019 entre todos los países miembros de esta Organización, pasando de una tasa de del 8.4 por ciento al 6.7 por ciento.

La mortalidad de un infarto de miocardio (explica este reporte) “es un indicador de la calidad de la atención aguda. Ambos han ido disminuyendo constantemente en la última década en la mayoría de los países”. Esta tendencia desafortunadamente nos excluye.

La mortalidad por infartos ha disminuido a nivel global desde 2019 (sacando del análisis quitando el complejo período de la pandemia) y eso aplica también a todos los miembros de la Organización excepto el nuestro.

Si bien podemos analizar ítem por ítem, dolencia por dolencia, la alta letalidad de los infartos en nuestro país dejan a la vista la baja calidad del sistema de salud y son una medida de la poca eficacia clínica de la atención secundaria de estos eventos que deberían contar ya con altos estándares. “Las métricas de mortalidad a 30 días después del ingreso hospitalario por infarto agudo del miocardio reflejan la calidad en todo los procesos de atención, como el transporte oportuno de pacientes y las intervenciones médicas eficaces. Como tal, esta cifra es un indicador que muestra no solo la calidad de la atención brindada en los hospitales, sino también por las diferencias en los patrones de atención hospitalaria”, explica el reporte de la OCDE.

Con más de 800 mil defunciones en 2022, las enfermedades del corazón siguen siendo la principal causa de muerte en México, reveló hace pocas semanas el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi).

El sistema de salud mexicano muestra muchas grietas a lo largo de las cientos de páginas de este reporte pero hay dos factores claves donde volvemos a estar en el peor lugar versus el resto de los países: en cantidad de muertes evitables y muertes prevenibles. Estos indicadores permiten también evaluar el modelo sanitario de un país, la eficacia en sus programas de profilaxis, de educación para la salud, en el seguimiento de tratamientos y la asistencia médica adecuada y permanente.

Tenemos el promedio más alto entre los 35 países miembros de mortalidad evitable o prevenible (es decir enfermedades, infecciones, accidentes) con 435 decesos por cada 100 mil habitantes cuando el promedio de la OCDE es de apenas 158. Lo mismo en el caso de las muertes tratables (enfermedades crónicas como la diabetes o ciertos cánceres) con 230 muertes por 100 mil habitantes cuando la media es de 79.

La falta de prevención se puede medir con un solo brutal dato: solo 20 por ciento de las mujeres entre 50 y 69 años se realizaron una mastografía en el último año versus un promedio de la Organización de 55 por ciento; apenas 83 por ciento de los menores de un año están vacunados versus una media entre el resto de los países que supera el 95 por ciento.

Hemos perdido estándares ganados en atención preventiva, en vacunación, en diagnóstico oportuno y en atención primaria y secundaria.

La pandemia en todo el mundo puso el acento en un aumento en la inversión en salud. En la mayoría de los países, menos en México que aplicó la austeridad aún ante la barbarie del coronavirus. En 2019 el promedio de inversión en el sector de todos los miembros de la OCDE era de 8.8 por ciento del PIB y para el año 2021 el porcentaje trepó a 9.7 por ciento. En el caso de México era de 6.2 por ciento del PIB y en esta última medición de 2022 cayó a 5.5 por ciento.

Como decían en mi pueblo: “los pasteleros tapan sus errores con crema, los jardineros con plantas y los médicos con tierra”.

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