Pocos años después del fin de la Guerra Cristera en México un escritor inglés de nombre Graham Greene documentó la manera en la que los mexicanos hacíamos la justicia entre nosotros. Su libro El poder y la gloria hace alusión al ambiente que se vivía en nuestro país en la década de 1920, cuando los miembros del clero mexicano eran asesinados, convirtiéndose en una auténtica persecución y que es catalogada como una guerra civil. La famosa ley Calles imponía y buscaba controlar y limitar la práctica de la religión católica en México sin considerar el hecho de que, desde hace décadas, el país tiene una mayoría católica, provocando un completo caos y aproximadamente 250 mil muertes.
A pesar de ser contemporáneo de John Reed, Greene no coincidió ni en su estadía en México ni en los tópicos de sus obras, ya que Reed también habló sobre nuestro país, pero se centró en recopilar sus experiencias y testimonios de la Revolución mexicana, incluyendo su acompañamiento a Pancho Villa y el hecho de haber conocido a Venustiano Carranza. Por el contrario, El poder y la gloria explica –en gran medida– la manera en la que los mexicanos dejamos nuestra suerte y destino a los dioses.
Nunca nadie dijo que la elegida de Andrés Manuel López Obrador debía vestirse con ropa de hombre. Lo que tampoco hizo el Presidente mexicano fue confesar que quería que las mañaneras se hicieran exactamente como las suyas. Él solamente se limitó a decir que, de todas las opciones, ella era la persona indicada a sucederlo. Que Claudia Sheinbaum sería, como se le ha catalogado, la defensora de la cuarta transformación. Quien tendría la responsabilidad y el bastón de mando para consolidar el movimiento de regeneración nacional iniciado por López Obrador.
Desde Oliver Cromwell, siempre me han llamado la atención los vaivenes que la historia ha tenido. Al final del día, Cromwell –que en cierto sentido tiene cierto parecido con Sheinbaum– no era nada más que un practicante anglicano, defensor de los derechos de los pequeños propietarios y enemigo frontal de las tiranías, a pesar de que el tirano fuera el rey. Soy de los que creen que la monarquía inglesa sigue existiendo y podemos tener hoy un Carlos III –sea lo que sea él– gracias a que Oliver Cromwell, en tiempo, modo y manera, le cortó el cuello a Carlos I. Pero ¿y qué me dicen de los títulos inventados por Cromwell? “Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda”. Tengo que reconocer que tanta prosopopeya y trascendencia provoca que cada vez que escucho que Claudia Sheinbaum se ganó el derecho de ser la defensora y garante de la consolidación de la ‘4T’, inevitablemente viene a mi mente el rimbombante título que Cromwell se adjudicó a sí mismo.
A estas alturas aún no ha quedado claro qué cuello es el que deberá correr para que todo este movimiento termine por consolidarse. Al final, como en el poder, como en el presupuesto o como en el amor, todo se resume al hecho de añorar continuamente lo que no se tiene y de practicarlo cuando se descubre antes de que termine. Es el hecho de pasar, mágicamente, de la adoración sin límite a la crítica sin cuartel. Si se le da un bastón a la defensora y garante de la ‘4T’, lo lógico es que lo use. Y, por lo tanto, su gobierno comience con bastonazos.
Iluso y pobre de aquel que pensaba que la doctora Sheinbaum iba a esperar al 2 de junio del próximo año –si es que llegamos a la tentada fecha en la que se celebrarán las elecciones y aún sigue siendo necesario votar– para empezar a actuar como sucesora electa. Aunque, claro, hay que esperar qué es lo que sucede de aquí a esa fecha, ya que –a pesar de la irrupción de Xóchitl Gálvez– sigue sin quedar claro si verdaderamente tendrá una oportunidad la oposición de hacerle frente a Morena. Mientras tanto, si usted forma parte de Morena y si tiene ambiciones o busca obtener un puesto público, tiene que saber que ya ha iniciado el reparto de los poderes y que la nueva responsable se permite decir sí o no a sugerencias pedidas incluso por el Presidente.
¿Tiene derecho la ciudadana Sheinbaum a hacer su equipo? Sin duda alguna. ¿Ese equipo tiene que estar revalidado por López Obrador? No necesariamente. Tal vez la victoria de Sheinbaum en las elecciones internas de Morena marcó su independencia al momento de actuar y el momento desde que empezó a ejercer el poder. El problema para los demás, para quienes no saben a quién sonreír, a dónde mirar o qué hacer, es que es necesario prestar la máxima atención ante lo que debería ser una prueba de lo que podría pasar si, efectivamente, Sheinbaum acaba sucediendo a López Obrador. Aunque, también hay que tener mucho cuidado, ya que siempre hay espacio a las sorpresas.
Lo que está pasando en México es completamente trágico. Mi recomendación es, primero, tener paciencia, humildad y templanza. Estas virtudes son indispensables para el momento de la historia que atravesamos. Que nadie se precipite ya que o bien todo lo que está sucediendo puede llevarnos –esperemos que así sea– a un camino de esperanza y desarrollo o, de lo contrario, puede culminar en un auténtico desastre. Sheinbaum –en caso de que quede electa – terminará siendo o una grata sorpresa o más de lo que estamos acostumbrándonos los mexicanos, que es a tener líderes que no estén a la altura de las exigencias y circunstancias. Sin embargo, insisto en que hay que esperar a ver cuál será la hoja de ruta a seguir y si el milagro de la oposición termina culminándose.
Quienes en estos momentos tienen un panorama complicado son aquellos que, tras años de estar jugando y descifrando lo que verdaderamente significan los circunloquios del dueño del rancho La Chingada, ahora tienen que hacerlo también con la que fue la favorita desde el principio. Y todo sabiendo que probablemente ellos ya formen parte del pasado. En cualquier caso, no hay de otra, ya que eso es lo que está pasando y la única reflexión posible es si con los designios y la forma en la que está actuando Sheinbaum una vez recibido el bastón de mando, será suficiente para consolidar la unidad. A lo largo de mi vida he aprendido algo a un alto costo y es que, a pesar de que usted puede pedirlo todo, desde un crédito hasta comprensión por parte de los suyos, lo único que nunca se puede pedirle a alguien es que le ame, que confíe en usted y que le tenga lealtad.