Año Cero

Esperando el milagro

Si López Obrador acaba abandonando el TMEC, tal vez lo haga firmando un tratado comercial preferente con China.

El mundo entero se está reordenando. O tal vez está culminando su desorden. Pero, lo que es evidente, es que resulta prácticamente imposible que el mundo continúe tal y como lo conocimos. El siglo 21, el siglo de las luces, de la comunicación, el de la cultura y el siglo en el que hemos estado más informados –aunque más ignorantes que nunca– ofrece, desde muchos puntos de vista, nuevas perspectivas y maneras de vivir.

En la actualidad, México se encuentra en una situación en la que estoy convencido de que el Presidente sabe qué es lo que está haciendo. Aunque, desde fuera, resulta muy difícil entender las verdaderas intenciones y las justificaciones del actuar del líder mexicano. En lo interno hay muchas cuestiones por resolver y esclarecer, como, por ejemplo, qué es lo que estamos haciendo con la economía. Y, en lo externo, ¿cuál es el papel que buscamos tener en el mundo?

Hace unos meses nos peleamos y exigimos una disculpa pública a quien es uno de nuestros más importantes socios comerciales: España. Los españoles tienen más de 6 mil 500 empresas en México, creando riqueza en nuestro territorio, pero exportándolas a sus bolsillos. A ojos del presidente López Obrador, los españoles nos deben una explicación y un perdón por haber sido una potencia colonizadora y por los abusos perpetrados durante la época de la Conquista. En esta ocasión coincido, ya que, si la reina Isabel II de Inglaterra fue capaz de pedir disculpas a Sudáfrica por el apartheid, no entiendo por qué el rey de España no puede pedir disculpas por los abusos cometidos. Y es que, al fin y al cabo, se trata de comportamientos y actuaciones hechas hace 500 años por súbditos y una casa real que ni siquiera es la suya.

España es el segundo país inversor de México, mientras que nuestro país resuelve muchas de las cuentas de resultados de las principales empresas españolas. Sólo para dimensionar la importancia de esta relación, es necesario mencionar que España es el segundo país del que México recibe más inversión extranjera directa, sólo superado por Estados Unidos, y es uno de los principales –si no el que más– socios comerciales de México en Europa. Aunado a esto, es importante destacar que sólo el año pasado llegaron a nuestro país más 2 mil 600 millones de dólares provenientes de España.

No sé cuántos puestos de trabajo generan esas más de 6 mil 500 empresas españolas instaladas en México. Lo que sí sé es todo lo que nuestro país le da a España, aunque, como toda relación, el intercambio debe ser benéfico para ambos. Por si no teníamos bastante con ese frente de confrontación con los españoles –que es muy importante y delicado–, ahora hemos abierto otro frente de enfrentamiento mucho más grave. Y lo es porque no sólo se trata de una confrontación en la que, seguramente, a ellos también les acabaremos exigiendo una justificación y una disculpa, sino porque en ese frente hay mucho en juego. Un enfrentamiento que surge en nuestro país al amparo de una reforma que –le guste o no le guste al Presidente– fue legal, en función de cómo estaba constituido tanto el Congreso como los poderes políticos y públicos que rigieron el sexenio comprendido de 2012 a 2018.

En el reajuste y reinvento de nuestro país, la energía tiene un papel clave. No hay que olvidar que, en la cuarta transformación, los presidentes que se tienen como ejemplo a seguir son Benito Juárez y Lázaro Cárdenas. El general Cárdenas fue el hombre que nacionalizó el petróleo. Siguiendo su ejemplo, nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, quiere nacionalizar la energía para que ésta no siga siendo explotada ni robada por las potencias colonizadoras modernas. Como el presidente de México repite de manera reiterada –con razón o sin ella– que México no es colonia de nadie y está haciendo todo lo que está en sus manos para dejar claro ese argumento.

El presidente de México tiene derecho a cambiar de opinión. Tenía también derecho a no firmar el TMEC. Estaba en su derecho de imponer las condiciones de retroactividad, considerando la afectación global por Estados Unidos y por Canadá, y el hecho de que, si querían tener tratos con nosotros, debían aceptar la proclamación de nuestra independencia. Sobre todo, debían aceptarla con base a las dos instituciones sagradas y que más parece apreciar nuestro Presidente, que son: Pemex y CFE. No obstante, no hizo nada de esto. Estampó su firma en un tratado en el que, si no leyó lo que estaba firmando, sería un hecho inadmisible y, si sí lo leyó, hemos de entender que cuando lo firmó estaba dispuesto a respetarlo. Sin embargo, después de dos años de espera, después de querer entender y de ir una y otra vez el cántaro a la fuente, se ha roto.

Ahora mismo, nuestros dos socios del TMEC saben que ellos no nos gustan y que su manera de hacer las cosas no son las nuestras. Pero, sobre todo, queda claro que para nuestro Presidente el futuro y el éxito de la 4T está en la redefinición del principio de soberanía nacional basado en el aspecto energético. Como consecuencia de ello, todo lo firmado hasta aquí, toda la validez legal de la reforma de Peña Nieto y todo lo que pasó antes es algo que hay que denunciar, quemar y no cumplir.

Sobre las remesas, que es dinero que nuestros paisanos ganan en Estados Unidos, ya que no lo pueden ganar en nuestro país, y que es el dinero con el que se alimentan y viven sus familiares que viven en México, se espera que este año se obtenga una cifra superior a 50 mil millones de dólares. Éste es un tema en el que al presidente López Obrador, mañana tras mañana, le encanta autocongratularse. Sin embargo, estoy seguro de que él sabe que las remesas son más bien una prueba de nuestro fracaso económico. Las remesas son una prueba del éxito de nuestros compatriotas y de su perseverancia y esfuerzo para luchar en uno de los países más competitivos del mundo. Aunque estoy seguro de que si le preguntáramos a quienes envían esas remesas dónde preferirían trabajar, nos responderían que aquí en México. El problema es que en nuestro país no tendrían trabajo ni los recursos para poder darle de comer a los suyos.

En 2021, el intercambio comercial entre Estados Unidos y México fue de más de 661 mil millones de dólares, siendo el mayor intercambio registrado hasta la actualidad, y consolidándose como nuestro principal socio comercial. Por otra parte, el año pasado el comercio bilateral entre México y Canadá fue de más de 33 mil millones de dólares, cifra que permitió que nos convirtiéramos en su tercer socio comercial.

Nuestra realidad económica, la de los mexicanos, tiene un gran soporte desde la época en la que se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o también conocido como TLCAN. Desde esos tiempos se ha contado con una seguridad y una base al momento de tratar y negociar sobre la relación comercial preferente con nuestros vecinos del norte, aunque, sobre todo, con quien es nuestro principal socio comercial. Sin embargo, todo esto parece no tener importancia y como es muy difícil pensar que vamos a volver a los caminos de terracería, que podemos cerrar los aeropuertos porque vamos a dejar de volar y volveremos a tener el caballo como el medio de transporte nacional, inevitablemente no me queda de otra más que pensar y esperar que el Presidente tenga un plan alternativo. Y es que, si finalmente el presidente López Obrador acaba abandonando el TMEC o fuerza y pide cosas que no le pueden dar, ¿con qué o, más bien, con quiénes sustituirá la relación comercial preferente que tiene con Estados Unidos y Canadá? Tal vez lo haga firmando un tratado comercial preferente con China. O, probablemente, opte por incrementar la relación económica, política y de todo orden con Rusia. ¿Qué planea el Presidente?

Ése es el escenario previsible. ¿Se trata de un escenario que la situación geopolítica mundial y la situación interna de nuestros vecinos del norte permitieron que se diera? Desde mi punto de vista, no. Estamos esperando un milagro. Yo creo que el milagro –como en el caso de los españoles– es que comprendan que más vale ser buenos, pedirnos perdón y hacernos caso en todo aquello que pedimos. Y es que, al final de cuentas, como dicen las canciones de Jorge Negrete y de Vicente Fernández, “amor con amor se paga” y “como México no hay dos”.

Estamos esperando el milagro. La pregunta es: ¿llegará?

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