Antonio Cuellar

¿Qué es la cuarta transformación?

En el tejido de acciones emprendidas por el gobierno de López Obrador, el objetivo no es nítido; mucho menos se ve que vaya a ser positivo para el país.

Anticipo que, esta opinión, no propone ninguna respuesta para el título que le he concedido. Deduzco que todo plan de gobierno persigue un objetivo, y que, éste, por el que votan los electores, debería de serle esencialmente beneficioso a la nación.

En el tejido de acciones emprendidas por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el objetivo no es nítido; mucho menos se ve que vaya a ser positivo para el país. Por consiguiente, ¿en qué consiste realmente su plan de gobierno que ha denominado cuarta transformación?

La pregunta es legítima porque sus seguidores se ufanan de él y dicen defenderlo a capa y espada; pero difícilmente se puede defender lo que no se conoce, o cuando menos, lo que es imposible de identificar. ¿Defenderán acaso las acciones emprendidas por el gobierno que ha usado el mote?, ¿se puede actuar en ese sentido cuando abiertamente se contradice la propuesta de campaña por la que el elector votó? Más aún, ¿se puede defender una violación a la ley? Si nadie ha dado una definición de lo que el proyecto de transformación significa, es válido entonces construir su definición en función de sus acciones.

Veamos un ejemplo: la guerra emprendida por Rusia contra Ucrania impone obstáculos severos a una multiplicidad de industrias europeas, lo que significa una parálisis económica sin precedentes. Por citar un caso, hay listas de espera para la adquisición de vehículos nuevos de hasta un año, por el retraso en la fabricación de autopartes.

Ese fenómeno, que es asfixiante para la segunda región más próspera del planeta, debiera atraer la atención de nuestros gobernantes, ya que para México se convierte en una oportunidad económica y, por consiguiente, para la generación de empleo. Nuestro país se ha convertido en una potencia maquiladora de vehículos, encontrando en Alemania o España a dos de sus principales mercados de destino. Los automóviles Mercedes Benz, que se distribuyen de ese lado del Atlántico, se ensamblan en Aguascalientes.

Sería sensato suponer que si el bienestar de la gente depende de la riqueza que produce su trabajo y de los impuestos que el Estado recauda por la multiplicación de operaciones comerciales, entonces el gobierno se debería de encargar de mantener en vigor el marco legal y de acuerdos internacionales que fomentan la producción y las exportaciones de las empresas asentadas en el país. Debería, inclusive, valorarse la oportunidad para impulsar leyes que concedan un tratamiento fiscal preferente al comercio internacional, para alentar la producción.

La atracción que México ha tenido como centro de ensamblaje o maquila de productos para el extranjero, no encuentra otra razón más que nuestra vecindad con el mercado mundial más importante para la comercialización y venta de bienes y servicios suntuosos a nivel mundial. No existe comparación alguna que pueda hacerse entre el segmento de la población con capacidad adquisitiva de nuestro país y el de los Estados Unidos de América. En la instalación de plantas de manufactura de marcas extranjeras en México, su puerto de destino se llama San Diego, el Paso o Laredo. Nosotros, como potenciales compradores, ocupamos una posición muy secundaria.

Por esa razón, deberíamos formularnos una pregunta muy sencilla: ¿Qué objetivo persiguió el presidente de la república al plantear la idea, por mínima o superficial que pudiera juzgársele, de abandonar o cuestionar la permanencia de nuestro país en el tratado Estados Unidos, México y Canadá?, ¿En qué beneficiaría esa propuesta el futuro del país?, ¿Es esa la cuarta transformación?

Veamos un segundo ejemplo: conviene para la vida pacífica y armónica del país preservar el sistema de libertades democráticas que, durante las últimas décadas, han venido edificando los gobiernos de alternancia. Es en ese sentido que se ha plasmado en el texto de nuestra Constitución que, el mantenimiento de la seguridad pública corresponde a la Guardia Nacional, que se encontrará siempre bajo un mando civil, disciplinado y profesional.

En otros países con democracias más primitivas se ha observado el grave riesgo en el que quedan colocadas las libertades de la ciudadanía, cuando el mantenimiento de la paz pública se deposita en un sistema totalitario de poder, y en el que las Fuerzas Armadas, regidas por un sistema disciplinario castrense, quedan subordinadas al mando del titular de uno de los poderes del Estado, el Ejecutivo.

Desde 2006, en que el licenciado Felipe Calderón Hinojosa, entonces titular de la presidencia de la república, lanzó la política de lucha contra la delincuencia organizada, para lo cual propuso y ejecutó un plan de acción que facilitó el patrullaje del territorio nacional a manos del Ejército y la Armada de México, se cuestionó muy amplia y válidamente la legitimidad y eficacia de un proyecto que provocaba la militarización del país, claramente opuesta a las metas que debería perseguir un país democrático como el nuestro. La idea no ha cambiado en absoluto y el mismo presidente López Obrador, como candidato, pugnó por regresar el Ejército a los cuarteles.

Vistos tales antecedentes, resulta entonces indudablemente procedente que nos formulemos también esta otra pregunta, ¿Qué propósito subyacente motiva o justifica la expedición de un decreto por virtud del cual se reconoce abiertamente la militarización del mando de la Guardia Nacional, en contra del mandato expreso que consigna el artículo 21 constitucional?, ¿qué beneficios trae esa acción presidencial a favor de la libertad democrática de la que hoy goza el pueblo de México? ¿Es esa la cuarta transformación?

Estoy seguro, amable lector, que bien transcurrida ya la primera mitad de este sexenio, y con un universo importante de ejemplos que en la privacidad de su oficina o de su hogar, y con la libertad de su tiempo, usted conoce y podrá analizar, tendrá la paciencia para ayudarme a entender, en esencia, ¿qué es y hacia dónde va la cuarta transformación?

A diferencia de otros lemas de gobierno, de otros planes alcanzados o institucionalizados para lograr el crecimiento del país, con una u otra visión de México, de su historia y de los principios políticos que rigen su devenir, el plan que encabeza la cuarta transformación no acaba por arrojar pistas claras que nos permitan cambiar y abandonar la idea de que, en el fondo, realmente podría tratarse, simple y sencillamente, de un nuevo proyecto para establecer una dictadura en México, personal o de partido. Contradígame, por favor.

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