Directora del Think Tank Early Institute.

Estrés en niños, niñas y adolescentes: cómo atenderlo

Si bien el estrés no puede ser erradicado en su totalidad, saber cómo encauzarlo en la infancia y adolescencia es el primer paso.

Para decidir qué medidas tomar ante sucesos que nos ocurren es necesario saber a lo que nos enfrentamos. Un ejemplo es lo que sucede cuando se habla del estrés, al que todos estamos expuestos en menor o mayor medida. De acuerdo con la doctora Marta Martínez, profesora investigadora de la Universidad CES, el estrés son los cambios corporales que se manifiestan ante una amenaza física o psicológica. Según la especialista, hay diferentes tipos de estrés, pero antes de hacer la distinción, es necesario indicar que su presencia desde temprana edad puede afectar el cerebro.

Se sabe que el cerebro se desarrolla desde la gestación hasta el final de la adolescencia. Durante ese tiempo un niño puede experimentar estrés, derivado de múltiples situaciones, y si no se trata como se debe, se puede llegar a comprometer su estado inmunitario, crecimiento físico y circuito neuronal. Lo anterior ante la segregación del cortisol, que es la hormona que regula la energía que posibilita responder a las amenazas.

En este sentido se puede hablar de tres tipos de estrés: positivo, tolerable y tóxico. El primero es aquel que tiene una duración breve, es poco frecuente y en un niño puede provocarse por perder un juguete o distanciarse de un amigo, entre otros. Este tipo de estrés es normal en la vida humana y si se aprende a manejarlo facilita la resiliencia. Para que la resiliencia se construya en niños, niñas y adolescentes es indispensable fortalecer vínculos seguros y habilidades de afrontamiento que sólo se generan con el apoyo de quienes están a cargo de su crianza y cuidado.

El estrés tolerable tiene una duración de mayor tiempo ante circunstancias más complejas como la pérdida de un ser querido o la enfermedad de alguien cercano. Si el niño tiene el acompañamiento necesario para gestionarlo puede convertirse en estrés positivo, por tanto, ser reparado y también transformarse en resiliencia.

El estrés más preocupante en la etapa de la infancia y adolescencia es el tóxico, que se presenta con una larga duración y de modo permanente. La amenaza no es efímera sino constante, lo que genera descontrol y posible daño físico y mental, irreversible en muchos casos. Una situación que podría desencadenar este tipo de estrés es cuando el menor es abusado o maltratado, es decir, que vive en un contexto de violencia.

Este tipo debe ser evitado a toda costa. Si se identifica un caso, la víctima debe ser retirada inmediatamente del entorno hostil y ser tratada con prontitud. Con el trato me refiero a una intervención terapéutica que atienda las alteraciones en todas sus dimensiones: físico, mental y emocional.

Por eso es muy importante estar al pendiente de ellos, ya que el manejo del estrés requiere acompañamiento, y eso implica asumir la responsabilidad en su cuidado integral. Si bien el estrés no puede ser erradicado en su totalidad, saber cómo encauzarlo en la infancia y adolescencia es un primer paso para brindar a este grupo social herramientas que permitan su entendimiento.

Por la importancia del tema en el combate a todo tipo violencia o amenaza que pone en riesgo a la primera infancia, en Early Institute hacemos un llamado para velar por la seguridad e integridad de los más vulnerables; estar alerta de sus cambios físicos y emocionales y responder activamente ante episodios que pueden dañar severamente la calidad de vida de los miembros más jóvenes de nuestra sociedad.

COLUMNAS ANTERIORES

Alabama, paradigma en derechos fundamentales
El uso de las pantallas deteriora el aprendizaje temprano

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.