Análisis sin Fronteras

Maduro: Moneda de Cambio

La defensa de Maduro por parte de Rusia y China no responde a afinidades ideológicas ni personales con Vladimir Putin o Xi Jinping.

Nicolás Maduro, más que presidente de Venezuela, se ha convertido en una moneda de cambio para líderes de al menos diez países: Estados Unidos, Rusia, Irán, México, Cuba, Colombia, Turquía, Brasil, Corea del Norte, Noruega y otros del Medio Oriente. Las amistades forjadas por el gobierno bolivariano en los últimos 25 años han demostrado ser efímeras; hoy, salvo Rusia y China, ningún mandatario se atreve a defender públicamente a Maduro ni a exigir su permanencia en el poder.

La defensa de Maduro por parte de Rusia y China no responde a afinidades ideológicas ni personales con Vladimir Putin o Xi Jinping. Sus intereses en Venezuela son estratégicos: buscan presencia económica y política en el “patio trasero” de Estados Unidos. Maduro, como Fidel Castro en 1962 durante la Crisis de los Misiles, creyó que podía influir en negociaciones entre Estados Unidos y Rusia para encontrar una solución a la crisis y desescalar peligroso enfrentamiento nuclear. Para Rusia y China está sobre la mesa de negociación el apoyo de Estados Unidos a Ucrania y a Taiwán, y posiblemente aranceles. Probablemente la continuidad de Maduro no es parte de la discusión.

No existe un escenario en el que Donald Trump y Nicolás Maduro convivan como presidentes en 2026. Hay que reconocerle a Maduro su terquedad para resistir presiones militares y amenazas, pero si no busca nuevos horizontes, el destino que le espera es el arresto y juicio en Estados Unidos. Maduro decidió no reconocer las amenazas de “mucho ruido y pocas nueces” de Trump y su tono no solo es retador sino de burla. En el mundo de Trump esta posición podría ser muy muy peligrosa. Lo que hemos aprendido, es que el actual presidente de los Estados Unidos no acepta burlas y falta de respeto. Maduro es un mal negociador o se siente envalentonado por el apoyo de Rusia, por eso es cuestionable su actitud ante una amenaza tan peligrosa de Trump.

Una invasión estadounidense para capturar a Maduro como “líder” de un grupo terrorista es el peor escenario para Trump y sus asesores: inviable en lo operativo, pero con alto impacto político. Trump ha dejado claro su interés estratégico en un cambio de régimen en Venezuela, pero ni una invasión ni un golpe de Estado garantizan una transición pacífica que permita gobernar al presidente electo, Edmundo González. Cualquier desenlace abrupto desestabilizaría la región, afectando el precio del petróleo y provocando movimientos masivos de población en Venezuela, Colombia, Brasil y Panamá.

La recompensa de 50 millones de dólares por Maduro es un incentivo peligroso para sicarios y mercenarios internacionales. No sorprendería que algún grupo busque cobrar la recompensa. Pero, aun así, la alternativa de entregar a Maduro y otros conspiradores podría resultar en un vacío de poder que sería desestabilizador.

La mejor salida para el continente y para Trump sería la renuncia voluntaria de Maduro y sus allegados. Sin embargo, Maduro es radioactivo: apoyarlo, facilitar su salida o no respaldar a Maria Corina Machado y el futuro gobierno implica costos políticos y amenazas de la Casa Blanca.

México, Turquía y otros países enfrentan el dilema de facilitar una salida pacífica. Apoyar a Maduro requiere el consentimiento de Estados Unidos, asegurando no solo la seguridad del avión que lo rescataría, sino también que Trump no sancione a los gobiernos involucrados. Líderes como Sheinbaum, Erdoğan, Petro y Díaz-Canel están bajo presión de Maduro, por la cercanía política y las deudas económicas acumuladas. No hay que subestimar el alcance de los apoyos que Hugo Chávez y Maduro brindaron en su momento.

Hoy, Maduro es impresentable. Apoyarlo sin negociar con la Casa Blanca sería suicida. La caída de Maduro es parte de la estrategia de Trump para imponer gobiernos de derecha en el hemisferio, y ese objetivo parece imparable. México y otros países deben aprovechar la coyuntura para proteger sus intereses estratégicos. ¿Le dará la espalda la presidente Sheinbaum al igual que lo hizo el día de hoy el presidente Gustavo Petro?

Maduro y su gobierno se van. Los países y sus embajadas deben prepararse para facilitar la transición y minimizar el impacto hemisférico, reduciendo los costos en la relación con Estados Unidos. ¿Cuántos funcionarios de Maduro buscarán asilo en la embajada de México y cuanto estaría dispuesta la presidenta Sheinbaum para de enfrentar a Trump?

¿Lecciones aprendidas? Al final, el dictador Maduro ahora es, simplemente, una moneda de cambio, en un hemisferio que enfrenta cambios políticos dramáticos debido a gobiernos corruptos y autoritarios. Pero la alternativa que se vislumbra tampoco es alentadora.

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