Alfredo Angulo Rivas

Venezuela: ¿mascarada y fin del juego?

    

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Al fin hubo elecciones en Venezuela para escoger a los 25 gobernadores de todo el país. Ocurrieron domingo pasado, 15 de octubre, aunque debieron celebrase en diciembre de 2016, pero fueron reprogramadas, sin más, en un par de ocasiones.

El resultado, ampliamente favorable a la administración de Nicolás Maduro, que obtiene más del 70% de los cargos, confirma la vieja sentencia de que la celada puede perpetrase antes, durante y después de la consulta electoral.

El máximo tribunal dejó en suspenso la demanda de anulación de la MUD, el paragua electoral de la oposición. En medio de este limbo jurídico, se vio imposibilitada de presentar la tarjeta única.

Es legal sustituir candidatos, las elecciones de base de la oposición se hicieron dentro del lapso, y los aspirantes derrotados presentaron su renuncia. Pero el Consejo Nacional Electoral rechazó esta manifestación de voluntad.

La inhabilitación política de alcaldes y figuras de oposición con respaldo popular, también hizo parte del menú de las técnicas políticas de exclusión.

El uso proselitista de los recursos públicos, la distribución de víveres, el temor al ataque armado de la delincuencia motorizada, formó parte de un largo etcétera de violaciones.

La eliminación de miles de mesas de votación en zonas opositoras, el cambio a discreción de la dirección del votante, se complementó con la suspensión del uso de la tinta indeleble, que evita el voto múltiple.

El ejercicio del voto fue, pues, un acto adrede complicado, y la evidencia concluyente es que los actores gobernantes han modificado la naturaleza de las instituciones.

Pero la tesis del fraude no basta por si sola. La cuestión de fondo es el trastrocamiento del sistema representativo. La Asamblea Nacional Constituyente suplantó la representación basada en los individuos, por una concepción territorial y corporativa. Este precedente fue un hiato mayor.

Peor a la mascarada es que los hambrientos votaran a los prohombres del gobierno. Este segundo curso de acción sería un caso más de la historia universal de la servidumbre feliz.

En cualquier caso, y más allá del cálculo utilitario del hombre común, del entrevero de sentimientos y emociones, cuya irracionalidad es me abstengo, no gano nada, pero tu pierdes, está la convicción de que Venezuela no es un caso local.

Tampoco es un proceso concluido. Con estos resultados, habrá elecciones presidenciales en 2018. Y todas las que sean necesarias, en sus términos.

Para engañar al mundo, pareced como el mundo, fue la puntilla de Lady Macbeth a la ambición desmedida de poder.

En adelante, quien se engañe, será cómplice.

O será el sonambulismo que es preludio de las grandes tormentas.

** Profesor del Colegio de Humanidades de la Universdad del Claustro de Sor Juana CDMX y Profesor Titular de la Universdad de Los Andes en Venezuela

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