De Amy Klobuchar se dice un montón de cosas: que es ambiciosa, trabajadora, cruel, pragmática, honesta, gran cocinera y chistosa.
Es común que a las mujeres que sobresalen en la política se las califique de ambiciosas, como si fuera algo reprobable, que no debiera ser. No sorprende por ello que así juzguen a Amy. Luego de obtener su doctorado en la Universidad de Chicago trabajó como abogada corporativa en dos firmas especializadas en derecho de las telecomunicaciones. Aunque era una persona informada, pues desde muy pequeña leía el periódico donde su padre era columnista, no le interesaba mayormente la política.
Eso cambió cuando al día siguiente de dar a luz a su hija, el hospital las dio de alta a pesar de que la niña tenía problemas para tragar. Indignada, se juntó con otras madres y cabildeó para que la ley de su estado garantizará una estancia mínima de 48 horas a las madres. A partir de ahí se fue involucrando en movimientos para defender a los consumidores y a los granjeros. Convertida en una figura pública, la convencieron de que compitiera para fiscal del condado Hennepin (que incluye la ciudad de Minneapolis), donde consiguió reputación de dura, promoviendo sentencias largas para narcomenudistas y grafiteros.
Luego de dos períodos, en 2006, Walter Mondale le aconsejó postularse para senadora. Contra lo que se esperaba, ganó y se reeligió en 2012 y 2018, cada vez con mayor margen sobre sus rivales. Por lo mismo, el exvicepresidente la alentó a luchar para ser la primera mujer en ocupar la Casa Blanca.
Alguien diferente
Lo de que es trabajadora, es indiscutible. Como procuradora acabó con el rezago de los expedientes. Como senadora no se ha caracterizado por presentar inútiles puntos de acuerdo ("volley ball resolutions") o pronunciar discursos floridos, sino por impulsar más de cien iniciativas, logrando la aprobación de la mayoría a pesar de la polarización que prevalece en el Capitolio. Ha participado productivamente en los comités judiciales, de reglas, de agricultura, de nutrición, forestal, de comercio, de ciencia y de transporte. Lo mismo ha promovido leyes contra el tráfico de personas, la contaminación del agua, la fusión de empresas, la posesión de armas de fuego o los juguetes chinos que en pro de la salud mental, la seguridad de los ferrocarriles o la programación infantil en televisión. No sorprende que tenga la más alta aprobación como legisladora.
La acusación de que es una jefa cruel se deriva precisamente de que hace chambear mucho a su gente. Lo cierto es que muchos se pelean por integrarse a su talentoso equipo y los que han sido parte de él hoy ocupan posiciones importantes.
Pragmática es, sin duda. Lo ilustra su posición en el tema del seguro médico. Mientras otros precandidatos plantean grandes cambios y ofrecen paraísos fiscalmente imposibles, ella pretende construir progresivamente sobre lo que hay. Su plan de infraestructura es la más viable de las que se han discutido.
En un ambiente en el que los políticos mienten descaradamente, distorsionan los datos y exageran sus logros, ella se distingue por su honestidad. PolitiFact, la organización que verifica los dichos de las figuras públicas, certifica que lo que asevera es "verdad o mayormente verdad" y que las cifras que menciona son "exactas o mayormente exactas". No promete más de lo que ella genuinamente cree que puede conseguir.
Reconocida por su buen sazón en la comida típica de Minnesota, comparte su receta secreta de croquetas de papa a la cacerola a quienes donan cuando menos un dólar a su campaña.
La fama de chistosa le viene de su forma desenfadada de expresarse. Sus discursos se alejan de las formalidades y con frecuencia se convierten en diálogo con los asistentes. A diferencia de otros candidatos, que se esperan a que se desvanezcan los aplausos cuando dicen una buena línea, ella sigue hablando con naturalidad. Si causa risa es porque así es, no porque sus asesores le redactaron frases simpáticas.
Todos esos atributos explican que esté hoy entre los aspirantes competitivos. Muchos demócratas que sienten a Elizabeth Warren y a Bernie Sanders muy radicales, a Joe Biden demasiado viejo y estirado y a Pete Buttigieg inexperto, creen que ella, que nunca ha perdido una elección y es la segunda opción de los que ya quedaron eliminados, sería su mejor carta.