Repensar

Histeria

Estados Unidos va a requerir cada vez de más migrantes. El problema es que la polarización política no les ha permitido rehacer racionalmente el sistema migratorio.

Con nuevos bríos regresa en Estados Unidos la histeria antimigrante. Los mismos políticos que han sido incapaces de acordar leyes para que su país tenga un proceso migratorio ordenado y provechoso, regresan a denunciar una imaginaria invasión. Buscando réditos electorales, alarman a la población haciéndole creer que se ha disparado la inmigración ilegal.

No es verdad. Lo primero que hay que tener claro es que no todos los que llegan, se quedan. Así como entran miles de migrantes cada año, otros tantos (ciudadanos, residentes o ilegales) se van.

Lo hacen porque terminaron una carrera universitaria o un contrato laboral; porque se casan con un extranjero o se divorcian de un nacional; porque no encontraron un trabajo satisfactorio o no se adaptaron; porque extrañan a sus familiares o se aburrieron de la comida; porque buscan un lugar donde hacer fortuna o donde les rinda más su pensión; porque se les acabó la visa o los deportaron.

Tenemos por eso que hablar de inmigración neta. Esta ha sido positiva (más ingresos que egresos) desde el inicio de la nación y se ha mantenido estable en lo que va del siglo. Fue de 1.2 millones en 2001 y de 1.0 millones el año pasado.

Hay que entender que de ese millón que aumentó la población migrante el año pasado, la mayor parte entró en forma legal, con visas para reunificación familiar, para trabajar o estudiar.

Lo que es cierto es que las políticas restrictivas de Donald Trump, en específico la reducción en el tope anual de refugiados y la expulsión exprés por razones sanitarias durante la pandemia (Título 42 de la Ley Migratoria), redujeron a la mitad esa inmigración neta entre 2019 y 2021.

Tampoco han crecido, como se supone, los ‘encuentros’ en la frontera. Es decir, las aprehensiones y expulsiones por parte de la Patrulla Fronteriza. Fueron 1.6 millones en 1986, 1.6 millones en 2000 y 1.7 millones en 2021.

Lo que sí cambió

Lo nuevo en este siglo es el perfil demográfico y nacional de los inmigrantes indocumentados. Antes eran mayoritariamente hombres jóvenes solos y ahora hay más familias completas y niños no acompañados.

Entonces eran casi todos mexicanos. En este siglo fueron disminuyendo los compatriotas que querían irse para allá, hasta llegar casi a cero. Lamentablemente en los últimos años volvieron a aumentar. Hoy son mayoría los centroamericanos, caribeños y venezolanos. Crecientemente están llegando africanos y asiáticos.

También es diferente en los últimos años la forma de entrada. Menos se arriesgan a cruzar por el río y por el desierto. Más entran con visa de turista y no salen antes de que expire.

Muchos solicitan se les admita como refugiados, sin que realmente estén escapando de una guerra o persecución. Aprovechan que los jueces han interpretado flexiblemente la ley, en beneficio de quienes se dicen víctimas de desastres naturales o de violencia intrafamiliar. Admitidos temporalmente, buena parte se esfuma sin esperar el juicio.

Por último, los puertos de entrada más socorridos ya no son San Diego y El Paso, sino Río Grande, Del Río y Yuma.

En realidad, numéricamente, la inmigración no ha variado tanto. Sólo se vuelve preocupante cuando se le ve como proporción de la población total.

Dado que la tasa de nacimientos (por 100 mil habitantes) pasó de 14.2 en 1970 a 12.0 en 2019, el crecimiento natural de la población va quedando por debajo de la inmigración neta. Es decir, se incrementa más rápido la población migrante que la nativa.

Los que viven en la Unión Americana, sin haber nacido ahí, llegaron a ser 13 millones (15 por ciento de la población) a fines del siglo 19, después de las grandes migraciones europeas. Luego fueron bajando hasta 10 millones (5 por ciento de la población) en 1970, para incrementarse aceleradamente hasta llegar a 46 millones (14 por ciento de la población) en 2022.

De esos 46 millones aproximadamente la mitad están naturalizados, un cuarto es de residentes y otro cuarto (11 millones) de indocumentados.

Precisamente por esa mutación demográfica, Estados Unidos requiere migrantes y va a requerir cada vez de más.

El problema es que la polarización política no les ha permitido rehacer racionalmente el sistema migratorio.

En lugar de eso, unos buscan conseguir votos proponiendo irresponsablemente la regularización indiscriminada y los otros venden como panacea el estricto control fronterizo, con muros, alambradas, boyas flotantes, drones y soldados.

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