Repensar

Intriga y suspenso

La presa Hoover es la mayor de las 14 presas que se construyeron el siglo pasado en el cauce del río Colorado. Siete estados de la Unión Americana y dos de México dependen de sus caudales.

El 30 de noviembre de 1939 la embajada de Estados Unidos en México envió un reporte urgente a Washington. Oficiales de inteligencia habían descubierto que agentes alemanes preparaban desde aquí una operación de sabotaje. Planeaban colocar bombas en las torres de toma de la presa Hoover, en la frontera entre Nevada y Arizona, a 48 kilómetros de Las Vegas.

Las torres de toma son el conducto por el que entra el agua a las turbinas que están en la base de la presa. Si se destruyen, la hidroeléctrica queda inutilizada.

En ese año ya era claro que Estados Unidos tendría que participar en el conflicto bélico y los militares estaban muy preocupados porque las naciones del Eje disponían de tres veces más capacidad eléctrica que Estados Unidos. La hidroeléctrica Hoover era la más importante fuente de energía del sur de California, donde estaban las principales fábricas de aviones y astilleros. El agua de la presa también era indispensable para hacer trabajar las minas de cobre (material estratégico) y para abastecer de agua potable y riego a toda la región.

La policía militar tomó el control de la presa, restringió el acceso y colocó baterías antiaéreas. Nunca fue vulnerada.

Cuando el país entró a la guerra, después del ataque japonés a Pearl Harbor, ya había cuadruplicado su capacidad eléctrica y tenía reaprovisionados sus arsenales. Entre 1940 y 1945 los generadores de la presa no pararon. Gracias a ello se pudieron producir miles de barcos, aviones y tanques.

Deterioro explisivo

La presa Hoover es la mayor de las 14 presas que se construyeron el siglo pasado en el cauce del río Colorado, que corre a lo largo de 2 mil 334 kilómetros hasta desembocar en el golfo de California. Siete estados de la Unión Americana (Wyoming, Colorado, Nuevo México, Utah, Arizona, Nevada y California) y dos de México (Sonora y Baja California) dependen de sus caudales para mover industrias, irrigar campos y brindar agua potable a cerca de 40 millones de habitantes.

En 1922 los gobernadores estadounidenses se pusieron de acuerdo para repartirse el agua del río. En 1944 Estados Unidos se comprometió en un tratado a proporcionar a México al menos mil 800 millones de metros cúbicos del líquido cada año.

Esos acuerdos se pudieron cumplir hasta el inicio de este siglo. La cuenca se ha sobreexplotado y en los últimos 23 años ha habido una tremenda sequía (la peor desde el año 800 d.C.). Los estados norteños han estado en permanente conflicto con Arizona, Nevada y California (que aprovechan la mayor parte del agua). Desde 2017 Estados Unidos no ha cumplido adecuadamente con la cuota que corresponde a nuestro país.

Hoy la presa Hoover, mucho más estratégica que en los años 40, está a un 25 por ciento de su capacidad. Para que el agua alcance a entrar a las torres de toma, ha cerrado sus compuertas y hay restricción para abastecer a las ciudades (desde Las Vegas hasta Tijuana) y a los cultivos en los valles Imperial y de Mexicali.

El plazo que Washington le dio a los siete estados y a los usuarios, para que redujeran entre 15 y 30 por ciento de su consumo, se terminó el lunes pasado. Ahora el gobierno federal impondrá medidas unilateralmente.

En la Ley de Infraestructura que pasó en noviembre, y en la Ley de Reducción de la Inflación que se aprobó la semana pasada, hay algunos fondos para programas de reducción, reciclamiento y desalinización del agua. También para pagar indemnizaciones a los agricultores que voluntariamente dejen de sembrar (y de regar) algunas temporadas.

Donde la situación es más crítica es del lado mexicano. Todavía en los 60, el torrente que desembocaba al mar de Cortés era considerable y el delta del río era una zona de bosques, pantanos y humedales. Desde 1997 no llega nada de agua al mar. Hoy lo poco que entra a nuestro país se queda en la presa Morelos y el delta del río es un desierto.

Los ambientalistas han logrado que, en ciertas épocas del año, entren pulsos de agua al delta para restaurar el hábitat de especies de vida silvestre y evitar su extinción. Lo cierto es que todo el ecosistema del golfo de California se ha alterado.

Es urgente que nos involucremos en las negociaciones en curso. De ello depende el futuro del noroeste de México.

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