Repensar

Está verde

Hay un sector de la población que (a pesar de la sequía, los incendios forestales y los huracanes) no cree que exista un problema ambiental, comenta Alejandro Gil Recasens.

En Estados Unidos se desarrolló una conciencia ambiental desde el principio. Conforme se fueron expandiendo hacia el sur y el oeste, los habitantes de la nueva nación, sorprendidos con su belleza y biodiversidad, tuvieron iniciativas de conservación tan exitosas como los parques nacionales y los aviarios. Por eso fueron de los primeros en percibir las amenazas que la actividad humana representa para la naturaleza y para la calidad de vida de las personas.

Hace medio siglo, a fines de los 60 y principios de los 70 hubo acontecimientos que les preocuparon: en Ohio, el río Cuyahoga, contaminado por desechos fabriles, se incendió espontáneamente; en California, una plataforma en la costa derramó miles de galones de petróleo, que ensuciaron las playas de Santa Bárbara; en Nueva York, aumentaron los casos de cáncer y defectos de nacimiento entre quienes vivían cerca del canal Love, saturado de químicos.

Leyeron con interés el libro Primavera silente de Rachel Carson (que mostró cómo el uso indiscriminado de pesticidas mataba a los pájaros y dejaba a los bosques silenciosos) y el reporte sobre Los límites del crecimiento, que advirtió sobre el crecimiento exponencial de los contaminantes. Las primeras fotografías de la tierra desde el espacio los conmovieron profundamente.

En 1970 se celebró por primera vez el Día del Planeta y Richard Nixon creó la Agencia de Protección Ambiental (EPA). En los años siguientes se aprobó, con apoyo bipartidista, un gran número de leyes.

AVANCES

Gracias a una gigantesca red de estaciones de monitoreo, a estándares y castigos cada vez más estrictos y a la organización comunitaria, se consiguió una caída dramática en las concentraciones de dióxido de azufre, monóxido de carbono y plomo en el aire. Las emisiones de las centrales eléctricas, de las factorías y de los vehículos son mucho menos sucias que hace dos décadas, pero no se han podido abatir las concentraciones de oxidantes fotoquímicos (ozono) al nivel del suelo.

El agua para beber es potable en todas partes y se ha disminuido sensiblemente la presencia de coliformes fecales y sólidos suspendidos en las aguas superficiales. Aún hay muchos nutrientes (como nitrógeno y fósforo) provenientes de la agricultura, y muchos químicos de la industria en ríos y lagos. Las redes de drenaje y las plantas de tratamiento son muy caras.

Las sustancias tóxicas más dañinas se han controlado: se eliminó el DDT de los cultivos, el asbesto de los edificios, el plomo de la pintura y la gasolina.

Lo que ha costado más trabajo es aminorar las emisiones de gases de efecto invernadero (CO2), que causan el calentamiento global. El aprovechamiento de la energía solar y eólica y la sustitución en las plantas eléctricas del carbón por gas natural (la fractura hidráulica aumentó su producción y disminuyó su precio) en algo han contribuido. Lo mismo, en el transporte, con los convertidores catalíticos, los combustibles con etanol, la verificación obligatoria y la introducción de vehículos híbridos o eléctricos.

Sin embargo, las emisiones agrícolas, industriales, comerciales y residenciales (que representan la mitad) se mantienen altas. Muchas industrias sucias se han trasladado a otros países, exportando la contaminación.

RETROCESOS

Es una lucha que requiere de la cooperación internacional. Con reticencia la Unión Americana se unió al Acuerdo de París, pero hay un sector de la población que (a pesar de la sequía, los incendios forestales y los huracanes) no cree que exista un problema ambiental. En ese grupo se apoyó Donald Trump para abandonar ese pacto, al cual volvió Joe Biden apenas llegó a la Casa Blanca.

Sabedor de que el tema es controvertido, Biden propuso metas limitadas en su campaña, mientras que los que le disputaban la candidatura proyectaban objetivos ambiciosos. Para evitar una división dentro del Partido Demócrata, se formó una comisión que incluyó a los centristas y a los progresistas (copresidida por John Kerry y Alexandria Ocasio-Cortez).

Las recomendaciones que presentaron sirvieron para integrar el plan económico del presidente (Build Back Better), que considera las grandes inversiones que se requieren, por ejemplo, para renovar toda la red eléctrica. A la fecha no ha sido aprobado por el Congreso. Ante el riesgo de una estanflación y el esfuerzo presupuestal que significa, lo más probable es que nunca pase.

El presidente tiene, sin embargo, facultades para presentar acciones ejecutivas. Lamentablemente las ha ejercido muy poco. Así, va a estar verde que se reelija.

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