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El gasero demagogo

El presidente López Obrador demuestra una vez más tomar decisiones equivocadas al plantear que una empresa estatal de gas resolverá el problema de los altos precios.

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El Presidente de México con frecuencia tiene una visión errada sobre un problema, llega a un diagnóstico incorrecto… y finalmente a una solución equivocada. Ha decidido que la subida en los precios del gas que usan los hogares es resultado de la falta de competencia entre las empresas distribuidoras. Al parecer ni remotamente se le ocurre pensar en el precio internacional, o que es raro que esas empresas que hoy acusa de tener altas utilidades ofrecían precios mucho más bajos hace no tanto tiempo.

López Obrador es un estatista que crecientemente se radicaliza, aparte de un demagogo molesto porque perdió muchos votos en la Ciudad de México, que con su orgullo herido quiere recuperar en 2024. Su capitalismo es de cuates, con empresarios a los que se entregan concesiones a cambio de favores. No piensa en la competencia, sino en las componendas. No busca un piso parejo que permita florecer a los negocios e incentive a los emprendedores, sino compradores de boletos para la rifa del avión a cambio de unos tamales (y favores). Para AMLO, la empresa paraestatal no gana beneficios ni tampoco sigue parámetros neoliberales como la eficiencia. Corta gasto en salud, educación o infraestructura sin piedad con tal de financiar generosamente sus elefantes blancos.

Su nueva prioridad es el gas LP que se distribuye en cilindros. Ante un precio que ha subido con fuerza el último año, propone la creación de una nueva paraestatal. Como hizo con Dos Bocas cuando ninguna empresa privada quiso liderar el proyecto, le pasa el paquete a Petróleos Mexicanos, el más grande de los elefantes blancos que en realidad es un agujero negro para los recursos fiscales. Sin duda, Pemex tiene amplia experiencia en perder dinero, y todo el potencial para desarrollar una empresa que necesitará de abundantes subsidios en el futuro para mantener la repartidera de cilindros en colonias populares. En el mar de tinta roja que son las finanzas de Pemex, lo que se tirará repartiendo gas será algo menor, pero igual un desperdicio.

El sociópata que no titubeó en destruir los mecanismos para la distribución de medicinas hoy se muestra preocupado por repartir gas LP a un “precio justo”. Le embona como anillo al dedo en su personalismo mesiánico. Ataca a la Comisión Federal de Competencia Económica (una de las numerosas instituciones que detesta) y en cambio se erige como el proveedor de gas de la nación, el artífice de una empresa que supuestamente competirá contra los privados.

Si con el petróleo el tabasqueño desea regresar al México de 1980, con su manía paraestatal se ubica en 1975. La única diferencia es que Luis Echeverría habría nombrado a la nueva paraestatal como GasMex en lugar de Gas Bienestar. Hay todavía muchos mexicanos que recuerdan haber visto esa película de paraestatales que acabaron absorbiendo enormes cantidades de recursos. AMLO por su edad lo vivió, pero su soberbia le hace pensar que tendrá éxito donde tantos otros fracasaron. Citándose a sí mismo, debe pensar que eso de repartir gas LP no es ninguna ciencia.

El gas no es más que una señal adicional de un inquilino de Palacio que se radicaliza, en este caso en un estatismo ramplón. Con 31 meses de gobierno a cuestas, Andrés Manuel López Obrador muestra que la realidad sigue sin afectarle. Es el país entero el que paga, y seguirá pagando, las ocurrencias del demagogo autoritario, en su encarnación más reciente metido a cilindrero del gas.

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