Opinión

Sembrar empresarios

Sabemos que las nuevas guerras son por la generación de empleo. Ese es el problema número uno del mundo, y por supuesto también el de México.

Estamos desenfocados. Sabemos que las nuevas guerras son por la generación de empleo. Ese es el problema número uno del mundo, y por supuesto también el de México.


En ese contexto, tenemos la imperiosa necesidad de incrementar el acceso al empleo formal. Sin empleo formal no hay consumo, sin consumo no hay negocios, sin estos no hay impuestos, y sin impuestos no hay país.


Empecemos por reconocer que la falta de empleo no es en sí el problema, sino la consecuencia. Nos esperan años difíciles en los que el aumento del empleo será escaso porque las empresas crecerán poco o nada.


Si necesitamos empleo, y sabemos que la actividad empresarial es la que lo genera, la pregunta entonces es obligada: ¿Podemos aspirar a ser exitosos cuando en México históricamente el éxito empresarial es popularmente mal visto y hasta satanizado?


La pregunta es retórica y se contesta sola. Es imposible. México no genera empleo formal porque no genera suficientes empresarios ni incentivos para que nazcan y se multipliquen. Esto sólo podremos lograrlo promoviendo acciones de los organismos privados (muy en especial los empresariales), así como políticas públicas a todos niveles de gobierno que enaltezcan los principios y valores propios de una sociedad que premia e incentiva el emprendimiento, entendido este como la acción humana derivada de la intención de superarse por esfuerzo propio.


Si queremos alcanzar la meta antes descrita debemos transformarnos en una sociedad proclive al mérito, convencida de que la prosperidad no se exige sino se trabaja y que la empresa es el motor principal de esta tarea.


Al empresario en México no se le promueve, se le tolera. Si logramos poco a poco un cambio en el que culturalmente el emprendedor y su esfuerzo sean valorados podremos empezar a revertir una estructura institucional que en el México de hoy no es congruente con un modelo que impulse el desarrollo empresarial y la generación de empleo.


Desafortunadamente, la apatía social y la desconfianza gubernamental han generado que al empresario se le vea en el mejor de los casos como un riesgo que administrar, y muchas veces como alguien a quien “exprimir”. Sobre la actividad empresarial formal pesan onerosas cargas de todo tipo, que empujan a los mexicanos a la informalidad. Los números de INEGI son contundentes al mostrar una tasa de informalidad en el empleo de 56%. El mensaje de la población es claro: con estas reglas no puedo ser exitoso en la formalidad.


Enfoquemos entonces nuestras energía, tiempo y recursos para incidir en política pública, capacitar y educar para romper esta ya muy antigua inercia. Trabajemos para transformar la visión de la sociedad mexicana: para cosechar bienestar hay que sembrar empresarios. #OpiniónCoparmex

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