New York Times Syndicate

Una joya de las matemáticas en los bosques brasileños

En un país con un vapuleado sistema de educación pública, destaca el Instituto de Matemáticas Puras y Aplicadas, que recibe a investigadores del todo el mundo y donde estudió Artur Ávila, ganador de la Medalla Fields, ‘el Nobel de matemáticas’.

RÍO DE JANEIRO - Hasta hace unas semanas, pocos brasileños habían oído sobre el Instituto Nacional de Matemáticas Puras y Aplicadas, mucho menos seguido los rarificados conceptos que se estudian en su interior.

Enclavado en un camino que serpentea a través de las boscosas colinas del Jardín Botánico, el complejo está rodeado por árboles adornados con orquídeas donde monos capuchinos vuelan entre las ramas. Académicos en los corredores murmuran no sólo en portugués, sino también en ruso, francés y persa. Vigilantes a la entrada, sorprendidos ante los visitantes que logran abrirse paso hasta el campus, los fulminan con la mirada.

Pero, entonces, uno de los investigadores del instituto, Artur Ávila, de 35 años, quien viste como un surfista de las playas de Río de Janeiro, se volvió noticia nacional este mes al ganar la Medalla Fields, considerada el equivalente del Premio Nobel de matemáticas.


Si bien Ávila, el primer brasileño que gana el premio, está adquiriendo fama personal como lumbrera matemática, mucha gente también está dirigiendo la mirada al instituto, una gema oculta que ha florecido en un país en desarrollo con una escasez de instituciones educativas de renombre mundial.

"El lugar es como un castillo en la jungla", dijo el estadounidense Stephen Smale, de 84 años, profesor emérito del instituto quien realizó una investigación en Río la cual lo condujo a su propia Medalla Fields en 1966.

En una reflexión de los vínculos que el instituto ha forjado con importantes universidades por todo el mundo, Smale notó que sus estudiantes de doctorado en Berkeley incluían a Jacob Palis, alguna vez director del instituto, y César Camacho, su actual director.

Este complejo, construido a finales de los años 70 y comienzos de los 80 con concreto reforzado, al sombrío estilo arquitectónico que prevaleció durante la dictadura, tiene un ambiente que resulta tanto relajado como intenso.

Buena parte del instituto, conocido como IMPA, está extrañamente callado, mientras los académicos exploran las fronteras de las matemáticas y la razón pura, a menudo sin concentrarse en cómo su conocimiento puede emplearse en el mundo real.

"El IMPA es un ambiente en verdad exigente", dijo Inocencio Ortiz, de 29 años de edad, estudiante paraguayo de doctorado que llevaba puesta una playera de Led Zeppelin. "Pero vale la pena porque un título de aquí trae consigo prestigio y fuertes probabilidades de obtener un empleo en matemáticas en Brasil u otras partes".

En años recientes, la institución ha mantenido una tasa de publicación entre su facultad que se compara favorablemente con grandes universidades como Princeton y Stanford, de acuerdo con datos de la Sociedad Estadounidense de Matemáticas.

Además, no cobra cuotas y ha apuntalado su posición en el mundo de las matemáticas atrayendo a estudiantes de doctorado y otros investigadores con salarios relativamente altos. Un investigador contratado en fechas recientes recibe alrededor de seis mil dólares mensuales, cantidad que sube durante el transcurso de un contrato de varios años hasta alrededor de ocho mil 600.

Con apenas 153 estudiantes en sus programas de posgrado (no ofrece cursos universitarios) y un personal de enseñanza e investigación de 50, marca un contraste con la mayoría de las universidades brasileñas ya que alrededor de la mitad de sus alumnos e investigadores viene del extranjero, dándole un aire totalmente cosmopolita.

"Todos en matemáticas conocen sobre el IMPA", dijo Damien Lejay, de 25 años, aspirante francés a doctorado en matemáticas por la Universidad Pierre y Marie Curie en París, quien hará una investigación aquí durante dos meses. "A Brasil le gusta invertir dinero en matemáticas, en tanto la historia en Europa es diferente, una de recorte de fondos".

Fundado en Río en 1952, la institución es mucho más pequeña que muchas universidades pero califica entre los mejores centros de matemáticas en el mundo en desarrollo. Su estructura administrativa cambió en 2000, permitiéndole seguir obteniendo la mayoría de sus fondos de fuentes públicas, al tiempo que le daba manga más ancha sobre la manera de gastar éstos. Además, donadores privados también apoyan esta inusual historia de éxito educativo.

Con un presupuesto anual de alrededor de 13 millones de dólares, no requiere que los investigadores sean brasileños o siquiera hablen portugués, centrándose más bien en la capacidad del candidato para conducir investigaciones matemática de vanguardia.

"IMPA es una de las islas de excelencia de Brasil, realmente en su propio idioma", dijo Arminio Fraga, expresidente del banco central de Brasil y quien actualmente dirige su propia empresa de inversión y está entre los mayores donadores del instituto.

El país sudamericano hace alarde de otras organizaciones de investigación de alto nivel, incluida Embrapa, pionera de la agricultura que ha ayudado a convertir a la nación en uno de los principales exportadores de alimentos, y el Instituto Aeronáutico de Tecnología, facultad de ingeniería inspirada en el MIT que ha apoyado el crecimiento de Embraer, el gigante de la aviación brasileña.

Sin embargo, otras instituciones educativas han sido presionadas por agudas demandas sobre sus recursos, y como ejemplo se encuentra la respetada Universidad de Sao Paulo, que vivió una prolongada huelga efectuada por profesores y empleados en contra de lo que administradores llamaron recortes necesarios ante una inflamada burocracia.

El instituto de matemáticas marca un contraste incluso más intenso con el vapuleado sistema de educación pública. La nación tiene un desempeño lamentable en dominio de matemáticas, según el Programa Internacional de Evaluación Estudiantil, la prueba estandarizada aplicada a estudiantes de 15 años de edad por la Organización para Cooperación y Desarrollo Económicos.

Buscando zanjar esa brecha, el instituto de matemáticas ayuda a organizar cada año la Olimpiada Brasileña de Matemáticas, competencia que involucra una serie de pruebas y un largo proceso de selección. A Ávila le ofrecieron una beca para el IMPA después de obtener muy buenos resultados en este concurso; en este entonces, mediados de los 90, era un estudiante de bachillerato, pero fue un paso decisivo rumbo a la Medalla Fields.

Ávila, quien tiene ahora tanto la nacionalidad brasileña como la francesa, divide su tiempo entre Río y París, donde es directivo en el Centro Nacional de Investigación Científica. Cuando está en Río, a menudo se le puede encontrar ponderando problemas matemáticos mientras serpentea por la playa cerca de Leblon, el vecindario junto al mar donde vive.

"En Irán, hay un proceso paso a paso para obtener un doctorado, mismo que puede ser bastante rígido", dijo Yadolá Zare, de 27 años, estudiante iraní que llegó hace poco al instituto para una estadía de cuatro años. "Una de las primeras cosas que noté aquí fue cuán flexible es; somos arrojados a este ambiente y nos dicen esencialmente: 'Bien, ahora depende de ti'".


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