Por años, el ahorro para el retiro en México se ha abordado como una decisión estrictamente individual. Sin embargo, en un contexto de envejecimiento poblacional, informalidad laboral y presión fiscal, el tema trasciende lo personal y se convierte en un asunto de desarrollo nacional. Así lo plantea Mario Ramírez, director de Previsión Social en Actinver, quien sostiene que un mayor ahorro previsional fortalece no solo el patrimonio de las personas, sino también la estabilidad económica y social del país.
Cuando una economía logra que más ciudadanos acumulen ahorro de largo plazo, reduce la vulnerabilidad futura y crea una base de recursos capaz de financiar proyectos productivos. “Generar más ahorro previsional hoy implica menos pobreza mañana y mejores condiciones para crecer de forma sostenida”, explica Ramírez. En otras palabras, el ahorro para el retiro no solo mitiga riesgos individuales, sino que también contribuye a una mayor productividad y a un sistema económico más sólido.
El problema es que el sistema actual resulta insuficiente. En México, cerca de la mitad de la población económicamente activa participa en la informalidad y no ahorra nada para su retiro. Incluso entre quienes cotizan en esquemas formales, los niveles de ahorro son bajos. Las tasas de reemplazo —el porcentaje del último salario que se recibe como pensión— rondan en promedio el 40% para generaciones anteriores y podrían caer hasta 20% para las más jóvenes. Esto anticipa un escenario complejo: un país con una población envejecida y con recursos limitados para mantener su independencia financiera.

Ante este panorama, Actinver ha enfocado su estrategia en dos frentes: concientización y flexibilidad. Por un lado, impulsa la educación financiera a través de talleres y plataformas como Acelera Academy, donde se enseña a las personas a comprender su situación patrimonial y a planear objetivos de largo plazo. Por otro, ofrece Planes Personales de Retiro (PPRs) diseñados para adaptarse a la realidad de cada cliente, sin plazos forzosos, aportaciones obligatorias ni penalizaciones por retiros anticipados.
La falta de ahorro de largo plazo también tiene raíces culturales. Predomina una visión de corto plazo, una fuerte preferencia por la liquidez y una desconfianza histórica hacia el sistema financiero. A ello se suman tasas de interés más bajas y mayores impuestos a instrumentos tradicionales, lo que reduce los rendimientos reales del ahorro conservador. En este entorno, Ramírez subraya la importancia de buscar alternativas que ofrezcan beneficios fiscales y rendimientos por arriba de la inflación, como los planes personales de retiro.
El mensaje central es claro: cada persona debe asumir la responsabilidad de su futuro financiero. Depender exclusivamente del Estado o de esquemas obligatorios ya no es suficiente. “Si hoy no alcanza durante la etapa productiva, mañana será aún más complicado”, advierte Ramírez. Comenzar con aportaciones pequeñas, informarse y ejecutar decisiones concretas puede marcar la diferencia.
Así, el ahorro para el retiro deja de ser una opción y se convierte en una necesidad estratégica. No solo define la calidad de vida de millones de personas, sino que también incide en la capacidad del país para crecer de manera estable y sostenible en las próximas décadas.




