Monterrey

Héctor Zuno: ¿Por qué el INE?

La tensión comenzó cuando en 2022 el presidente López Obrador propuso una Reforma Electoral, con la que se pretendía modificar estructural y sustantivamente el INE y eliminar a los organismos electorales de los estados.

En los últimos meses todos hemos sido testigos de la pugna que se ha dado entre el Poder Ejecutivo y el Instituto Nacional Electoral (INE). Entre narrativas encontradas y reformas constitucionales fallidas, que después se convirtieron en reformas legales, este tema se ha llevado desde hace tiempo las atenciones de los medios y el público.

La tensión comenzó cuando en 2022 el presidente López Obrador propuso una Reforma Electoral, con la que se pretendía modificar estructural y sustantivamente el INE y eliminar a los organismos electorales de los estados (OPLES).

Dicha reforma no pasó, pues no se obtuvieron los 2/3 de los votos totales de la Cámara que exige la Constitución para realizar una reforma electoral.

Posteriormente, se propuso y aprobó el paquete denominado “Plan B” de la Reforma Electoral, que constituía una serie de cambios legales a las leyes que rigen al Instituto Nacional Electoral y con el que se buscaba, entre otras cosas, la modificación estructural del INE.

Aunque este plan B es menos agresivo, trae consigo serios cambios que afectarían directamente el desempeño interno y externo del instituto y, por ende, su capacidad para maniobrar adecuadamente las elecciones.

Detrás de toda esta controversia, muchos se preguntan, ¿qué se busca realmente con modificar al INE?

Algunos sin pudor afirman que se trata de un ataque desde el poder, para mantener el poder. Es decir, que se busca debilitar al INE para que quien gobierna pueda influir, o en dado caso controlar las elecciones.

Por otro lado, quienes se manifiestan a favor de la reforma y de los cambios, argumentan que se trata de una “renovación” del INE para que éste sea más eficiente. O sea, que funcione igual, pero con menos recursos pues cuenta con un presupuesto bastante alto.

En contraste con ambos argumentos, podría ser buena idea reflexionar el tema a través de la “teoría del péndulo”.

En la teoría política contemporánea existe una idea de que en las democracias hay ciclos políticos e ideológicos que se mueven como un péndulo. Es decir, de izquierda a derecha, pasando por el centro.

La idea puntual detrás de esto es que, dadas ciertas condiciones, en un régimen democrático es posible que ocurran ciclos con temporalidades definidas, en los que una sociedad vota de forma secuencial por gobiernos de izquierda, luego por gobiernos de centro y después por gobiernos de derecha (o viceversa).

Quienes confían en la teoría del péndulo, argumentan que, así como gobernó durante 12 años seguidos el PAN (derecha y primer gobierno democrático anti-sistema), pudo gobernar 12 años el PRI (centro) y podrá gobernar por lo menos 12 años Morena (izquierda).

En el caso del PRI, se piensa que no pudo completar el ciclo, debido a la serie de fuertes escándalos con los que cerró el partido su primer sexenio y que dejaron un vacío de legitimidad que solo un candidato anti-sistema podría llenar. Es decir, el actual presidente.

En el caso del partido que ahora gobierna, las encuestas hasta ahora levantadas permean la idea de que ganarán las siguientes elecciones, independientemente de su candidato, al no tener una oposición fuerte y ningún candidato legítimo que recoja el descontento de quienes no concuerdan con el régimen.

Con esta información sobre la mesa, quizás podríamos preguntarnos, ¿si Morena ganará la siguiente elección entonces por qué debilitar o modificar al INE?

La respuesta podría tener muchas aristas. Quizás podríamos pensar que quienes gobiernan no están pensando en 12 años de gobierno, si no en muchos más.

¿Será esto porque tienen un proyecto de nación y/o de transformación que requiere una continuidad de largo plazo? No lo sé, pero tratemos de respondernos a la luz de la historia.

En casi ninguna democracia del mundo, se tienen órganos electorales tan costosos y robustos como el que tenemos en México y otros países de América Latina. Es curiosamente la región latinoamericana la que tiene a los países que más gastan en órganos y herramientas electorales.

Y esto tiene todo el sentido del mundo, si volteamos atrás y observamos las dictaduras hostiles que han azotado a los países de esta región.

Muchos podrían argumentar que la democracia no es la mejor forma de gobierno y que los organismos electorales no deberían ser tan “caros”.

Se puede estar de acuerdo con ambas afirmaciones, pero tendría que decirse que, aunque la democracia podría no ser la mejor forma de gobierno, sí es la única que logra recoger las aspiraciones de los que serán gobernados y es también la que más estabilidad genera en el mundo actual.

Y en cuanto al dinero, órganos como el INE, que son pilares fundamentales para sostener la vida democrática, no se pueden pensar en función de costos, sino en función de valor. El valor que representa la función del Instituto Nacional Electoral está muy por encima de cualquier cantidad de dinero que éste requiera para operar.

Más allá de todo, es preciso reconocer que la democracia no es el INE, somos nosotros. Y por ello a nosotros nos toca opinar y luchar por la democracia que queremos ser.

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