Financial Times

Financial Times: El “tigre azteca” aún no ruge


 
 
John Paul Rathbone
 
 
Cuando Enrique Peña Nieto asumió la presidencia de México en diciembre, parecía que tenía la intención de limpiar los escombros del pasado y desatar al tigre azteca. Sin embargo, diez meses más tarde, parece que el tigre ha perdido su fuerza.
 
 
La economía se ha ralentizado y el impulso reformador de Peña Nieto parece estar flaqueando. Las protestas de los maestros han tomado a la capital como rehén, bloqueando el aeropuerto y el Zócalo. Un grupo paralelo, enarbolando pancartas exaltando a héroes bigotudos de la historia mexicana, quiere bloquear la reforma energética.
 
 
Esta resistencia, combinada con la desaceleración económica, forzó al ex gobernador mexiquense a diluir la reforma fiscal de "transformación", retrocediendo de los aumentos de impuestos en comida y medicinas. Todos los días parece que el emergente pacto político multipartidista se va a disolver. "¿Ya ven?", dicen los críticos, señalando sabiamente a los titulares. "El tigre azteca es un tigre de papel".
 
 
Tales aseveraciones tal vez sean prematuras. Sin duda se acabó la luna de miel de Peña Nieto. Pero si la primera fase de su administración se trató de revelar y crear ímpetu para las reformas, la segunda fase está dedicada a su ejecución, una labor mucho más difícil. Se debe esperar turbulencia política. La pregunta clave es: ¿será decisiva la resistencia?
 
 
Su índice de aprobación se ha mantenido en un robusto 56 por ciento, según una encuesta realizada este mes por el encuestador Mitofsky. Mientras que Peña Nieto tal vez haya subestimado la reacción de introducir el proceso de evaluación de maestros, asimismo la sección disidente del sindicato de maestros CNTE no previó la reacción del pueblo: bloquear las calles de la Ciudad de México no los ha favorecido.
 
 
Los maestros manifestantes no han podido encontrar una causa común con aquellos que están opuestos a la apertura de Pemex. Aunque ambos grupos están lanzando sus protestas en la capital, generalmente lo hacen por separado. Tampoco se les han unido los miembros del poderoso sindicato laboral de Pemex. La "calle" está burbujeando... no bullendo.
 
 
Mientras tanto, en el Congreso, Peña Nieto continúa navegando delicadamente dentro del pacto tripartito: negociando con un lado, y luego con el otro. Por ejemplo, el Partido Acción Nacional (PAN) respalda los planes para la liberalizar a Pemex, pero no está tan a favor de la reforma fiscal redistributiva que aumentaría las tasas tributarias.
 
 
Por otro lado, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) no está a favor de la reforma energética, pero sí quiere una reforma fiscal. Ya que el apoyo de cualquiera de los partidos es suficiente para aprobar una ley, este conflicto tal vez no sea demasiado importante. De hecho, la reforma educativa ya está aprobada, al igual que las medidas en los mercados laborales, financieros, de telecomunicaciones y de competencia.
 
 
Y si Peña Nieto siente que está retrocediendo, no lo está mostrando. Este mes, dijo que México no debe resignarse con una economía que tiene una expansión de 1.5 por ciento, como sucedió en la primera mitad del año. Una semana más tarde, anunció un plan de estímulo. Asimismo, todos reconocen que México tiene un problema de obesidad; por lo tanto ahora también hay un impuesto sobre la venta de bebidas azucaradas.
 
 
Pero lograr aprobación de varias leyes es un reto muy diferente a la implementación de dichas leyes. ¿Podrán reducir la informalidad de la fuerza de trabajo, una causa de la pobre productividad y bajo crecimiento salarial, sus reformas fiscales y laborales? Es demasiado pronto para evaluarlo.
 
 
¿Ha explicado claramente las reformas? Parece que no: la mayoría de los mexicanos creen que la liberalización de Pemex implica una privatización, a pesar de repetidas aseveraciones de parte de la administración que insisten que no es así. Es posible que continúen las protestas.
 
 
También existen problemas en su economía política. Su agenda tal vez sea demasiado amplia para ser implementada adecuadamente. No está abordando las preocupaciones de muchos, especialmente sobre la seguridad y corrupción. Lo que es más importante, sus reformas suponen cambios a una gran escala pero pocas victorias rápidas que inmediatamente mejoren el bienestar individual.
 
 
Por lo tanto, Peña Nieto está pidiendo a los mexicanos que confíen en él, aunque muchos naturalmente se muestran reacios a confiar en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Después de todo, la última vez que México tuvo un líder de "transformación" del PRI, la presidencia resultó en una devaluación devastadora y la crisis económica de 1994-95.
 
 
¿Cómo queda entonces el marcador actual? La medida clave del desempeño de Peña Nieto es la liberalización de Pemex, la cual está pendiente. Si no lo logra, México habrá perdido una importante oportunidad para el cambio. Pero si tiene éxito, será difícil argüir que no cumplió sus promesas del primer año.

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