Tenía ocho años cuando se le ocurrió levantar un tanque de gas y gritar a su padre: "¡Mira, soy Hulk!". El ahora seleccionado brasileño es hijo de un comerciante al cual ayudaba a cargar cajas desde la infancia. Desarrolló desde entonces la musculatura que ahora le caracteriza dentro y fuera del Brasil. Givanildo Vieira de Souza, es su nombre.
Con la ayuda de un amigo, su papá pudo pagarle su inscripción a una escuela de futbol en la que comenzó a llamar la atención. Viajó a Portugal a los 15. Regresó al futbol local, en el que firmó su primer contrato por 258 dólares al mes. Cuando recibió el cheque, llamó a su madre para decirle: "¡Vieja, ya somos ricos!