Celebrado desde 1970, el Pro Bowl se ha convertido en una tradición muy cara para la NFL y un tanto inútil para los jugadores. Mike Florio, especialista de NBC Sports, sostiene que se trata de una competencia "en peligro de extinción".
Cada que hay junta anual de dueños en la liga de futbol americano estadounidense, los medios de comunicación lanzan las mismas preguntas: ¿Debería desaparecer? ¿Es realmente un buen negocio para la liga? ¿Conviene seguir manteniendo este partido al que nadie toma en serio? Las cifras hablan por sí solas.
Según datos de la consultora Nielsen, el Tazón de los Profesionales reúne apenas una novena parte del total de gente que ve el Super Bowl. Tan sólo el año pasado, la final entre Broncos de Denver y Halcones Marinos de Seattle fue seguida por 111.5 millones de espectadores, un récord histórico en Estados Unidos. En cambio, lo máximo que ha logrado reunir el Pro Bowl fueron 12.5 millones de personas en 2013. En número de patrocinadores, el partido previo a la final se sigue quedando atrás, pues apenas ha logrado reunir a 51 marcas. En contraste, este 2015 serán más de 100 las que se anuncien en el Super Tazón que disputarán Seattle y Nueva Inglaterra.
Las críticas se han focalizado también en el poco empeño que muestran los jugadores en el campo por temor a las lesiones. Tuits como "Is this a play, or a picnic?" se multiplicaron el año pasado y convirtieron el enfrentamiento en un trending topic bastante incómodo para los dueños de la NFL.
No es un secreto que cuando éste se realizaba en Hawái, la mayoría de los atletas sólo utilizaba el viaje para irse de paseo. La revista Forbes asegura que si un agente quiere establecer contacto con determinado jugador, el Pro Bowl es el momento ideal para hacerlo porque "todos están de buen humor. El ambiente juega con las emociones y fibras sensibles de los mejores deportistas de la NFL, en especial los que hacen su primer viaje a esta gran recompensa vacacional y económica".
Pero ni siquiera los pagos son tan altos. Este año el equipo ganador se llevará 55 mil dólares; el perdedor recibirá 28 mil. Una miseria comparada con los salarios que tienen en sus equipos jugadores como Peyton Manning, quien gana alrededor de 27 millones de dólares anuales.
Aunque, en teoría, el Pro Bowl reúne a las estrellas más brillantes de la NFL, la realidad apunta a lo contrario. Este año no participará Tom Brady, mariscal de los Patriotas. Había sido el elegido tras la votación de coaches, aficionados y jugadores. Lástima por los que pagaron hasta 500 dólares para verlo, pues ahora su atención está centrada en el gran duelo del 1 de febrero.
Broncos de Denver es la escuadra que más aporta a la edición de estrellas de este año, con un total de nueve elementos seleccionados. Los quarterbacks que jugarán serán Andrew Luck (Colts), Peyton Manning (Broncos), Aaron Rodgers (Empacadores), Ben Roethlisberger (Acereros) y Tony Romo (Vaqueros).
Lejos de mostrar destellos de una posible desaparición, la NFL se esfuerza en preservar este evento, cuyos orígenes se remontan a 1938, cuando se disputó el primer Juego de Estrellas entre Hollywood Stars y Los Ángeles Bulldogs.
Hasta hace dos años, se enfrentaban la Conferencia Americana y la Nacional. Pero desde 2014 cambió el formato. Los atletas fueron reclutados por dos entrenadores miembros Salón de la Fama en un draft televisado: Michael Irvin y Cris Carter. Ellos serán los capitanes de cada equipo.
Por lo pronto, las intenciones de la NFL son claras: salvar al Pro Bowl a como dé lugar, aunque incluso las televisoras se avienten la bolita para transmitirlo.