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Eusebio Ruvalcaba, el escritor con música en las venas

Escritor de profesión y melómano por convicción, Eusebio Ruvalcaba era conocido por la infinidad de ensayos y textos que dedicó a hablar con hechos de las dos pasiones entre las que navegó a lo largo de su vida: la literatura y la música.

Con El alma de Paganini, un texto que desmenuza en 24 apartados igual número de emblemáticos Caprichos del músico italiano, se despidió el escritor Eusebio Ruvalcaba el pasado 16 de diciembre de los seguidores de su blog "Nadie se baña dos veces en el mismo Eusebio", donde plasmaba esa pasión que siempre sintió por la música.

Ruvalcaba, quien fue colaborador de la sección cultural de El Financiero por varios años, había sido internado en enero pasado, en un hospital del rumbo de Villa Coapa, para ser atendido de un hematoma cerebral; anoche perdió esa batalla que hoy consterna al medio cultural mexicano, donde se le reconoce como "un hombre de palabra que hizo de la escritura su patria".

Escritor de profesión y melómano por convicción, Ruvalcaba era conocido en el medio por sus cuentos y por la infinidad de ensayos y textos que dedicó a hablar con hechos de las dos pasiones entre las que navegó a lo largo de su vida: la literatura y la música.

Testigo de ello queda un nutrido blog en el que él mismo compilaba su obra, pero también su espíritu disciplinado que lo hacía escribir textos del lunes; sus múltiples intereses y preocupaciones, plasmados en cuentos, poesía, ensayos, novelas y crónicas; textos sobre música y músicos, artículos varios y cartas con destinatarios tan variopintos que iban de Brahms a John Lennon, pasando por personajes como Andrés Manuel López Obrador.

Lo de Ruvalcaba era la universalidad, lo mismo escribía de aforismos sobre la mujer que de consideraciones en torno a la novela; del Alzheimer, el envejecimiento o el vouyerismo; sus ensayos versaban lo mismo del arte de hacer llorar, que del oficio de nacer y el de morir.

Dedicó también muchas líneas a perfilar personajes y obras, tal es el caso de María Teresa Rodríguez y su piano; o José Pablo Moncayo, con un texto que va más allá del recuento biográfico e incluye su popular Huapango.

Todo eso y más queda como legado para quien quiera acercarse a la obra de Ruvalcaba, plasmada en sus publicaciones impresas pero también en este blog https://eusebioruvalcaba.wordpress.com/2012/05/28/368/, abierto en 2012, y desde diciembre del año pasado, sin más publicaciones del autor.

Hijo de una pianista (Carmen Castillo) y un violinista (Higinio Ruvalcaba), Eusebio Ruvalcaba nació en Guadalajara, Jalisco, en 1951, y como es evidente, la música la llevó en las venas, la abrevó desde la cuna, aunque no se dedicó formalmente a ella.

Fue narrador, poeta, periodista y dramaturgo; coordinaba talleres de creación literaria y y escribía de manera regular en diarios y revistas, no obstante lo cual, solía decir que él había venido a este mundo a escuchar música, a hablar y a escribir de ella, tal como lo hizo durante toda su vida, quizá porque, para él, la música era un poco como volver a la placenta.

Sus biografías poco apuntan de él que no se perciba en sus textos, si acaso, que su trabajo fue objeto de varios premios, como el de Cuento, convocado por El Nacional en 1977; el Punto de Partida de Teatro, en 1978; el de Cuento Agustín Yáñez, de 1991; el de Cuento San Luis Potosí 1992, y el Charles Bukowski, de editorial Anagrama en 2004.

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