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"Fortuna", de William Kentridge, en el MUAC

    

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Estoy interesado en un arte político, es decir, un arte de la ambigüedad, la contradicción, de gestos inacabados y cosas inciertas. Un arte (y una política) en la que mi optimismo se mantiene bajo control y mi nihilismo a raya.

WILLIAM KENTRIDGE


Este fin de semana es el último para la exposición del artista sudafricano William Kentridge (1955) en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, el MUAC, al sur de la ciudad
de México.

Esta muestra intenta acercarnos a los distintos procesos y medios utilizados por Kentridge, como el grabado, el dibujo, la animación y la escultura. El título Fortuna describe perfectamente el sistema creativo del artista, en el que más que creer en el "accidente", busca encontrar el impulso de un hallazgo venturoso. Para Kentridge, la idea de fortuna es "algo más que la fría casualidad estadística, pero al mismo tiempo fuera del rango del control racional". Este rasgo humano es uno de los aspectos más importantes de su arte, pues nos lleva a una dimensión altamente política y poética a la vez.

Creció en la Sudáfrica blanca, durante el atroz sistema de segregación racial del apartheid, que duró de 1948 a 1994, periodo que gobernó el National Party, y que terminó con la elección de Nelson Mandela. Los padres de Kentridge eran abogados antiapartheid que defendían víctimas de esta política, lo que influyó en esa percepción absurda y ambigua de la realidad, que se vuelve evidente en la obra del artista.

William Kentridge enlaza sus historias personales con la historia colectiva, y como una suerte de mago, trabaja con el doble sentido del pasado que, aunque ya se ha ido, permanece en un resquicio psíquico. En sus piezas de animación presenciamos este complejo proceso de transformación del pasado en memoria: Kentridge dibuja, hace una fotografía del dibujo, y sobre el dibujo anterior vuelve a dibujar, añadiendo o borrando, así continuamente hasta completar su filme. A este método lo llama cine paleotítico, cuyo resultado es un corto animado y el último dibujo de la secuencia, que curiosamente encierra esta ambigüedad del presente como residuo de su mismo pasado. En esta exposición, Fortuna, se exhiben 27 de sus animaciones, entre las que se encuentran Félix en el exilio (1994), Historia de la queja principal (1996), Estereoscopio (1998) y Viaje a la luna (2003), un inequívoco homenaje a George Méliès.

Las más de 280 obras que conforman Fortuna no son ilustraciones del apartheid, son estéticamente poemas donde a pesar de lo inmóvil del dibujo, grabado e incluso escultura, el movimiento, el tiempo y la transformación son medulares. La serie escultórica Cargueros y procesiones (2009) consta de 25 pequeñas figuras de bronce antropomórficas, congeladas en la acción de ir cargando algo -ya sea un libro, un hato de ramas, una espada- con una alegre belleza muestran cómo el trabajo físico, el hacer algo, es parte fundamental de lo que somos. Y por supuesto la acción de movimiento es parte primordial de la política, pues estas figuras no caminan hacia la nada, hay un destino que aunque incierto es necesario. Como los desplazados o migrantes, que tal vez no encuentren un final feliz, pero su peregrinar es ineludible.

Sudáfrica y México comparten ese continuo cambio, lo que no termina de suceder, la onírica realidad; además, tienen en común la carga de un pasado colonial que engendró racismo, segregación y desigualdad social; sin olvidar una fuerte tradición de grabado y dibujo de alto contenido político. Como mexicanos, es imposible no conmoverse ante la soledad, la contradicción y la injusticia social que la obra de Willian Kentridge hace visible. Ojalá no pierdan la oportunidad de visitar esta exposición que estará hasta el 21 de junio, para moverse después al Museo Amparo en Puebla, Puebla, el mes entrante.

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