La Nota Dura

En memoria del 19S

Javier Risco reseña el documental sobre el sismo del el 19 de septiembre, realizado por el fotógrafo Santiago Arau y el editor Diego Rabasa.

Qué duro es verlo de frente otra vez, entrar a la intimidad de la tragedia, escuchar el crujido de las paredes, las ambulancias, las crónicas en radio, la voz de los que estuvieron debajo de las ruinas y el silencio de los que no salieron.

Hace unos días se estrenó en el Festival de Cine Ambulante el documental del sismo del 19 de septiembre hecho por el fotógrafo Santiago Arau y el editor Diego Rabasa. El resultado es un abrumador trabajo sobre el día que cambió la dinámica de vida de esta ciudad. A través de los ojos de un dron, Santiago nos permite entrar a las salas destrozadas, a las recámaras sin paredes y a historias de sobrevivencia en los puntos más críticos de aquel 19.

La mirada de Arau nos regresa a ese día, a esa mañana en la que sólo teníamos en mente acumular un aniversario más del terrible sismo de los 80, cuyas historias nos acompañaron desde niños y que a la puesta del sol nos había dejado una ciudad, de nuevo, entre ruinas y solidaridad. Van casi ocho meses de ese Gran Sismo de la Chingada, como lo bautizó el escritor Diego Fonseca, y el trabajo de Arau y Rabasa nos arranca esas lágrimas que por supervivencia hemos decidido secar.

Sin embargo, no sólo se trata de imágenes desgarradoras; el ensamble de sonidos bellamente editados son el toque que le da vida a esas imágenes de desastre. Los sonidos de los llantos, de los llamados de ayuda, de aquellos locutores que durante las primeras horas se volvieron nuestro único contacto con lo que pasaba, remueven la terrible memoria y transforman la narrativa más dolorosa, de una ruidosa rutina matutina a un grito desesperado que se extendió del mediodía a la angustiosa noche.

Este trabajo nos pone en menos de 15 minutos frente a un documento visual que sirve de homenaje para todos aquellos que se movilizaron, pero también que exhibe a un gobierno que ha actuado lento y mal. Nos regresa a esa posición de vulnerabilidad en un recorrido donde identificamos una ciudad que aún tiene una herida abierta.

El recorrido que el dron hace por los muchos edificios derrumbados muestra a esa ruidosa ciudad que de golpe se quedó en silencio y que tuvo que permanecer así para encontrar en esos espacios sin sonido un indicio de vida y de esperanza. No se trata de revivir el dolor (o no sólo de eso), se trata de remover la esperanza en la unión, esa que hoy tanto hemos dejado atrás.

Ninguno de los lugares que nos hace visitar requiere que le ponga dirección. Aun con el deseo de dejar todo atrás, nadie olvida que las fotos antiguas colgadas en una pared que quedó expuesta pertenecen a ese edificio en Yacatas que se vino abajo. Ni las lonas amarillas y azules que inundaron Tlalpan dejan que olvidemos la tragedia en el Multifamiliar, o ese enorme sándwich de losa catalana que sepultó a 49 personas del edificio de Álvaro Obregón. Los ojos de estos documentalistas no nos muestran nuevas imágenes, pero sí nos permiten verlas desde otra perspectiva.

Es imposible contener las lágrimas, es imposible pensar que aún hay cientos de familias que no necesitan un recordatorio de la tragedia porque despiertan y ven su casa derrumbada, es imposible permanecer indiferente. O lo ha sido para quienes sabemos que fueron ellos pero pudimos ser cualquiera, porque las autoridades, esas sí han sabido aprovechar la tragedia y olvidar el desastre. Las preguntas que vienen después de ver los 13 minutos de imágenes son: ¿Estamos preparados para otro? ¿Cambiamos algo? ¿Aprendimos de nuestros errores?

Por ello es importante hoy hablar de ese Memorial en el que el gobierno piensa invertir 60 millones de pesos a través de la opaca Secretaría de Desarrollo Urbano, y para lo que expropió el predio que sumó más muertos: Álvaro Obregón 286. 60 millones de pesos invertidos en un recuerdo, sabiendo que hay más de 100 mil damnificados aún sin la certeza de un nuevo hogar.

¿Cómo lograr que ese inevitable gasto valga la pena? De nuevo, la sociedad que Arau y Rabasa muestran incansables desde el primer minuto para ayudar es esa que hoy tiene nuevamente una solución para el ineficiente gobierno. Nuestro Memorial 19S, una alternativa de organizaciones encabezadas por Ciudadanía 19S, es una propuesta para que algo así nunca nos vuelva a pasar. Porque sí, un sismo es inevitable, no así la negligencia de las construcciones capitalinas.

Hoy, estos ciudadanos darán a conocer esta contrapropuesta que implica la participación en su construcción de víctimas, damnificados, arquitectos y urbanistas que ven en la reconstrucción una única oportunidad para la no repetición. Porque vivir en una ciudad donde la tierra se mueve, no tendría que significar vivir en una ciudad que un día puede sepultarnos.

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