Gerardo Herrera Huizar

Un conflicto innecesario

El origen del desencuentro entre México y Ecuador parece tener ciertos elementos ideológicos o al menos anímicos de carácter personal entre los representantes de ambos países.

La violenta irrupción de fuerzas de seguridad ecuatorianas a la embajada de México en Quito fue el detonante de la crisis diplomática que se ha desatado entre nuestro país y Ecuador, y ha alcanzado los más altos niveles en instancias internacionales por la evidente violación a los principios establecidos en la Carta de las Naciones Unidas y de otros organismos multilaterales.

Pero el origen del desencuentro parece tener también ciertos elementos ideológicos o al menos anímicos de carácter personal entre los representantes de ambos países. El antecedente puede ubicarse en la hospitalidad brindada al exvicepresidente Jorge Glas en el gobierno de Rafael Correa, condenado en su país por dos delitos y, en consecuencia, perseguido por la justicia ecuatoriana, circunstancia que generó las primeras tensiones.

Sin embargo, lo que elevó el tono del asunto fue la molestia del gobierno sudamericano con las declaraciones del primer mandatario mexicano en una de sus cotidianas conferencias matinales donde, tomándolo como ejemplo, pretendió explicar cómo se dio la manipulación de los medios de comunicación para generar un clima enrarecido de violencia, como se hizo tras el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, en agosto de 2023, que tuvo como consecuencia la derrota de la candidata progresista Luisa González y el triunfo del actual presidente Daniel Noboa.

Las declaraciones del presidente de México fueron consideradas, por parte del gobierno ecuatoriano, como muy desafortunadas y dieron pie a declarar persona non grata a la embajadora de nuestro país. Hasta ahí las cosas se mantuvieron en el plano diplomático y el mandatario mexicano señaló expresamente que no habría ninguna conducta similar por parte de nuestro país ni se romperían relaciones.

Pero la molestia del mandatario ecuatoriano no paró ahí, acto seguido a la expulsión de la representante diplomática se ordenó el asalto a la embajada, con lujo de fuerza y, haciendo a un lado la inviolabilidad del recinto, las fuerzas de seguridad de Ecuador se introdujeron para reaprehender al destacado huésped que ahí se refugiaba.

El asunto, obviamente ha escalado, no sólo en la relación bilateral, sino a instancias internacionales. México ha declarado la ruptura de relaciones diplomáticas con Ecuador y ha presentado demandas de expulsión de ese país de organismos multilaterales.

Con toda seguridad, aquella mañana, el mensaje presidencial estaba pensado para los medios nacionales, según se desprende del contexto en que se insertó la detallada explicación, pero no se tenía la más remota idea de lo que ello implicaba, al tomar como caso de reflexión, el convulso proceso electoral ecuatoriano y extrapolarlo al que actualmente vivimos en México.

¿Qué necesidad?


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