Opinión

Fermín Rivera, la nueva versión del toreo clásico mexicano

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"Hacer la cruz, en la cruz y hasta la cruz", reza el popular dicho con el que se resumen los tres tiempos con los que se ejecuta la suerte suprema del toreo, que es el arte de matar. Lejos quedó de cumplirse esta máxima en la novena corrida de la Temporada Grande de la Plaza México, en la que un mal encierro de la ganadería de Villa Carmela y un manso de Marcos Garfias dificultaron la labor del rejoneador Rodrigo Santos y de los matadores Fermín Rivera, Daniel Luque y Sergio Flores.

Pinchazos y estocadas defectuosas en los siete toros que se lidiaron ayer en el Coso de Insurgentes fueron la constante en una tarde fría y con poca trascendencia, en la que se registró una de las entradas más bajas del presente serial. Destacó la labor del potosino Fermín Rivera, quien confirmó ante el público capitalino el oficio y la seriedad que caracterizan su corta pero ascendente carrera en la fiesta brava.

Nieto y sobrino de dos grandes figuras del toreo (Fermín y Curro Rivera), el joven torero supo entender la dificultad de dos astados cortos de recorrido, medir la distancia adecuada y encontrar el terreno ideal para, en dos faenas, imprimir en tandas templadas de derechazos y naturales el sello de un matador sobrio y vertical que representa la versión contemporánea del toreo clásico mexicano. Sus constantes fallas con el estoque le impidieron, nuevamente, alzarse con un merecido triunfo que se le escapó de las manos.

El sevillano Daniel Luque, el tlaxcalteca Sergio Flores y el rejoneador potosino Rodrigo Santos corrieron con la peor de las suertes en el sorteo, al haber enfrentado a un encierro con escasa transmisión y que impidió recompensar todos los esfuerzos realizados dentro del ruedo.
Entre los aficionados mucho se ha hablado del futuro que se vislumbra para la Plaza México en los próximos años, cuya ubicación y tamaño de predio la hacen apetitosa para la edificación de nuevos proyectos como centros comerciales o edificios de departamentos.

Construida en la década de los cuarenta para reemplazar el viejo Toreo de la Condesa, jamás concluido tras su edificación en 1907, la Plaza México surge de un ambicioso proyecto por dotar al Distrito Federal de una Ciudad de los Deportes con múltiples servicios para los capitalinos de aquella época.

El empresario libanés Neguin Simón Jalife tuvo la idea de construir un complejo multideportivo en el que se reuniera en una misma zona un estadio de futbol, una plaza de toros, boliches, un frontón y una arena de box, además de estacionamientos y restaurantes.

Dicho proyecto, como ha sido la constante en la historia reciente de la Ciudad de México, se quedó a medias. Neguin Simón logró construir únicamente el que hoy se conoce como Estadio Azul y la Monumental Plaza de Toros de México, inaugurada el 5 de febrero de 1946 y considerada como la más grande y cómoda del mundo. Una mala administración de estos bienes obligó al libanés a vender ambos inmuebles al empresario de origen español Moisés Cosío, quien a su muerte los heredó a sus hijos Moisés y Antonio, este último actual propietario.

Hoy la Plaza México luce como un viejo inmueble que requiere de una transformación que le permita albergar otro tipo de actividades y alejarla de cualquier ambición de desaparecerla. Son muchas los cambios que requiere este inmueble inaugurado hace casi setenta años, como lo consignó El Financiero en febrero pasado, cuando este diario publicó un reportaje en el que se dio a conocer el deterioro y olvido en el que se encuentran las esculturas de la Monumental, entre ellas las esculpidas por el valenciano Alfredo Just y el yucateco Humberto Peraza, que constituyen quizá el conjunto escultórico taurino más importante del mundo.

Lo mismo ocurre con los cuadros y placas que se ubican en los pasillos de la plaza, en los que han quedado plasmados los sucesos más importantes de la vida taurina del país. Ni las autoridades de la ciudad de México ni la empresa ni muchos menos los propietarios del Coso de Insurgentes han asumido el compromiso de dar un nuevo impulso al viejo inmueble de la colonia Noche Buena.

Renovarse o morir. Saber tomar las decisiones en el momento adecuado. No tener miedo a las transformaciones. Ese el reto que enfrenta hoy la Plaza México, la que da y quita, como en el mundo taurino se le conoce.

Soy Juan de la Lidia. Nos vemos en los tendidos…

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