New York Times Syndicate

¿Qué pasa tras décadas de aislamiento en solitario?

Pocos científicos sociales cuestionan que el aislamiento puede tener efectos dañinos. La investigación en el último medio siglo ha demostrado que puede empeorar las enfermedades mentales y producir síntomas incluso en prisioneros que empiezan sicológicamente fuertes. Y Pelican Bay es prueba de ello.

NUEVA YORK _ En 1993, Craig Haney, un sicólogo social, entrevistó a un grupo de reos en confinamiento solitario en la Prisión Estatal Pelican Bay, la institución penal más dura de California.

Estaba estudiando los efectos sicológicos del aislamiento en los prisioneros, y Pelican Bay estaba entre las primeras de una nueva generación de cárceles de súper máxima seguridad que los estados en todo Estados Unidos estaban empezando a construir.

Veinte años después, regresó a la prisión para otro conjunto de entrevistas. Le asombró encontrarse frente a algunos de los mismos prisioneros que había conocido antes, reos que ahora habían pasado más de dos décadas solos en celdas sin ventanas.

"Fue impactante, para ser franco", dijo Haney.

Pocos científicos sociales cuestionan que el aislamiento puede tener efectos dañinos. La investigación en el último medio siglo ha demostrado que puede empeorar las enfermedades mentales y producir síntomas incluso en prisioneros que empiezan sicológicamente fuertes.

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Pero la mayoría de los estudios se han enfocado en voluntarios de laboratorio o reos que han sido aislados por periodos relativamente breves. Las entrevistas de Haney ofrecen el primer vistazo sistemático a presos aislados del contacto humano normal durante gran parte de su vida adulta y las profundas pérdidas que el confinamiento parece producir.

Las entrevistas, realizadas en los dos últimos años como parte de una demanda judicial en torno al confinamiento solitario prolongado en Pelican Bay, no han sido redactadas como un estudio formal o revisadas por otros investigadores, pero el trabajo de Haney ofrece un vívido retrato de hombres tan severamente aislados que, para usar el término de Haney, han experimentado una "muerte social".

Apartados durante años en un ambiente hermético _ un reo comparó la unidad de confinamiento solitario de la prisión con "un laboratorio de armas o un lugar para experimentos humanos" _, los presos relataron su lucha diaria para mantener la cordura. Hablaron de su anhelo de dar un vistazo a un árbol o un ave. Muchos respondieron a su aislamiento ocultando sus emociones y retrayéndose aún más, evitando incluso la poca conversación y compañía humana que les permitían.

"Si se pone a un perico en una jaula por años y se le saca, morirá", dijo un prisionero de edad avanzada. "Así que me quedo en mi jaula".

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En 2012, el Centro para los Derechos Constitucionales presentó una demanda ante un tribunal federal estadounidense contra funcionarios estatales a nombre de los reos de Pelican Bay que habían pasado más de 10 años en confinamiento solitario, que afirmaban que su prolongado aislamiento violaba sus derechos de la Octava Enmienda.
Las partes ahora están en negociaciones para llegar a un arreglo, dijo Jules Lobel, presidente del centro y profesor de derecho constitucional en la Universidad de Pittsburgh.

Haney y otros varios testigos expertos contratados por los abogados de los demandantes prepararon informes sobre el caso, de los cuales The New York Times obtuvo copias.

Haney, profesor de sicología en la Universidad de California en Santa Cruz, entrevistó a 56 prisioneros que habían pasado entre 10 y 28 años en confinamiento solitario en la unidad de alojamiento de alta seguridad (o SHU, por su sigla en inglés), incluidos a siete hombres que había entrevistado en 1993, ocho demandantes en la demanda judicial y 41 reos seleccionados al azar. Para tener punto de comparación, también entrevistó a 25 reos de máxima seguridad que no estaban en confinamiento solitario.

La mayoría de los hombres habían sido puestos en la unidad de aislamiento no debido a sus crímenes originales sino porque se consideraba que eran pandilleros o estaban asociados con pandillas, según la política de California de ese entonces. El Departamento de Correccionales del estado afirmó que ese confinamiento a largo plazo era necesario debido a los asesinatos de pandilleros en las prisiones y los ataques contra miembros del personal y otros presos.

Los administradores de la prisión dicen que hay algunos reos tan violentos o inmanejables que deben estar apartados de otras personas. Pero consignar a los presos al aislamiento durante años _ o incluso décadas, como ha hecho California _ es considerado por un creciente número de importantes funcionarios de correccionales en todo Estados Unidos como innecesario y poco eficaz, y algunos grupos defensores de los derechos humanos le llaman tortura.

Muchos de los reos a los que Haney entrevistó hablaron melancólicamente de sus madres, esposas e hijos a quienes no habían tocado y con quienes no habían hablado en años; los prisioneros en la unidad de aislamiento no tienen permitidas llamadas telefónicas personales y tienen prohibido el contacto físico durante las visitas. Algunos no habían tenido un solo visitante durante sus años en confinamiento solitario.

"Recibí una llamada telefónica de 15 minutos cuando murió mi padre", dijo un reo que había estado aislado por 24 años. "Me di cuenta de que tengo familia a la que realmente ya no conozco, ni siquiera sus voces".
Otro prisionero describió haber puesto fotografías de su familia ante la televisión en su celda y hablar con ellos mientras la veía.

"Quizá estoy loco, pero me hace sentir como si estuviera con ellos", dijo a Haney. "Quizá algún día pueda abrazarlos".

Algunos prisioneros se desorientaron tanto que empezaron a cuestionar su propia existencia.

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Otro reo dijo que los aproximadamente 60 minutos que había pasado en la entrevista eran "lo más que he hablado en años".

En una entrevista, Haney dijo que se sintió especialmente sacudido por la profunda tristeza que muchos de los reos a los que entrevistó parecían llevar consigo.

"El peso de lo que habían pasado era evidente sobre ellos y en ellos", dijo.

"Lamentaban sus vidas perdidas, su pérdida de conectividad con el mundo social y sus familias en el exterior, y también sus yos perdidos", dijo. "La mayoría de ellos realmente comprendía que habían perdido quiénes eran, y no estaban seguros de en quiénes se habían convertido".

Pelican Bay, cuando abrió en 1989 en un área remota cerca de la frontera con Oregón, rápidamente se ganó fama como una de las instituciones penitenciarias más severas de Estados Unidos. El extenso complejo alberga a más de 2 mil 700 prisioneros, más de mil de ellos en confinamiento solitario.

Otras prisiones de California también tienen unidades de aislamiento. Pero la SHU de Pelican Bay fue diseñada para minimizar la interacción humana. Las celdas sin ventanas de 2.3 por 3.5 metros fueron construidas para tener enfrente muros de concreto. Las puertas abrían y cerraban electrónicamente. Los agentes de correccionales hablaban a los reos a través de intercomunicadores.

Aunque los prisioneros podían comunicarse con otros reos gritando a través de las puertas de acero perforadas con pequeños hoyos, o los ductos de ventilación, de otro modo tenían poca interacción.

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En 1993, los prisioneros a los que Haney entrevistó reportaron altos índices de padecimientos siquiátricos como depresión, ira irracional y pensamiento confuso, y síntomas de estrés como vértigo y manos sudorosas.

Cuando regresó a Pelican Bay, esperaba que a lo largo de dos décadas, esos hombres se hubieran adaptado a sus circunstancias.
Pero los reos, encontró Haney, aún tenían muchos de los mismos síntomas. "El paso del tiempo no había mejorado significativamente su dolor", escribió.

En busca de un punto de comparación, Haney también entrevistó a 25 reos de máxima seguridad seleccionados al azar en Pelican Bay que no estaban en confinamiento solitario.

Aunque 63 por ciento de los hombres en aislamiento durante más de 10 años dijeron que se sentían cerca de un "colapso inminente", solo cuatro por ciento de los presos de máxima seguridad reportaron sentirse así.

De manera similar, entre los prisioneros en aislamiento, 73 por ciento reportó depresión crónica y 78 por ciento dijo que se sentía emocionalmente desanimado, comparado con 48 por ciento y 36 por ciento entre los presos de máxima seguridad.

En testimonios preparados para la demanda de Pelican Bay, los reos en confinamiento solitario por largo plazo también describieron tener ansiedad, paranoia, perturbaciones perceptuales y una depresión profunda.

Encerrado en su celda. Paul Redd, de 58 años de edad, dijo que a menudo se hundía en la desesperación.

"No al punto en que quiera suicidarme", dijo, "pero, en ocasiones, estoy en el punto en que quisiera escribir al juez y decirle: 'Solo deme la pena de muerte. Solo deme la prueba de muerte, hombre'".

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