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Trump se cava un 'pozo legal' cada vez que tuitea

Cuando el presidente de Estados Unidos cambió de abogado personal parecía que dejaría de hacer declaraciones improvisadas, que podrían incriminarlo en la investigación sobre Rusia. Sin embargo él sigue hablando. 

El presidente Donald Trump no puede parar de tuitear y de hablar de la investigación sobre Rusia. Sin embargo, al seguir protestando, corre el riesgo no solo de incriminarse sino también de irritar al fiscal que dirige la investigación.

Algunos observadores especulaban que la llegada del abogado personal de Trump, Marc Kasowitz, significaría el final de las declaraciones improvisadas del presidente.

No fue así. Sea lo que fuere lo que Kasowitz le ha dicho a su cliente, el presidente sigue abriendo la boca.

El domingo en la mañana, el presidente tuiteó: "Creo que las filtraciones de James Comey serán mucho más frecuentes de lo que cualquiera creía posible. '¿Totalmente ilegal? ¡Muy cobarde!'".

Dos días antes, durante una dura conferencia de prensa en el Rosedal de la Casa Blanca, acusó a Comey de perjurio durante su testimonio del jueves pasado ante la Comisión de Inteligencia del Senado.

Además, Trump declaró que la audiencia no pudo determinar que él había colaborado con los rusos para manipular la elección de 2016 o que trató de detener la investigación federal para determinar si los colaboradores de Trump ayudaron a los rusos con su piratería informática.

"No hay colusión. No hay obstrucción. Es un filtrador", dijo Trump, refiriéndose en la última parte de nuevo a Comey, a quien Trump removió de su cargo de director del FBI en mayo.

Al preguntársele si declararía bajo juramento, Trump respondió: "100 por ciento".

¿Entonces por qué esto es importante? Primero, está la regla de oro de los abogados de que un cliente que está cerca de una investigación criminal debe mantener la boca cerrada.

"Está 100 por ciento claro que la regla en una causa penal normal es ni una palabra del cliente", dice Harry Litman, exfiscal federal que da clases en la Facultad de Derecho de UCLA y trabaja para el estudio jurídico Constantine Cannon.

Un presidente puede tener imperativos políticos distintos, pero la incontinencia verbal de Trump en los tuits no refleja una estrategia bien pensada

Un cliente parlanchín corre el riesgo de intensificar el examen de la fiscalía. En este caso, el fiscal es el abogado especial Robert Mueller.

Voy a correr el riesgo de decir que es sumamente improbable que Mueller considere que la audiencia de Comey exculpó a Trump de obstrucción a la justicia. Por el contrario, Mueller casi seguramente está investigando los ángulos relacionados con Michael Flynn y el despido de Comey.

Con sus comentarios, Trump ha limitado el margen de maniobra de su abogado. La promesa del "100 por ciento" significa que, si Mueller pide al presidente que declare bajo juramento -y Mueller eventualmente se lo pedirá- el presidente se ha privado unilateralmente del recurso de argumentar que hay motivos por los cuales no debería ser interrogado bajo pena de perjurio.

El cargo de Trump como presidente probablemente lo proteja de ser procesado penalmente mientras se desempeñe como tal. Y el juicio político, el método que establece la constitución para destituir a un presidente, no es probable mientras los republicanos controlen el Congreso.

Pero imaginemos que Mueller plantea pruebas de irregularidades cometidas por Trump. Imaginemos también que, después de la debida deliberación, Mueller elabora un informe, digamos, el año que viene.

Ese informe podría llegar a tiempo para influir en las elecciones de 2018 y las probabilidades de que un Congreso potencialmente controlado por los demócratas sí intente el juicio político, utilizando el informe como guía.

Puede que el presidente no esté pensando en esta posibilidad pero sus abogados sí deberían hacerlo.

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