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Fidel deja un futuro incierto para la isla

Castro había alertado hace más de una década de lo que podría pasar en Cuba tras su muerte, ante el temor de que se repitiera en su país la experiencia de la Unión Soviética.

A sesenta y tres años de iniciar sus luchas desde el anonimato político, Fidel Castro entró el viernes pasado a la historia universal, para algunos como el 'dictador más longevo' de Cuba, y para otros como 'el último líder verdadero del siglo XX'.

Castro falleció el viernes pasado a los 90 años de edad, tras sobrevivir a duras penas a una hemorragia intestinal que lo sorprendió la noche del 26 de julio de 2006, medio siglo después de que un día como ese saliera ileso del asalto a tiros al Cuartel Moncada, con el que puso en marcha su revolución.

Unos meses antes de su enfermedad, quizá como premonición, había alertado en la Universidad de La Habana sobre los "peligros" que podría correr la isla después de su muerte, en un discurso considerado entonces como su testamento político.

"De nosotros depende que no se repita aquí la experiencia de una Unión Soviética desaparecida, ni un campo socialista disuelto", dijo el 14 de noviembre de 2005, al advertir sobre el "riesgo" de que tras su fallecimiento surgieran en Cuba nuevos "reformistas" al estilo de Mijail Gorbachov.

Castro nació en una familia acomodada de la localidad de Birán, región oriental y montañosa de la isla -donde había sólo dos instalaciones que no pertenecían a su familia: el telégrafo y la escuela pública.

Su estrella se agrandó con el inicio de una rápida guerra irregular contra el régimen de Fulgencio Batista (1952-1958) hasta su entrada victoriosa al Palacio Presidencial de La Habana en enero de 1959, rodeado por sus guerrilleros barbudos y por cientos de miles de cubanos que salieron a las calles a vitorearlo en manifestaciones espontáneas e irrepetibles.

Asumió el cargo de primer ministro del Gobierno Revolucionario ese mismo año y desde entonces se mantuvo al frente de los destinos de Cuba hasta 2006, enfrentando a 10 presidentes en Estados Unidos y sin hacer elecciones multipartidistas.

Su reto a Washington le valió la admiración de mandatarios, pensadores y ciudadanos comunes de todas las filiaciones en los cinco continentes.

Hasta sus críticos más ácidos lo respetaron. "Por delante de Ho Chi Minh y Charles de Gaulle, Fidel fue el último estadista de clase mundial en el siglo XX", aseguró el politólogo argentino Atilio Borón.

Al morir seguirá siendo considerado el comandante en jefe de la revolución, a pesar de renunciar por su salud a los cargos de presidente del gobierno y del Estado, y de primer secretario del gobernante Partido Comunista.

Los que lo conocen de antaño, como el ya fallecido comandante Juan Almeida, lo recordaban obsesionado con la idea de hacer la revolución. Se cuenta que andaba casi siempre sin dinero encima, no le gustaba jugar ni al dominó, a veces olvidaba asearse, nunca aprendió a bailar y tampoco a vivir sin una mujer cerca.

Su muerte sella el 'fidelismo' que caracterizó la vida nacional en la isla y llegó cuando los cubanos se habían habituado a su ausencia de la vida pública . Además coincidió con el proceso de cambios, acelerados por su hermano y sucesor, Raúl, que han vuelto a dispersar expectativas, dudas y esperanzas sobre el futuro del país.

Su deceso, además, coincidió con el día que se cumplieron 60 años de su partida de México en el yate Granma para iniciar la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, y cuando son miles las interrogantes que rodean ahora la continuidad del deshielo iniciado por Raúl y el presidente estadounidense, Barack Obama.

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